Cocinar al horno es especial siempre. Aunque sí que es verdad que tarda más que cualquier otro aparato en cocinar los alimentos, quedan espectaculares y con un sabor único y muy reconocible. Y realmente que sea más largo no quiere decir que sea laborioso, porque generalmente no hay más que poner, esperar y cada cierto tiempo dar la vuelta o vigilar.

Ahora bien, tiene sus desventajas. Aunque existen desde hace años los hornos autolimpiadores (la famosa pirólisis), no todos lo tienen. De hecho, en la mayoría de hogares siguen estando los tradicionales de toda la vida y que hay que higienizar tras cada uso a mano. Los vapores y, sobre todo la grasa, no solo ensucian el horno en sí, sino también los utensilios de cocinado.

Ahí sobresale uno especialmente, que es la bandeja. Al fin y el cabo, toda la grasa que sueltan los alimentos por la acción del calor cae ahí y, aparte, también se suele echar aceite en muchas de las preparaciones. Y no solo eso, es que la grasa tiende a pegarse como nunca (de nuevo por el calor) y queda oscura, sucia y bien fea.

Truco definitivo

Hay muchos elementos químicos en el mercado y quitagrasas que es verdad que son muy efectivos, pero no tienen tanto poder como el truco casero de toda la vida, ese que siempre ha funcionado y que desde hace décadas e incluso siglos ha sido utilizado por nuestros mayores y sus antepasados con una eficacia más que demostrada.

Para limpiar la bandeja del horno se emplean dos ingredientes que por separado son buenos, pero juntos son imparables, que son el bicarbonato de sodio y el vinagre blanco de limpieza. Dos clásicos. Solo tienes que espolvorear por toda la superficie de la bandeja el bicarbonato con generosidad, no le tengas miedo, que quede bien cubierto todo. Y acto seguido, rocía vinagre de limpieza con un pulverizador y déjalo actuar cinco minutos.

Verás como enseguida comienza a burbujear, lo cual es buena señal, porque ambos elementos reaccionan despegando la grasa. Una vez se haya soltado (no le costará mucho, unos cinco minutos), simplemente retira con un estropajo o paño limpio el líquido con la grasa, enjuaga con agua y listo. En minutos, toda la grasa habrá desaparecido casi como por arte de magia. Y por supuesto, también sirve para la rejilla.