Reputado periodista del diario ‘ABC’, no olvida el lustro que pasó en su «querida» Zaragoza. Acaba de presentar un informe recorriendo tierras norteamericanas, de Florida a Alaska, contando las andanzas españolas

—Es poco común su pasión por la historia que dejó España en Estados Unidos.

—Sí. Me llegó tardía, además, en el 2011, cuando hice un viaje por la costa Este norteamericana del que luego salió un libro, La costa de los rebeldes. Descubrí San Agustín, la ciudad continuamente habitada más antigua de Estados Unidos, fundada en 1565 por Pedro Menéndez de Avilés. Allí sigue existiendo el castillo de San Marcos, un antiguo fuerte donde cada mañana se iza la bandera española, la antigua con la cruz de Borgoña que utilizaban las tropas.

—‘De Florida a Alaska: tres siglos de legado español’. ¿De dónde sale la idea de este informe?

—Me lo propuso The Hispanic Council y se me ocurrió plantearlo así porque es muy desconocida nuestra presencia en el noroeste del continente americano. En el informe hago un recorrido de esos siglos, partiendo de 1513 con la llegada de Ponce de León a Florida hasta la exploración y ocupación de esa zona tan lejana.

—España seguía allí incluso después de reconocerse a EEUU como país.

—Sí. Es curioso. La revolución americana tuvo lugar en 1776. En 1783, con el Tratado de París, la comunidad internacional reconoció el nacimiento del país. Pero mientras se estaba formando en la fachada atlántica, en las famosas 13 colonias originales, al otro extremo España seguía ampliando las fronteras del mundo conocido. Lo hizo hasta el año 1821.

—¿Qué pintaba un español en Alaska?

—El desencadenante de la presencia española en esa zona es la amenaza de la llegada de los rusos desde el otro lado del Estrecho de Bering. Habían empezado a llegar informes de los embajadores españoles en San Petersburgo de las exploraciones que se estaban haciendo por parte rusa. Estaban muy interesados en el comercio de pieles de nutria. De lo que se trataba era de frenar la posible amenaza de los rusos que pudieran ir bajando hacia California. Desde 1774 hubo doce expediciones marítimas a esa zona. Un catalán, Salvador Fidalgo, llegó a plantar la bandera española en el territorio más septentrional hasta el que se había llegado.

—No se ha hablado mucho de esa parte de la conquista española.

—De hecho, se atribuye la exploración de aquella zona a James Cook y al propio Vancouver. Los británicos siempre han sido mejores que nosotros a la hora de exhibir sus proezas. Que sea más desconocida esa parte de nuestra historia lo atribuyo, entre otros motivos, a que también coincidió con la parte final de la presencia española en el continente americano.

—¿Le viene algún aragonés de la época a la cabeza?

—Había un fraile franciscano que se llamaba Francisco Garcés, natural de Morata de Jalón. Participó en la exploración de Arizona, por el río Colorado hasta el Gran Cañón. Con Juan Bautista de Anza abrió una ruta terrestre para llegar a la alta California. El viaje en barco era una pesadilla y las gentes de San Diego y Monterrey estaban condenados a un perpetuo celibato. Necesitaban que llegaran mujeres, víveres, más cosas… Necesitaban, en definitiva, esa ruta en la que participó activamente este fraile aragonés.