Las revistas de moda (o de tendencias, como prefieren llamarlas algunos) pueden atesorar más arte en sus páginas que algunas pomposas salas de exposición. Muchas campañas y editoriales (como se conoce a los reportajes en los que uno o varios modelos posan con ropa) se convierten en obras de culto con el paso del tiempo. Eso es así gracias en parte a la revolucionaria visión de la fotografía de moda del francés Guy Bourdin, un artista que puso patas arriba el Vogue francés en los años 50 y cuya obra, reunida en un volumen editado por Phaidon, llega por primera vez a final de mes a las librerias españolas, con un prólogo de la escritora Alison M. Gingeras.
La decisiva influencia de Guy Bourdin (1928-1991) en la forma en la que la moda se ha vendido al consumidor lo ha convertido en uno de los artistas más plagiados de la historia. Sus fotografías, escandalosas y siempre al borde del surrealismo, han sido recreadas hasta la saciedad.
PLAGIADO POR MADONNA
Sin ir más lejos, la misma Madonna se enfrentó en el 2003 a una demanda de plagio por parte del hijo del artista. Según el demandante, la diva calcó hasta 11 fotografías de su padre para el videoclip de Hollywood, el segundo sencillo de American Life.
Samuel Bourdin reclamó medio millón de euros a Madonna, que reconoció haberse inspirado en el trabajo del fotógrafo francés, por haber vulnerado presuntamente los derechos de autor de su padre. La demanda, aún sin resolver, colocó otra vez la obra de Bourdin en primera línea. Pero el valor de su mirada ya estaba fuera de duda desde mucho antes.
Por varias razones. La primera de ellas es la transformación del insulso lenguaje de la fotografía de moda. Bourdin conoció a Edmonde Charles-Roux, redactora jefe de Vogue en 1954. Ese mismo año publicó la primera fotografía de moda en la revista más influyente del momento.
IMAGEN ESCANDALOSA
La instantánea, titulada Sombreros-conflicto, escandalizó a los lectores de la publicación. Como explica Gingeras en el prólogo del libro, Bourdin se llevó a las modelos al mugriento mercado de carne de Les Halles de París. Allí las hizo posar con las últimas creaciones del sombrerero Claude Saint-Cyr debajo de las cabezas de vacuno, vísceras y trozos de carne fresca colgados. Las mujeres, vestidas como para una foto convencional, contrastaban con la sordidez del entorno. ¿Un mensaje oculto sobre la opinión que le merecía la moda a Bourdin? No, simple y llana provocación. Un camino que nadie ha podido esquivar desde entonces.
Además de Vogue, para la que trabajó hasta 1987, Bourdin entabló una fructífera relación profesional con el zapatero Charles Jourdan en los años 70. El fotógrafo fue pionero en plasmar gráficamente el componente fetichista del calzado. Desde su colaboración, el zapato de tacón sirve para mucho más que caminar.