Ha traído a Zaragoza su documental ‘Equipo D. Los códigos olvidados’, sobre 7 republicanos españoles que trabajaron en Francia como espías para descifrar el código encriptado nazi.

El jefe, Antonio Camazón, vivió y murió en Jaca.

—¿De qué trata ‘Equipo D’?

—De un grupo de siete españoles republicanos exiliados que, tras el fin de la guerra civil, fueron reclutados por los servicios de inteligencia franceses para desencriptar y descifrar los mensajes de la máquina Enigma, con la que emitían sus mensajes los nazis.

—¿Quiénes eran?

—Hasta ahora solo se sabía la identidad de Antonio Camazón, el jefe del equipo, pero en el documental revelamos por primera vez la de todos y sus rostros. Aunque la procedencia solo la sabemos de Camazón.

—Un jefe de espías aragonés de adopción, ¿no?

—Camazón era de Valladolid y su mujer, de Jaca, por lo que vivió y murió allí, donde está su tumba. Era un policía que se dedicó a labores de criptografía durante la guerra civil. Era un apasionado de las lenguas y estudiaba idiomas. De hecho, su biblioteca de 800 volúmenes escritos en 150 lenguas, la biblioteca del espía, se conserva en la biblioteca María Moliner de la Facultad de Filosofía y Letras.

—¿Es cierto que ni sus vecinos de Jaca sabían de su proeza?

—Sí. Ni siquiera su tumba lleva su nombre, solo el de su mujer. Estuvimos en Jaca mostrando su foto a vecinos y mayores, y sí le conocían, pero nadie tenía ni idea de lo que había hecho. Fue una casualidad que su sobrino viera la foto en internet y se enterara de lo que hacía su tío. Si no, esto nunca se hubiera sabido.

Jorge Laplace ha traído a Zaragoza su documental 'Equipo D'. Los códigos olvidados', sobre 7 republicanos españoles que trabajaron en Francia como espías para descifrar el código encriptado nazi. El jefe, Antonio Camazón, vivió y murió en Jaca.

—¿Cómo se enteró de la existencia de este grupo de espías españoles?

—El encargo me llegó de la productora. Y me interesó porque, por un lado, es la tercera historia que hago siguiendo la línea de los olvidados, tras el guion del documental 30 años de oscuridad, nominado a los Goya y que sirvió de base para La trinchera infinita, y la dirección de 23 Disparos. Y, por otro, también me gustó porque podía convertirse para el público en una película de espías.

—¿Dónde se ha documentado?

—Ha sido complicado, pero me asesoraron tres grandes expertos: los profesores de Zaragoza Paz Jiménez Seral y Manuel Vázquez, y José Manuel Soler. Con muy pocos testimonios e imágenes había que montar un largometraje, y ha sido difícil. Nos trasladamos a Francia, a Jaca, a Zaragoza…. Eran servicios secretos, y esta gente no anda haciéndose fotos o grabando demasiado.

—¿Qué puede contar sin ‘spoiler’?

—Los servicios de inteligencia franceses los reclutaron. Trabajaron en París y en el sur de Francia hasta que se dispersaron porque los alemanes tuvieron noticias del descifrado de Enigma.

—¿Cuál fue su papel?

—Uno de los más importantes en la segunda guerra mundial, porque, al fin y al cabo, tuvieron un papel activo en el desembarco de Normandía o en la localización de objetivos alemanes en Italia, norte de África o incluso Gibraltar. Pero tuvieron la desgracia de ser españoles. Y mientras sus compañeros polacos y franceses son héroes nacionales, tienen calles y están en los museos, esta gente murió en el más absoluto anonimato.