El desconocido motivo por el que media España ya coloca corchos en la tierra de las plantas
Los expertos recomiendan poner en práctica este simple método para mejorar la salud de las plantas

Corchos en las macetas / SERVICIO ESPECIAL
Media España está colocando corchos en la tierra de sus macetas junto a sus plantas. Una práctica que se ha puesto de moda en los últimos tiempos y a primera vista parece una tendencia únicamente decorativa. Sin embargo, el uso de corchos de antiguas botellas de vino en las macetas es realmente una práctica recomendada por muchos expertos en jardinería para mejorar la salud de la planta y ayudar a una mejor floración.
Cabe recordar que el corcho natural es un material extraordinariamente poroso ya que más del 80% de su volumen es aire. Por lo tanto, su microestructura interna le permite automáticamente moderar la humedad, facilitar la ventilación de la tierra y actuar como aislante frente a cambios bruscos. Por ello, tanto al usar corchos enteros en la superficie como al incorporar trozos mezclados o en el fondo de la maceta, se producen efectos inmediatos y medibles.

Corchos en las macetas / SERVICIO ESPECIAL
En primer lugar, los corchos funcionan como un “mulch” liviano. Este elemento, que pasa a tener una segunda vida, sive para reducir la evaporación directa del agua, evitan que el calor del sol castigue la capa superior y limitan las salpicaduras durante el riego, que son una de las formas más típicas de diseminar esporas de hongos. Tus plantas, gracias a la ayuda de los corchos, vivirán en un microclima mucho más estable sin casi ningún pico de sequedad o saturación. Además, si los corchos se trituran y se mezclan dentro del sustrato, además amortiguan la compactación: permiten que el aire penetre mejor y que las raíces respiren con mayor facilidad.
Una segunda vida y la lucha contra insectos
Por otro lado, los corchos en la tierra de las macetas tienen una segunda e importante función ya que ayudan al drenaje en la base de la maceta. Aunque no reemplazan al agujero de salida, generan un espacio físico que acelera el escurrimiento y reduce el riesgo de pudrición radicular en especies sensibles a los encharcamientos. A diferencia de la grava, el corcho pesa poco, no se desarma con el agua y aporta cierta resiliencia elástica que evita que el sustrato se apelmace.
Los corchos también actúan como un efecto barrera recuerdan los expertos. Y es que impiden que insectos o babosas lleguen con facilidad al tallo de la planta. Realmente, no son un escudo absoluto, pero sí una fricción ecológica suficiente para reducir la presión de ingreso en escenarios domésticos.
A todo lo relatado anteriormente hay que recordar el argumento ambiental. Y es que reutilizar corchos de vino evita que terminen en residuos y reemplaza insumos industriales. El corcho natural es biocompatible, renovable y de degradación muy lenta, por lo que su vida útil en maceteros es larga. La única cautela real es evitar corchos sintéticos o plastificados, ya que no aportan porosidad ni estabilidad térmica, e incluso pueden liberar compuestos no deseados.
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