Aragonés nacido en Buenos Aires. Publicista y escritor. En ‘El hijo del doctor’ novela parte de la historia de quienes, como él, vivieron el exilio. Lo presenta el día 24 (19.30), en El Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Zaragoza.

-Vuelve a la tierra de su adolescencia a presentar un nuevo libro...

-Pero no siento que este viaje a Zaragoza sea un viaje de regreso. En realidad, no me he ido nunca. Mis hilos emocionales están intactos. Incluso he publicado cosas sobre Huesca y Aragón, recientemente --Elogio de la chireta y otras crónicas-- y mantengo desde hace muchos años una columna mensual en el viejo semanario de mi Ciudad del Vero, Barbastro.

-Aunque nacido en el exilio es hijo de aragoneses.

-Soy hijo, nieto y bisnieto de aragoneses. Agricultores, boticarios, comerciantes, médicos, recaudadores... ¡Aragoneses de los pies a la cabeza!

-Su libro reivindica esa memoria, la de la emigración.

-La historia de España está en la novela muy presente en sus etapas a lo largo de 120 años, y es en efecto una memoria de la emigración y el exilio, pero por encima de todo es un elogio a las lealtades. Los personajes de El hijo del doctor viven muchas aventuras; hombres y mujeres se ven arrastrados por vientos muy poderosos de la Historia y solo sobreviven gracias a su sentido de la lealtad. Lealtad a la amistad, al amor, a los orígenes y, sobre todo, a los principios.

-Dice que, más que una autobiografía, el libro es un espejo.

-Comprendo que, como autor, soy el primer sospechoso de ser el protagonista. Pero la verdad es que la novela es como un espejo donde se reflejan miles de historias parecidas. El hijo del doctor en realidad somos muchos.

-Usted es publicista, un publicista de éxito. ¿Cuándo sintió por primera vez la necesidad de escribir?

-No me acuerdo. Escribir, contar historias, creo que es un impulso humano desde que se inventó el fuego alrededor del cual se reunían las familias…Yo recuerdo haber emborronado cuadernos desde que era adolescente. Creo que escribo casi igual, con algún adjetivo menos, pero en el fondo solo ha variado mi experiencia, el prisma a través del cual miro ahora mis recuerdos de niño. Ese es mi motivo de escribir una novela con personajes casi reales, hacer que usted sienta hacia ellos lo mismo que yo.

-¿No cree que hay algo de su oficio como publicista es su estilo? Es como si lanzara imágenes al cerebro en frases.

-Hombre, no se es publicitario impunemente durante cuatro décadas escribiendo comerciales. La publicidad obliga al resumen más estricto, es la base de todo eslogan. Pero lo que te enseña es a escribir en muchos estilos, muchos registros, una flexibilidad de oficio. Un profesor de mi tesis me dijo que no me aceptaba un trabajo porque pensaba que yo no podía escribir como un catedrático, con aquella música tan académica. Y sí, podía. Lo dejé estar.

-Si después de la presentación de su libro, el martes, dispone de media hora en Zaragoza… ¿Qué escapada hará?

-Puedo resumir 120 años de historia en una novela, pero no puedo resumir Zaragoza en media hora. Seguramente entraría en cualquier bar, pediría, unas buenas madejas. Y cerraría los ojos…