La pandemia supuso un freno en la continua emisión de gases de efecto invernadero de nuestra sociedad. En todo el globo se redujeron las emisiones un 5,8%, lo que equivale a casi dos gigatoneladas de dióxido de carbono que nunca se llegaron a emitir. Pero este hito histórico, que supuso un descenso global en las emisiones cinco veces mayor que el vivido durante la crisis económica de 2009, no se logró como consecuencia del empeño del ser humano por ponerse manos a la obra para luchar contra el avance del cambio climático.

Tan solo un año después de una de las crisis sanitarias más complejas del siglo XXI, los países intentan recuperarse del gran varapalo económico que ha supuesto la irrupción del coronavirus. La vuelta a la normalidad y las previsiones de crecimiento del 6% empiezan a mostrar el efecto ‘rebote’ en las emisiones de gases contaminantes, que volverán a crecer sin pausa un 4,8% a final de este año con respecto a 2020.

Así lo pone de manifiesto un reciente estudio publicado por la Agencia Internacional de Energía (IEA), que indica que este crecimiento estará motivado principalmente por la recuperación de la demanda energética que se está generando en todo el mundo y que alcanza el 4,6%.

El carbón, el petróleo y el gas natural serán los tres principales actores en esta recuperación, y aunque las renovables repuntarán, su crecimiento no será suficiente como para poder detener el daño que el uso de estas fuentes de energía va a continuar provocando en nuestro planeta.

Cabe recordar que, a pesar del descenso de emisiones durante el año I de pandemia, la concentración de CO2 en la atmósfera continuó aumentando. De este modo, durante 2020 alcanzó la concentración promedio de 418 partes por millón (ppm), convirtiéndose -una vez más- en la cifra más alta desde que comenzaron las mediciones en 1958, según los datos proporcionados por el observatorio de Vigilancia Atmosférica Global de Izaña, dependiente de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

Esto sucede porque una reducción de emisiones durante un tiempo concreto no es suficiente como para producir un verdadero cambio en la tendencia. Durante meses, los investigadores expertos en cambio climático advirtieron de esta situación.

«Esta caída de emisiones no detendrá los efectos del cambio climático», señaló el geógrafo de la Universidad de La Laguna (ULL), Abel López, en aquel entonces, e insistió en que para llegar a las metas marcadas por el Acuerdo de París se debería rebajar las emisiones como en el año del confinamiento, pero de manera anual. Otros expertos, como el físico Emilio Cuevas, vaticinó en pleno mes de marzo, cuando los cielos se aclararon por la falta de contaminación local, que la cuarentena no supondría más que un ‘parche’ y que después de la crisis sanitaria generada por el Covid-19, volveríamos «a los niveles anteriores».

El vacío del turismo

Lo que plantea la Agencia Internacional de Energía (IEA) es que las emisiones repuntarán, pero no alcanzarán los niveles de 2019. Sin embargo, de nuevo, la concienciación de la población y las autoridades no habrá sido la responsable de esa situación.

«Las emisiones no llegarán a niveles prepandémicos por la falta de turismo internacional», advierte Abel López. Y es que el turismo es crucial en esta ecuación. Los aviones impulsados por una ingente cantidad de petróleo constituyen uno de los mayores contaminantes del planeta, generando alrededor del 2% de las emisiones mundiales de carbono, según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA). Así, si la aviación internacional y nacional se hubiese recuperado totalmente, las emisiones se habrían elevado en más de un 1,5%, muy por encima de los niveles de 2019.

Pero no ha sido así. Según los datos del informe, las emisiones de CO2 de la aviación internacional se mantendrán durante este año 200 millones de toneladas de CO2 (o un tercio) por debajo de los niveles prepandémicos. Y tampoco habrá una recuperación efectiva del transporte en carretera ni de la aviación nacional, que va camino de situarse en 2021 cerca de 350 millones de toneladas de CO2 (o un 5%) por debajo de los niveles de 2019.

Estas pérdidas tienen consecuencias directas en las emisiones de dióxido de carbono relacionadas con el petróleo, que aunque han aumentado en 650 millones de toneladas de CO2, caen con respecto a los niveles de 2019. Concretamente, se espera que las emisiones del petróleo se recuperen solo alrededor de la mitad de la caída de 2020 y, por lo tanto, deberían permanecer 500 millones de toneladas de CO2 por debajo de los niveles de 2019.

Esta circunstancia tiene, a su vez, relación con el estado económico y la evolución de las políticas mitigacionistas de los países más desarrollados, como Estados Unidos o los que componen la Unión Europea.

Todos ellos mantienen un declive de emisiones que en parte tiene un origen estructural. De hecho, las emisiones de CO2 de las economías avanzadas se han reducido en 1,8 gigatoneladas  desde 2000, y su participación en las emisiones globales se ha reducido de un 20% a menos de un tercio del total mundial. Sin embargo, la reducción de este año también se debe a la escasez de vuelos internacionales entre ambos continentes y el resto del mundo.

Por ejemplo, en Estados Unidos se espera que las emisiones de CO2 se recuperen en 2021 con respecto a 2020, pero permanezcan un 5,6% por debajo de los datos de 2019 y hasta un 21% por debajo de los niveles de 2005.

En la Unión Europea, con unas perspectivas de recuperación económica más frágiles por las devastadoras olas de coronavirus a las que se han enfrentado, la recuperación energética también se quedará atrás. El aumento de emisiones de CO2 prevista tan sólo revertirá este año un tercio de la caída sufrida en 2020.

Las emisiones de China

Entonces, ¿quiénes están motivando ese empuje en las emisiones de gases de efecto invernadero? La respuesta es clara: los países en desarrollo y, concretamente, los del continente asiático. Este conjunto de países, que además son los más poblados del planeta, van a ser los principales responsables del aumento de emisiones durante este año.

Como señala el informe de la EIA, los mercados emergentes y las economías en desarrollo ahora representan más de dos tercios de las emisiones globales de CO2, mientras que las emisiones en las economías avanzadas están en un declive estructural, a pesar de un repunte previsto del 4% en 2021.

Para crecer, estos países en desarrollo se apoyarán en la quema de carbón, que es el combustible fósil más contaminante de todos. De hecho, tan solo con la contribución de los países asiáticos se prevé que el uso mundial del carbón se recupere hasta tal punto (un 4,5%) que sea el principal precursor del nuevo pico de emisiones.

Las emisiones de dióxido de carbono por el uso indiscriminado de este recurso se situarán en 640 millones de toneladas, lo que significa un 0,4% más que en 2019. De hecho, el informe resalta que la demanda global de carbón no solo va a exceder a la de 2019, sino que va a registrar un pico similar al de 2014.

En este escenario, los países asiáticos tienen un papel protagonista, dado que acumulan el 80% de la demanda de carbón a nivel mundial para movilizar sus mercados e industria.

No obstante, la demanda no va a crecer al mismo ritmo en todo el continente, dado que China, con sus casi 1.400 millones de habitantes, será el país que más contribuirá a ese rápido repunte, representando por sí sola un 50% del incremento de demanda de carbón mundial.

A este escenario ya de por sí poco alentador para la lucha contra el cambio climático se suma otro dato: la demanda de carbón, por sí sola, va a ser un 60% más intensa que la que sufrirán todas las renovables juntas.

Las renovables van a seguir imponiéndose en el sector eléctrico, pero lo cierto es que no tendrá el poder suficiente como para mitigar totalmente el uso de energías ‘sucias’. En estos momentos, las energías renovables se están centrando en superar sus propios récords. Tras crecer un 3% en 2020, experimentarán un nuevo incremento en todos los sectores, lo que supondrá una expansión del 8% en tan solo dos años, el incremento más importante de toda su historia.

Con este importante repunte, se espera que las energías renovables pasen a cubrir más de la mitad de la demanda eléctrica. Y en este sentido, a pesar de ser el país que apostará más fervientemente por los combustibles fósiles, también será China la que más impulsará el crecimiento de las renovables.