Un pollo asado es una de esas recetas económicas, porque la materia prima apenas cuesta dinero, y sobre todo favoritas de muchas personas. Cualquier preparación al horno es espectacular, pero el pollo es uno de los clásicos que jamás pasará de moda ya que siempre queda muy rico.

Ahora bien, por la propia forma del pollo tiene sus pormenores y sus dificultades la preparación. La parte de las alitas o los muslos es relativamente sencilla de hacer, ya que no tienen tanta carne y el riesgo de que se nos seque es muy pequeño. Ahora bien, las pechugas son otro cantar, porque tienen mucha cantidad de carne y ahí sí que hay más peligro de que se queden secas.

Por eso, alcanzar la perfección tiene su truco. Debe quedar jugoso por dentro, pero también crujiente por fuera y eso es algo que no es fácil de lograr si no se sabe cómo. Hay varias técnicas y consejos que puedes poner en práctica. Solo te quedará experimentar y quedarte con la mejor opción.

Los trucos

Para que la piel quede bien crujiente puedes optar por varios pequeños trucos. El primero de ellos es secar la piel del pollo lo máximo que se pueda antes de hornearlo y segundo aprovechar el poder que tiene la sal para absorber líquido. El pollo acabará cogiendo solo la que necesita, por lo que al final podrás retirar el exceso.

Si te da respeto ese truco puedes optar por la técnica de las patatas fritas perfectas. Es decir, primero cocinar el pollo por dentro a temperatura de máximo 180º y en los últimos minutos subir la temperatura (estando muy pendiente del pollo) para que la piel se quede tostada.

Para que el pollo quede jugoso hay varios trucos. El primero, si eres previsor, es hacer un marinado líquido para que coja sabor y el líquido penetre en la piel del pollo. Otro consejo es inyectarle líquido mediante jeringuillas de cocina (agua y vino blanco, por ejemplo), humedecer la piel con mantequilla especiada y saborizada o poner una bandeja con líquido debajo del pollo. El horno se encargará por sí solo de ir "bañando" al pollo.

Y el último consejo pero no por ello menos importante. De hecho, es fundamental escojas la técnica que escojas. Todas las carnes, una vez hayan terminado su preparación, necesitan un tiempo de reposo para que los jugos no salgan y se pierdan. Por eso, cuando hornees el pollo, déjalo tranquilo fuera del horno durante como mínimo 10 minutos antes de trincharlo.