Zaragozana, escritora, poseedora de un Cervantes Chico y, desde esta semana, del Premio de las Letras Aragonesas. Este viernes, dio el pregón de una inusual Feria del Libro de Teruel, donde presentó su última novela, ‘El brindis de Margarita’.

Este viernes fue pregonera de la Feria del Libro de Teruel, de forma virtual. ¿Cómo resultó la experiencia?

Ha sido raro. Y aún así emocionante po volver, de alguna forma, a Teruel, donde viví cuatro años. La única ventaja que ha tenido es llegar a personas que, en formato presencial, no hubieran salido de casa. Es extraño dar un pregón en zapatillas desde el despacho de casa. El pregón fue, además, un homenaje a Joaquín Carbonell, cuya pérdida nos ha dejado huérfanos.

A la feria llegó con sus últimos libros bajo el brazo. En primer lugar, con ‘El abrazo de las amapolas’, una nueva colaboración con David Guirao...

David ha hecho un trabajo genial con esas ilustraciones. Hay un lenguaje muy poético en sus ilustraciones, que va mucho más allá de lo que yo voy con mis palabras y con mis pensamientos. Y, especialmente en este libro en el que se cuenta la historia de unos niños que quieren ver lo que hay más allá de una verja prohibida. Y lo que hay son secretos. A los niños a veces se les sobreprotege. A ellos hay que contarles las cosas pero desde una forma más poética.

En Teruel también presentó ‘El brindis de Margarita’, una novela para adultos que acaba de salir del horno.

Es la historia de una mujer que va a su casa familiar a vaciarla después de la muerte de su padre. Y los olores y los recuerdos le llevan a su adolescencia. A una época en la que, como ahora, se vivía un proceso de transformación social. Por ejemplo, a la generación de mis padres, la palabra libertad le pilló a contracorriente porque no les habían enseñado a tener una visión crítica..

En la novela hay recuerdos y presente. Está ambientada en Zaragoza y en Torrero, su barrio. Y el comienzo coincide con la exhumación del cuerpo de Franco.

Ella va a vaciar lac asa de sus padres, justo el día que va a exhumando a Franco. Eso le lleva al pasado. Se recuerda a través de conversaciones con amigas, con una vecina. El diálogo hace que se vea todo desde una manera caleidoscópica. No solo desde el de Margarita, sino también lo que cada una de las amigas y vecinas recuerdan y sienten y sobre las realidades que vivieron y ocultaron, en muchos casos. Había muchas ocultaciones. Había miedo. Igual que ahora hay miedo al salir. Salimos al miedo, cada vez que salimos de casa, como dice una prima mía muy sabia. No es nada parangonable, pero miedo al fin y al cabo. Si vivieran ahora nuestros padres, la sensación de miedo no les pareceía tan rara como a las nuevas generaciones que nunca lo han vivido.

Dice usted que no le echa azúcar ni al té, ni a sus palabras.

Los nombres dicen mucho. Los adjetivos edulcoran. Y por eso, esta novela no es complaciente con nada. Ni siquiera con la narradora. Es muy cruda, aunque también tiene humor. Cuando terminé de escribirla, me eché a llorar. Y no me pasaba nada, sino que había escrito una novela que me dejó desgarradísima, como espero que deje a los lectores. Leemos por muchas razones, pero también vivir muchas vidas.

Suele escribir infantil o juvenil y esta es una novela de adultos, como lo fue ‘Bajo el sol de San Marcos’. ¿Elige usted el público o lo hace la propia historia?

Es una pregunta complicada y eso que está bien formulada. A veces escucho algo terrible: «¿cómo has dado el salto?». Los libros no tienen edad. Escribir infantil es complicadísimo. El Abrazo de las Amapolas es un libro que los adultos pueden disfrutar. Cuando te pones a escribir, ya el registro lingüiístico te lo da todo. Yo me meto en la piel de Miguel o en la de Margarita y ellos me dicen cómo van a hablar.

A usted este año le ha hablado de muchas cosas. De pandemias, pero también de premios como el de las Letras Aragonesa, que por fin recogerá este martes.

Me están pasando cosas que me cuesta asimilar en medio de esta zozobra. Me van a dar el premio y no va a estar mi marido, que se ha quedado en Noruega. Ni mucha gente, por el aforo. No voy a poder besar ni abrazar. Es todo raro. Pero estoy muy agradecida, porque han premiado a alguien que se preocupa de potenciar la literatura para niños y jóvenes. Y esto es algo por lo que en Aragón se ha trabajado mucho. Aquí tenemos grandes bibliotecarios y bibliotecarias, escritores que cuentan cuentos... Es una apuesta importante, porque se apuesta por el futuro. La lectura es la base para crear un pensamiento crítico.

¿Ha pensado alguna dedicatoria?

He preparado algo hermoso. Y espero mantener el tipo. Yo me acuerdo mucho de mis antepasados, de los que no sabían leer ni escribir. Mi abuela no sabía escribir, porque mi bisabuelo solo enseñó al varón. Y todas esas generaciones siento que están empujando. Yo me siento deudora de todos ellos. Deudora de el trabajo en el campo, del tranvía que conducía mi abuelo.. Gracias a ese trabajo yo estoy aquí.