Es verdad que los aspiradores, bien sean los clásicos de cable, los inalámbricos o los robots que tan de moda se han puesto y que amenazan con ser la opción preferida de todo el mundo están comiéndole el terreno a la clásica y tradicional escoba, pero todavía hay mucha gente que sigue prefiriendo este método para atrapar la suciedad de los suelos de la casa o que la utiliza para llegar a rincones complicados.

La escoba es uno de esos elementos que hay que ir cuidando y que se suele descuidar, valga la redundancia. Solemos pasar más por alto elementos como trapos, cortinas o ciertos muebles, pero también es fundamental mantener bien higiénicos y limpios los elementos que sirven para limpiar, porque sino el trabajo se quedará a medias.

Igual que es necesario limpiar la nevera, el microondas, la lavadora o el lavavajillas, también es necesario ir limpiando el cabezal de la escoba y, de vez en cuando, cambiarlo por otro, cuando esté muy deteriorado. Además, es un gasto muy pequeño y nos ahorrará esa terrible sensación de ver que la casa no hay manera de que pierda su suciedad.

Los consejos

Lo primero y principal es que, después de cada uso, se deje lo más limpia de restos posible. Puedes comenzar por sacudirla enérgicamente en el suelo sobre un papel de periódico viejo o sobre un cubo de basura vacío para que la mayoría de partículas caigan. Después quedan los pelos y pelusas, que en este caso habrá que hacerlo a mano. Si te da cosa, usa guantes.

Otro método es quizá algo cómico, pero altamente efectivo y es cepillar la escoba. Sí, cepillar el utensilio que sirve para cepillar el suelo. Hay que hacerlo con un peine de púas anchas y sirve especialmente para los pelos y pelusas, aunque también puedes hacerte con un recogedor que tiene este tipo de artilugio para facilitar la labor.

Y por último queda (con menos periodicidad) hacer una limpieza a fondo con agua y jabón. Sumérgelo unos minutos para que haga efecto, para que se limpie bien, frota un poco para que la suciedad que quede caiga mejor en el agua y déjalo secar en un lugar cálido y, a ser posible, en el que tenga la incidencia del sol. Y cuando ya no se pueda hacer nada más por la escoba, tocará comprar otra y cuidarla bien para que dure lo máximo posible.