Michelle Obama está convencida de que haberse convertido en icono de la moda no tiene nada que ver con ella. "Cualquiera en esta posición --ha dicho-- es un tremendo foco de atención, y en los medios de hoy en día el foco se hace más intenso. No me lo atribuyo a mí o a Barack. La cultura, simplemente, ha cambiado". Con esta lógica aplastante habla una mujer que tiene 49 años, madre, graduada en Princeton, abogada por Harvard y mentora en su día de quien llegaría a ser su esposo y presidente de Estados Unidos.

El razonamiento parece latir tras muchas decisiones de alguien que en ningún momento ha dado muestras de sucumbir bajo la presión de ser no ya solo la primera dama, sino la primera dama negra. Y esa libertad de pensamiento parece haber encontrado también una vía hasta su armario y su estilo, imposible de definir mejor que como lo hizo Kat Stoeffel en la páginas de la revista New York: "Inconsistente consistencia".

EL FONDO DE ARMARIO A los necesitados de etiquetas, Michelle Obama les debe de provocar ataques de ansiedad. En su armario no hay ni unidad de colores, ni de formas, ni de atuendos, ni de precios, ni de diseñadores. Solo en el 2010 apareció públicamente con ropas de más de 50. Y repartió así generosamente su toque de reina Midas.

Un profesor de la New York University lo analizó en el año 2010 y comprobó que la primera dama tiene un efecto sin precedentes: generó casi 2.100 millones de euros para las 29 compañías de las que lució ropa y complementos en 189 apariciones entre el 2008 y el 2009, entre ventas directas, indirectas y alza de acciones.

Claro ejemplo de este efecto es, por ejemplo, Reed Krakoff. En tres ocasiones desde principios de año, Michelle Obama ha elegido para señaladas ocasiones creaciones de este diseñador, que también firma el vestido que la primera dama sacó de su armario para la portada del reciente número de Vogue. El presidente y director creativo de Coach pasó antes por Ralph Lauren y Tommy Hilfiger, y a base de "estilo, color y optimismo" ha hecho crecer un 700% la antigua casa funcional de complementos de piel, convirtiéndola en un mastodonte de más de 3.000 millones.

Krakoff --de 47 años, ingresos anuales de más de 16 millones de euros y casado con la hija de un ministro de Defensa de Jacques Chirac-- tiene su propia línea de "lujo chic para cada día". Se define más como "alguien que está en el mundo creativo y del diseño" que como diseñador de moda. Colecciona y diseña muebles y hace de fotógrafo en sus anuncios.

EL ESTILO Precisamente para esa portada de Vogue (la revista que dirige una de las grandes donantes de la campaña de su marido, Anna Wintour), Obama escogió un vestido de su propio armario. Lució su tan comentado flequillo. Cambia el collar de perlas de dos vueltas de la primera portada de hace cuatro años por uno de una sola. Está radiante. Pero hay algo más tras esa imagen, un mensaje que Dee Dee Myers, que fue secretaria de prensa de Bill Clinton, ha resumido así: "Las mujeres vistas con la lente de la moda no están condenadas a ser declaradas frívolas. Da a estas mujeres la oportunidad de ser tridimensionales. Se puede ser poderosa y femenina, tener autoridad y ser bella".

Aunque algunos, como la diseñadora Vivienne Westwood, se atreven a decir que su estilo es "horrible" --"se ve muy bien pero no tiene ni idea de la ropa que le sienta bien"--, Michelle Obama exuda algo impagable: autenticidad, independencia y libertad.

"Siempre digo que la gente debe ponerse lo que le hace sentir bien, eso es lo que yo intento siempre", ha dicho sobre su estilo la propia Michelle Obama, que ha hecho de la lucha contra la obesidad infantil su principal prioridad mientras esté residiendo en la Casa Blanca. "Mujeres, poneos lo que os gusta. Somos nosotras las que lo tenemos que llevar".