Son el director artístico y la coordinadora, junto a Belén López, del coro Cantatutti, un proyecto pionero en la incorporación de la lengua de signos a la música. Han generado una cátedra y un modelo que emociona en la Universidad de Zaragoza

Han puesto en marcha un proyecto pionero en incorporar la lengua de signos. La música como cambio social...

Icíar Nadal (IN): Hay muchos proyectos de músicas sociales que funcionan desde hace años. Pero es verdad que sí somos pioneros en hacer música con lengua de signos... Ya son cuatro años de trabajo y ha habido cosas increíbles.

Borja Juan (BJ): ¡La verdad es que el tiempo ha pasado muy rápido y en este tiempo han ocurrido muchas cosas! Apostar por hacer una música más accesible ha sido una tendencia a nivel global. Por ejemplo, por parte de artistas como Rozalén. Pero hacer esto en un coro ha sido novedoso. Y nos sentimos orgullosos.

¿Cómo nació este proyecto?

IN: Yo soy profesora en la Facultad de Educación. Desde que entré, me encargaba del coro y actuábamos en todos los actos. Borja, por su parte, estaba haciendo el máster que se centró, precisamente, en la música coral. Y, en ese momento, recibí una petición que me tenía sin dormir: dos chicas sordas me escribieron pidiendo cantar en el coro. No sabía cómo hacerlo pero sí que Borja había estado trabajando en proyectos músico sociales en la Ruta Quetzal. Así que hablamos y empezamos a trabajar.

¿En la Ruta Quetzal? ¿Con Miguel de la Quadra Salcedo?

BJ: (risas) Sí, yo, cuando era un chaval, con 17 años, gané la beca para la ruta Quetzal. Ese año viajábamos a Méxiso. Entre todos, para aquellos que tocábamos un instrumento, había un aula de música itinerante y un coro. Casualidades de la vida, me vi muy involucrado en ese proyecto y, en 2010, volví allí como director de este coro. Estuve ocho años. Fui conociendo distintos países y trabajando con chavales. Y entré en contacto con proyectos que tienen la música como factor de transformación social. Muchos de esos proyectos comenzaron en Latinoamérica. Son modelos que intentan mejorar la sociedad.

Su proyecto fue creciendo con el apoyo de la propia Facultad de Educación o de colegio La Purísima, con el que colaboran.

IN: Con La Purísima entramos en contacto desde el principio. De hecho, les expusimos la idea, para ver si estábamos chiflados o no (risas). Nuestro coro cree en la inclusión con mayúsculas. En él canta desde el decano a muchos estudiantes de varias nacionalidades. Hay gente de fuera y de dentro de la universidad, no hay límite de edad y sí hay un vínculo de unión muy importante. Hay personas de varios colectivos: ciegas, asperger, down... Gente con diversidad funcional y gente que no la tiene y que conviven en un proyecto.

BJ: Nos dimos cuenta de que si queríamos hacer un proyecto inclusivo, tendríamos que contar con la diversidad en el más amplios espectro de la palabra.

El coro ha dado pie a una cátedra de Música e Inclusión para el Cambio Social.

BJ: Es una de las particularidades del proyecto, que va unido a toda una labor investigadora. Desde el primer momento nos pareció súper necesario vincular la acción musical con la investigación. La investigación valida nuestra labor, más allá de las buenas prácticas y los premios, si lo que queremos es que alguien pueda crear algo parecido y generar un camino en el que la música sirva de instrumento.

Premios como el de Ebrópolis...

IN: Ese premio nos permitió comprar tres mochilas vibratorias para que los sordos sientan la música. Ahora nos han metido en un proyecto de micromecenazgo de la universidad para seguir avanzando.

Durante la crisis sanitaria, la música ha sido un instrumento de unión para ustedes. Llegaron a lanzar una canción.

IN: No es fácil componer para un coro como el nuestro. Los textos tienen que poder ser signados. Esta canción está hecho por sensaciones de los propios componentes del coro sobre el proyecto. La letra de Somos tu voz es lo que ellos escribieron y que luego Salvador Berlanga, que colabora con nosotros, adaptó.

BJ: Hay que tener en cuenta que este es un proyecto coral pero, sobre todo, es un proyecto humano. Durante la pandemia, en cuanto vimos la posibilidad de volver, lo hicimos. Teníamos en el tintero esta pieza y ha sido como un balón de oxígeno. Era una manera de cantar en la adversidad.

¿Qué opinan de la educación musical?

IN: Yo soy profesora de Magisterio en educación musical y es una lucha que los políticos no acaban de entender. Hay centros que apuestan por ella, pero no tenemos que depender de la sensibilidad de un centro. Tendría que ser un derecho de los niños tener acceso a la música.

BJ: En pandemia, la gente ha visto la cultura como un salvavidas. Nosotros hemos encontrado apoyo y gracias a eso estamos avanzando en proyectos multisensoriales que podremos presentar muy pronto.