El jacetano es el coordinador de la Orquesta Sinfónica Ciudad de Zaragoza, un proyecto que nació hace seis años y que, no sin dificultades, va consolidando su idea de ser una ventana para los músicos aragoneses.

—Seis años ya de proyecto de la SInfónica Ciudad de Zaragoza, ¿cuál es su situación actual?

—Sobrevivimos que no es poco. Hubo quien nos dijo ‘os voy a apoyar en vuestro primer fracaso’ y seis años después sobrevivimos lo cual no significa que estemos bien. Desde luego hay un antes y un después en lo que es la ampliación de residencias del Auditorio. El tener un reconocimiento de ser un grupo estable nos dio esa posibilidad de tener un poco más de estructura. Aún así, las carencias que tenemos son enormes. Y la falta de apoyo del resto de administraciones públicas es bastante seria.

—Cuando nacieron tenían claro que buscaban ser una ventana para los músicos aragoneses que en muchas ocasiones tienen que emigrar, ¿se ha conseguido?

—Todas las agrupaciones que estamos de residentes hacemos lo posible porque los músicos tengan su sitio. El problema es que la carencia es de todos también, la estructura sigue siendo insuficiente para que esos músicos tengan una ventana profesional estable. Nosotros al final podemos hacer las contrataciones por proyectos y con dinero escaso, con lo cual sí que tienen esa posibilidad de hacer parte de su trabajo en las orquestas aragonesas pero sigue habiendo bastante carencia y sigue habiendo muchísimos músicos aragoneses que están en el extranjero. Hay mucho camino por andar.

—¿Cómo es la calidad de los músicos aragoneses?

—Sigue siendo de primer nivel, somos exportadores de músicos de muchísima calidad y el asunto es que de esa inversión que se está haciendo en talento en los conservatorios aragoneses puedan disfrutar los propios músicos haciendo música en su tierra y pueda disfrutar todo el público también.

—Estamos invirtiendo mucho dinero en la formación para un talento que se escapa en la siguiente etapa, ¿se solucionaría con presupuesto?

—Sí, y con un presupuesto mucho menor de lo que en otros sitios han sido las orquestas de funcionarios. Aquí ha habido varias iniciativas orquestales que hemos apostado por hacer proyectos muy sostenibles que en ningún momento creen estructuras grandes que lastran tanto el trabajo artístico como la economía de la orquesta pero con un poco más de apoyo, podríamos dar muchísimo más.

—Y aunque se diga problema de público no hay, ¿no?

—Siempre digo una cosa y la defiendo, la música que más gente consume en directo es la clásica. Una producción como el Concierto de Año Nuevo la van a ver 4.000 personas, ¿cuántos grupos de pop tienen ese público en concierto en Zaragoza? No tantos o muy poquitos. A pesar de los años duros de la crisis, el Auditorio ha resistido muy bien incluso con una media de público superior a la de otras ciudades de mayor tamaño.

—¿Y el futuro?

—Seguir creciendo con mucha cabeza y cuidado. Pasaría por ir estabilizando plantilla, creando un sonido propio, queremos una orquesta para Aragón, con un perfil propio y cuya vocación sea de servicio a la comunidad.