Los perros, como cualquier ser vivo, tienen un instinto muy desarrollado para detectar el peligro e igual que nosotros siente miedo en según qué situaciones. Es lo más normal del mundo y no hay que alarmarse por ello.

Si convives con el mejor amigo de los humanos habrás podido comprobar en más de una ocasión que, ante según qué ruidos, los perros sienten miedo, se esconden, ladran o tienen actitudes distintas a las habituales.

Para que su salud no se vea resentida y les cause problemas como por ejemplo traumas que sean muy difíciles de superar hay que saber cuáles son y qué hacer para que se sientan más cómodos dentro de su incomodad.

Miedo irracional

De primeras es necesario saber que estos miedos son irracionales y que suelen ser comunes entre todos los perros, así que afectarán a la inmensa mayoría de ellos. Ahora bien, lo que cambia es el grado en el que les inquieta. Entre las causas se encuentran una tendencia genética, que en su etapa de cachorro hayan pasado por una situación traumática o desagradable o bien que no hayan sido expuestos nunca a esos ruidos y por tanto sea una ingrata sorpresa para ellos.

Comenzamos la lista con cualquier ruido de origen pirotécnico. Es decir, aquí entran petardos, cohetes, fuegos artificiales, bombetas de ferias o similares. El motivo es que son mucho más sensibles auditivamente que los humanos y, aunque para nosotros es un sonido fuerte pero soportable, para ellos es muchísimo más.

Siguiendo con los ruidos fuertes, están muy acostumbrados a los que hacen un ruido normal tirando a bajo, como la lavadora o el lavavajillas, pero la cosa cambia con una licuadora o una batidora, cuyo sonido sí que es mucho mayor en decibelios. Lo mismo sucede con las sirenas de policía, ambulancias o bomberos.

Otro de los clásicos son las tormentas, sobre todo cuando hay truenos y, por último, aunque para los humanos son agradables (si se tocan bien, claro), a los perros no les suelen gustar los instrumentos musicales.

¿Qué hacer?

Lo primordial para que se encuentre más cómodo es hacerle ver que no pasa nada y lejos de enfardarte con él mostrar comprensión y ser amable para que se le pase. Darle una chuche y unos mimos ayudarán.

De todos modos, habrá algunos cuya tendencia natural será huir a un lugar que consideren más seguro. No se lo impidas ni, sobre todo, trates de detenerlo de una forma que pueda ser poco segura, porque además de hacerse daño se pondrá más nervioso. Tampoco conviene encerrarle ni atarle porque todavía se le creará más ansiedad.

Y por último, si sabes que puede haber algo que le moleste (se avecina una tormenta, por ejemplo), haz labor de prevención llevándotelo si se puede a otro sitio más seguro o haz que se canse con paseos o juegos más largos para que le pille más calmado.