Aragonesa por los cuatro costados pese a haber nacido en Buenos Aires, lleva un año exhibiéndose con ‘Gurs’, el documental que narra lo sucedido en el campo de refugiados francés por el que pasaron muchos aragoneses.

—¿De dónde viene la pasión por el cine?

—La vena de dirección me viene desde pequeña. Mis hermanos dicen que a mí no me gustaba jugar, que me gustaba jugar a mandar, a organizar sus juegos. Me hubiera gustado ser actriz y empecé a estudiar interpretación, pero me di cuenta de que no era tan valiente para aceptar ese mundo tan complicado.

—¿Valiente en qué sentido?

—Arriesgas demasiado personalmente y a nivel emocional. Es una carrera de fondo en la que influyen varias cosas, como la suerte o ser bueno. Y yo no era buena, sinceramente (risas).

—Es vocacional, en cualquier caso.

—Sí. Yo estudié comunicación audiovisual y en la carrera aproveché mucho el tiempo. Hicimos varios cortometrajes y estuve siempre muy activa aunque fuera a nivel amateur.

—¿‘Gurs’ es lo mejor de su carrera?

—Sí. He ido in crescendo. Cada corto que hacía lo presentaba a festivales con muy buenos resultados, aunque Fuentes de Ebro ha sido mi festival padrino.

—¿Cómo nació?

—Empezó siendo un reportaje, pero fue creciendo y no hubo manera de pararlo. Gracias a mis productores, Anabel Beltrán y Fernando Yarza, no he tenido que soportar todo el peso de la producción. Han tenido compromiso y gracias a las subvenciones que lograron pudimos hacer un documental más grande y contar con animación, con Paco Roca.

—¿Se puede vivir del cine?

—Ese es mi objetivo. Ahora mismo soy script en Acacias 38, que es lo que me da de comer. A día de hoy no me puedo ganar la vida, pero ese es el siguiente paso, superar el techo de cristal y poder llegar a dirigir.

—¿De dónde surgió la idea de Gurs?

—Fue un regalo que me cayó del cielo. En un partido de baloncesto de mi hermano pequeño conocí a Fernando y Anabel. Él es profesor de instituto y llevaba a sus alumnos a hacer una visita cultural al campo de refugiados de Gurs. Le sorprendió cómo a esos jóvenes les emocionaba saber lo que había sucedido allí y me propuso hacer un reportaje.

—¿Se le abrió un mundo inesperado?

—Claro. No conocía esas vivencias de determinadas personas ni el esfuerzo que habían hecho sus descendientes. Quise contar la historia, pero dándole luz con historiadores para que se pudiera comprender mejor.

—¿Las imágenes animadas le ayudan a restar dramatismo?

—Quería despertar interés en la gente más joven. Cuando tú ves un primer plano de una persona mayor contando sus vivencias, hay un punto de desconexión al existir esa gran brecha generacional.

-¿Cuál es su siguiente paso?

El siguiente paso sería la película. Me encantaría trabajar en Aragón. Se ha filmado muy poco en Zaragoza y es raro siendo una ciudad tan bonita, con calles preciosas y su buen nivel de vida. Más que película, me apetecería hacer una serie contada en las calles de Zaragoza.