En el invierno vuelven las mantas, los abrigos y también las alfombras, que son muy importantes y socorridas para conseguir evitar que el frío nos hiele los pies y, por consiguiente, todo el cuerpo.

Pero no solo eso, además son unos grandes elementos decorativos, que sirven para armonizar una estancia. Las hay de muchos tipos, tamaños, colores, patrones y formas, por lo que las posibilidades de decoración son prácticamente infinitas.

Ahora bien, es lo más normal del mundo que se ensucien y por desgracia no son de esos productos que se puedan meter en la lavadora y ya está, sino que necesitan de unos métodos de limpieza especiales para evitar que se puedan dañar.

Vamos andando por encima, dejando restos de suciedad, pelos, se nos puede caer algo de comida o de bebida accidentalmente encima y, sobre todo, este problema se acentúa enormemente si se tienen niños pequeños o mascotas, porque aunque hay perros que apenas sueltan pelo, otros lo hacen muchísimo, igual que ciertas razas de gato y los pájaros, plumas.

Los métodos

Hay que diferenciar entre una limpieza en seco y otra en mojado. Siempre que se pueda, hay que intentar que sea en seco, pero eso no quita para que, si las manchas son profundas y persistentes, no tengamos que echar mano de la otra.

Lo más importante y posiblemente te suene a perogrullada y obviedad es hacerse con un buen aspirador. Pero eso no lo es lo más crucial, ya que lo que hay que hacer es pasarlo con bastante frecuencia. Ahora en el mercado hay muchos económicos, sin cables e incluso silenciosos y con reducción de ruido y no cuesta casi nada darle una pasada al día. Así, se mantendrá a raya la suciedad y lucirá un buen aspecto general.

Pero no cabe duda de que a veces con eso no basta, así que es mejor echar mano de dos ingredientes clásicos de cualquier cocina y que, juntos, se convierten en un as de la limpieza y son el bicarbonato de sodio y la sal. Tienen poderes abrasivos y desincrustantes, además de que consigue neutralizar los malos olores. Simplemente mezcla a partes iguales, espárcelo, déjalo actuar unos minutos y después simplemente aspira a conciencia con el aspirador.

Y si no hay más remedio, no hay mayor remedio (valga la redundancia) que usar vinagre, otro gran as de la limpieza. Mézclalo con agua para rebajarlo, échalo con especial énfasis en las manchas y frota con suavidad. Déjalo actuar y después secar.