-¿Con los tiempos que corren, un roquero impenitente como usted no siente más necesidad de descargar adrenalina con su grupo Despierta McFly en un escenario que ponerse a escribir poesía?  

-Sí, sí, por supuesto. Estos días lo pensaba. Tengo ganas de conectar la guitarra y poner el amplificador a mil y soltar toda la rabia acumulada durante este año. Pero es verdad que la poesía me libera de alguna manera, me hace feliz y también he de decir que las canciones que ahora estamos haciendo tienen una conexión con el poemario que acabo de sacar. Pero tengo que reconocer que llevo 27 años en la música y siempre he necesitado tener una banda de rocanrol activa para soltar esa adrenalina y también creo que la gente necesita el rocanrol para lo mismo.

-¿Cuánto tiene de roquero el poeta y de poeta el roquero? 

-En el fondo no se pueden desligar pues son la misma persona que tiene una misma voz, unas mismas inquietudes, incluso una misma manera de escribirlo, aunque sean lenguajes diferentes. Escribir poesía hoy es de alguna forma seguir haciendo rocanrol, es buscar un lenguaje pues un creador siempre está buscando. En mi caso, en la poesía está la búsqueda de algo oculto, de algo elevado y tiene que ver con las pulsiones personales, algo que es propio también del rocanrol.

-De todas las formas, su último poemario ‘Tanto por destruir’ no es precisamente amable, aunque creo que va más de un desgarro interior que de querer acabar con cosas externas ¿o no?

-Hay ambas cosas. Por un lado está la vertiente interna, destruir todo aquello que no te deja avanzar, pero también pretendo apelar al lector para destruir lo que estás viendo fuera. El poemario cierra una trilogía que incluye El acero y el castigo y General invierno que acaba con una voz desgarrada que tiene mucho que ver con una época personal, de percepción vital de las cosas. No es poesía social, pero sí tiene algo de compromiso regenerador, de apelar a una regeneración colectiva, pues habrá que hacer algo mejor para que las cosas cambien, que no sigan como están, y hablo de los inmigrantes, de la corrupción, de la falta de empatía con el dolor de los demás... Hay que plantearse cómo vamos a avanzar como sociedad.

-¿Por cierto las gentes de Trasobares, Calcena y Oseja qué dicen cuando ven que el secretario de sus ayuntamientos es conocido como músico y poeta?

-Les hace gracia esa doble vertiente funcionarial y musicopoética , te ven en la tele, te preguntan...

-¿Qué le aporta esa faceta laboral a su faceta creativa?

-Sobre todo me aporta estar en lugares tan despoblados, una realidad que desde la ciudad no se percibe con tanta nitidez. Cuando escribes poesía siempre estás solo y en esos pueblos la soledad es muy fácil de practicar. Aparte, hay en mí una lírica heredada de Más Birras, por ejemplo, con la canción Hay una cruz en el saso, que dice ‘yo maldigo la ciudad’, y en realidad, a mí el ruido de la ciudad no me seduce a la hora de crear. Está también el contacto con la naturaleza. Soy de Tarazona y ahora estoy en la cara oculta del Moncayo y la poesía tiene mucho que ver con las raíces. Mi próximo libro se titulará El perfume blanco de los días y habla de la naturaleza, la espiritualidad y el silencio, y qué mejor escenario para escribirlo que la montaña.