Las patatas fritas son unos de los complementos más extendidos no solo en la cocina, sino de todo el mundo. Hay de muchísimos tipos, con diferentes cortes y formas de cocinarlas, pero hay una que jamás falla y que consiste en dejarlas crujientes por fuera y tiernas y blandas por dentro. Un punto de cocción perfecto que nos hará disfrutar mucho de este plato.

Todos son capaces de hacer patatas fritas y para gustos están los colores. Hay a quién les gusta más cortadas en cubos pequeños, otros que optan por hacerlos más grandes, más tipo patata brava... Pero la forma más clásica de la patata frita y con la que nunca fallarás será cortada en bastones.

Luego también hay que tener en cuenta pequeños detalles como la variedad de la patata, el almidón, el tipo de aceite para la fritura y, sobre todo, la técnica, porque como podrás comprobar es de vital importancia.

Los consejos infalibles

Como absolutamente todo en la cocina la materia prima es fundamental que sea de buena calidad y adaptada a lo que queremos. Así pues, la elección de la patata será especialmente importante. Las más indicadas para freír son las de las variedades agrias, baraca, draga, Kennebec, bintje y Nagore. Pero vamos, si no te queda claro hay una solución mucho más sencilla, que es comprar en el supermercado las que ponga específicamente que son indicadas para freír, porque hay otras más dadas para cocer o para cualquier propósito.

En cuanto al aceite hay dos corrientes y no te vamos a decir la que hacer, eso queda a tu elección. Por un lado, está el aceite de oliva virgen extra, que es el gran tesoro de nuestra gastronomía y que hará que nuestras patatas adquieran ese toque de sabor tan especial. En cambio, el aceite de girasol es mucho más neutro y no "se come" el sabor natural de la patata, porque sabrá precisamente a patata, un sabor más auténtico. Pero claro, el aceite de girasol no es igual de bueno que el de oliva.

La variedad de patata, el corte y la técnica son muy importantes. Freepik

Del corte ya te hemos contado que lo clásico es hacer bastones de cerca de un centímetro de ancho y que no sean demasiado largos. El siguiente paso es retirarles el almidón, que es un paso imprescindible para que queden crujientes. Para ello solo tienes que sumergirlas en un plato hondo, bol o lo que mejor te venga y lavarlas. Verás que el líquido se ensuciará. Enjuaga, vuelve a llenar de agua y repite el proceso hasta que el agua esté totalmente transparente. Con un par o tres de veces ya verás que bastará.

Sécalas muy bien y ahora viene el truco definitivo, el más importante de todos sin duda. Primero debes poner un fuego medio y que se vayan ablandando lentamente, sin prisa. Esto llevará algo más de diez minutos. Cuando veas que ya están blandas, sube el fuego a tope o casi a tope y verás como pronto se empiezan a dorar por fuera. Una vez estén a tu gusto ya puedes sacarlas, ponerlas en papel absorbente y disfrutar. En cuanto a la sal, es posible que se pierda mucha durante la fritura, por lo que se puede agregar una poca antes y luego rectificar o directamente hacerlo al final.