Pocos momentos más íntimos y más personales hay cada mañana que despertarse y tomarse un café. Es la gasolina de millones de personas, un chute de energía necesario. "Hasta que no me tomo un café no soy persona". Es una frase muy repetida.

Ahora bien, friegues los posos a mano o lo hagas en el lavavajillas, con el paso del tiempo las tazas se quedan marrones, con restos del café, sea solo, cortado, con leche o lo que sea, ya que esta bebida tiene un gran poder colorante.

Y el efecto se acentúa si te descuidas y dejas el café bastante rato ahí quieto o se te olvida meterlo en el lavavajillas o fregarlo. Entonces, todavía se acelera más ese proceso.

La primera solución es siempre la misma y es lavarlo a conciencia con jabón para vajillas, y frotar, frotar y más frotar con un esparadrapo de metal o un nanas. Pero te das cuenta enseguida de que sirve de poco o nada porque no tiene el poder que sería necesario.

El método definitivo

Para conseguir terminar con esas manchas y lucir unas tazas perfectas y como el primer día (porque además todos tenemos tazas con un valor sentimental elevado y que queremos que nos duren impolutas mucho tiempo) solo es necesario emplear dos productos de alimentación que, combinados, hacen un cóctel mortal para la suciedad.

Y aunque te pueda sorprender, no se emplea ni bicarbonato de sodio y tampoco vinagre, ni de limpieza ni ningún otro. Ahora bien, sí que se usa la tercera pata del trío de ases de oro de la limpieza casera y es el limón. Más concretamente, la corteza, la piel.

El otro elemento que vas a necesitar es la sal, que por sus características es un abrasivo natural ideal y que además posee un gran poder limpiador e incluso abrillantador.

Para eliminar los restos negros de las tazas solo deberás echar un puñado de sal en el fondo de la taza y frotar con la piel del limón. Los dos poderes limpiadores se juntarán y de este modo tendrás tu vajilla de nuevo perfecta.