Es aire fresco. Y respeto a la tradición. Es ‘La jota de ayer y hoy’. La que, como hizo su maestro, quiere reivindicar como arte de raíz. Bilbilitano de voz prodigiosa. Lleva toda una vida en escena. En octubre celebrará en el Principal con Beatriz Bernad diez años de un hito.

-Están preparando un buen lío en el Principal de Zaragoza para finales de octubre, cuando se cumplen diez años de la puesta en escena de ‘La jota de ayer y hoy’.

--Es verdad que se cumplen diez años desde que entramos con La jota ayer y hoy, aunque la grabación del disco es de hace 14. Pero esa puesta en escena marcó un antes y un después. También es cierto que el espectáculo que ahora hemos preparado no tiene nada que ver con aquel. Va a ser muy especial para nosotros. Y son cuatro días en el Principal, del 24 al 27 de octubre, que es una responsabilidad...

-Tiene pinta de hacerme un Mayra Gómez-Kemp «hasta aquí puedo leer»...

-Bueno, ¡no! Puedo añadir que Beatriz Bernad y yo estamos preparando esto con mucha ilusión, dirigidos por el maestro Gambino, con Toño Monzón, de productor, con Marian Pueo... Intentando sacar cosas nuevas pero con el respeto a la tradición que nos enseñó nuestro maestro.

-Cada vez que habla de su maestro, no dice ni el nombre. Para usted es evidende de quién hablamos: Jesús Gracia.

-Es que, después de mis padres, fue la persona más importante de mi vida. Cuando desapareció, me dejó huérfano en lo artístico. Y, a pesar de la diferencia de edad, fue siempre joven. Él, aunque estuvo sujeto a una época sociocultural y política determinada, empezó a sacar el baturrismo de la jota y a limpiar las letras zafias. E hizo la gran antología junto a Demetrio Galán Bergua, de cuyo nacimiento se cumple el 125 aniversario, y que ha sido un hombre al que nunca se le ha hecho justicia, por todo lo que hizo por la jota.

-En sus palabras se nota que ama la jota, aunque no tiene pinta de cantador: estudió en Icade, le gusta la moda...

-(risas) Cuando conocí a Montserrat Martí Caballé, le explicaron que iba a cantar con un cantador y me dijo: «yo me imaginaba a un señor mayor». (risas). Lo que tiene de bueno la jota de hoy es que el gran colectivo que la mueve es gente muy joven. Y, es más. Se puede vestir un traje regional y ser elegante.

-¿O cantar jota vestido de vaqueros?

-¿Por qué no? También lo hemos hecho. La jota no ha dejado de evolucionar. Y hoy en día la jota se debe tomar como una música más, como algo vivo... No y hay que tener tantos complejos con la jota, porque los tenemos. La jota tiene un gran valor como música de raíz y, por lo tanto, podría estar donde están el fado, el tango o el flamenco. Pero nos llevan años luz, porque no hemos sabido ponerla al día. Es un diferenciador de la cultura aragonesa y, como tal, deberíamos enriquecerla.

-¿Cómo empezó usted en esto?

-A mi padre le gustaba la música, pero yo no tenía tradición familiar. Me gustaba cantar. Debuté con la coral bilbilitana con cuatro años por Olga Recaj, y a la edad de ocho años tuve la oportunidad gracias a ella de recalar en casa de Jesús Gracia. Y él me dijo: «mira, chaval, esto es una cosa muy seria; y no hemos venido aquí a perder el tiempo». Y, por muy duro que parezca, aquello captó en mí la atención y supe que quería ser cantador de jotas.

-Lo supo incluso cuando el cambio de voz le obligó, en la adolescencia, a dejar de cantar durante seis años.

-Él me avisó de que aquello ocurriría... Estuve seis años sin poder actuar pero quería volver y competir y fui muy perseverante. Quería recompensar a mi maestro por todo lo que me había enseñado.

-En Catalayud, tienen buenas voces.

-(risas) Sí, fijate, una de mis primeras profesoras fue María Teresa Aguirre, que estaba afincada en Catalayud; antes estaba María José Tornos, que era maravillosa. Y Sara Comín, Yolanda Larpa y yo hemos crecido juntos... Hemos sido amigos toda la vida. Ahora hay una cantera maravillosa y aunque Calatayud no ha sido cuna de la jota como tal, sí lo ha sido de letristas.

-Muchas veces se ha hablado de su voz, por esa tesitura que le acerca al lírico.

-Yo no soy un lírico, aunque alguna vez me haya acercado al género con mucho respeto. De hecho, el 9 y 10 de octubre, estaré en el Auditorio, con la Antología de la Zarzuela, con Beatriz Gimeno y Montserrat Martí Caballé, Amici... Mi padre tenía la ilusión de que yo me hubiera dedicado al lírico, porque él era un entusiasta del género. Y yo, como él me apoyó siempre tanto, de alguna manera, cada vez que salgo pienso: «mira, papá, esto va por tí».

-¿Cuántos premios tiene en casa?

-Muchos. Pero no hay premio comparado al cariño de la gente.

-Creo que, al igual que hizo su maestro, mantiene su vínculo con la docencia.

-Sigo dando clases donde yo las recibí, porque así me lo pidió su viuda, Piedad, otra grandísima cantadora. Ella no quería que se perdiera la jota en su casa.