La recuperación de los bosques aragoneses vivirá en los próximos dos años un impulso decidido gracias a las plantación de dos millones de árboles en una superficie de 2.000 hectáreas, con el objetivo de frenar la erosión de los suelos y devolver el vigor a unos terrenos de monte que vivieron su esplendor a mediados del siglo XIX. A partir de entonces comenzó la explotación maderera y el progresivo abandono rural que fueron pelando las laderas de valles y barrancos.
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