La carne es barata en los supermercados, pero el daño al clima, a los animales, a la salud y a los granjeros es inmenso. Los expertos piden un cambio de rumbo, consideran indispensable una drástica rebaja del consumo. El ‘Atlas mundial de la carne’ de este año atlas pone el dedo en la llaga: el impacto de la ganadería industrial sobre el medio ambiente está siendo devastador. Es uno de los principales responsables de la crisis climática.

Es la principal conclusión del Atlas, elaborado la Fundación Heinrich Böll, las organizaciones ecologistas BUND y Amigos de la Tierra Europa y la revista ‘Le Monde Diplomatique’, con apoyo financiero de la Unión Europea (UE).

La reducción del consumo de carne en los países ricos y fomentar el consumo procedente de la cría de animales tradicional y respetuosa con la naturaleza, el pastoreo, son necesidades apremiantes para salvar el planeta, indica la publicación.

El ‘Atlas de la Carne’ comienza con lo que denomina “lecciones breves”, que no son sino hechos constatados. El primero, que la producción mundial de carne está aumentando. El segundo, que para proteger la biodiversidad y el clima es indispensable que el mundo desarrollado reduzca el consumo de carne a la mitad.

Reseña asimismo que el número de conflictos en torno a la tierra están en aumento, en parte por la producción industrial de carne. De hecho, cada vez “más y más personas que están siendo asesinadas por defender el derecho a la tierra”, señala la publicación.

Los mayores usuarios de plaguicidas

Alerta de que más de mil millones de personas en todo el mundo se ganan la vida gracias al ganado. Pero subraya que la cría de animales tradicional y respetuosa con la naturaleza está “bajo presión de la agricultura industrializada”, de las macrogranjas.

Pero hay más hechos preocupantes señalados en el Atlas. Por ejemplo, que casi dos tercios de los 600 millones de “guardianes” de ganado pobres del mundo son mujeres. O que los principales productores de cultivos forrajeros (agricultura industrial) se encuentran entre los mayores usuarios de plaguicidas, productos que “contaminan agua subterránea y dañan la biodiversidad”.

Además, el creciente uso de antibióticos en animales está creando cada vez gérmenes más resistentes. Un hecho que amenaza la efectividad de los antibióticos, que se cuentan entre los medicamentos más importantes en medicina humana y animal.

La tala de los bosques para conseguir terrenos agrícolas o ganaderos también amenaza la salud de las personas. “Los animales salvajes pierden sus hábitats naturales y el contacto con las personas se vuelve más estrecho, con lo que se facilita la transmisión de virus que eventualmente pueden desencadenar pandemias”, alertan los autores del Atlas.

La producción industrial de carne no solo es responsable de unas condiciones de trabajo precarias, sino que además expulsa a gente de sus tierras y alimenta la deforestación, el uso de pesticidas y la pérdida de biodiversidad. Es uno de los principales responsables de la crisis climática”, señaló Barbara Unmübig, de la Fundación Heinrich Böll, en la presentación del Atlas, en Berlín.

El consumo de carne por persona se duplicó desde 1960

Olaf Bandt, presidente de BUND, reclamó un “redireccionamiento de la política agraria”, pero admitió que no se logrará “sin un cambio en la alimentación”. Añadió: “En un número cada vez menor de granjas viven cada vez más animales, lo cual empeora la contaminación de las aguas subterráneas”.

La gravedad de la situación queda explicada con las cifras referidas al aumento del consumo de carne. En 1960 vivían en la Tierra 3.000 millones de personas y, según el Atlas, el consumo de carne rondaba los 70 millones de toneladas, con una media de 23 kilogramos anuales por persona.

Pero en 2018, el planeta tenía ya más del doble de habitantes: 7.600 millones de personas. Y el consumo de carne era de en torno a 350 millones de toneladas, mientras que el consumo medio había subido hasta los 46 kilogramos anuales por persona.

Uno de los problemas centrales es la enorme cantidad de superficie que requiere la producción de carne. Según la Agencia Alemana para el Medio Ambiente, actualmente el 71% de las tierras de cultivo del mundo se utiliza para pasto de animales. Mucho más que a alimentos directamente cultivables (18%), otras materias primas (7%) y a fuentes de energías vegetables, como el maíz utilizado como biogás (4%).

El aumento de la demanda de carne provoca que enormes superficies forestales estén siendo taladas para el cultivo de soja para el pasto, por ejemplo, en Brasil. “El 90% de la soja acaba actualmente en los comederos”, señaló Barbara Unmübig.

Un nuevo menú más sano para el mundo

¿Solución? Para conciliar la alimentación de la población mundial, detener la deforestación de las selvas tropicales y recuperar terrenos para la reforestación, los expertos autores del Atlas piden “repensar la alimentación para incluir menos carne y más vegetales”, pues estos últimos requieren menos superficies cultivables.

Johan Rockström, director del Instituto de Investigación sobre las Consecuencias Climáticas de Potsdam, recomienda reducir el consumo de carne anual a 17 kilos de media por persona, y el de productos lácteos a 33 kilos. Según los autores de la publicación, la dieta tradicional de India y muchos países africanos muestra que es posible. Pero en América del Norte, Sudamérica y Europa se consume hasta siete veces más carne.

Las firmas de carne y alimentación dominan cada vez más el mercado del cultivo de pasto, el transporte, la matanza y la comercialización y ponen en peligro a los pequeños agricultores y carniceros.

Los autores del Atlas de la Carne muestran las repercusiones de la poderosa industria cárnica, pero también resaltan su vinculación con la industria química global. El cultivo de alimento para animales exporta sustancias tóxicas altamente peligrosas (y a veces prohibidas) de las grandes empresas químicas y las utiliza en numerosas regiones, denuncian los expertos.

Entre quienes producen y exportan esos productos químicos se encuentran las europeas Bayer Crop Science, BASF y Syngenta y las estadounidenses Corteva y FMS. Según Unmübig, el uso de pesticidas ha provocado miles de muertos y por ello exigió al Gobierno alemán que haga “todo lo posible” para que las empresas de ese país no exporten esas sustancias tóxicas prohibidas en la UE.

La situación en España es «siniestra», según Greenpeace

Unmübig alertó además de que el acuerdo entra la UE y Mercosur es nocivo para América Latina y la Amazonía, y por extensión para todo el mundo: “La eliminación de aranceles acabará con los obstáculos para enviar estos pesticidas a Latinoamérica, y se talarán cada vez más partes de la selva amazónica para el cultivo de soja y la producción de carne”.

La situación en España, según Greenpeace, es “siniestra”: El número de vacas se ha duplicado y el de cerdos se han quintuplicado en el último medio siglo. Y se proyectan varias macrogranjas más, algunas de las cuales serían las más grandes de Europa.

Greenpeace sostiene que las macrogranjas provocan consecuencias “terribles”: “Contaminación de aguas, emisiones de efecto invernadero, uso de enormes extensiones de tierras, deforestación para pastos y para cultivo de alimento para ganado, daños a la salud y abusos a los animales. Además, son una falsa solución contra el despoblamiento rural”. Por todo ello, recoge firmas contra este tipo de instalaciones. Ya suma más de 200.000.

‘Atlas mundial de la carne’ 2021: https://cloud.boell.de/s/84koddn3dyY5xQw?dir=undefined&openfile=2311503

Recogida de firmas contra las macrogranjas: https://es.greenpeace.org/es/que-puedes-hacer-tu/peticiones/no-macrogranjas/

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