Lían y Yousef son los propietarios de un nuevo restaurante que acaba de abrir en Zaragoza: Syriana. El local, situado en la calle Miguel Servet, justo en frente del Matadero, ofrece comida siria «auténtica». «No hay diferencia con lo que te servirían en mi país. Compramos aquí los productos pero todo lo hacemos a la manera siria», asegura su dueño. Ahora, el exotismo de la carta y de los platos que cocinan harán las delicias de los comensales, pero la historia de estos dos nuevos hosteleros tampoco dejará indiferente a nadie.

Lían y Yousef tienen 27 y 26 años, respectivamente, y llegaron a Zaragoza, donde se conocieron, en el año 2016. Vinieron huyendo de la guerra en su país, Siria, que todavía vive agazapada entre las balas una década después de que comenzara el conflicto.

«Cuando empezó la guerra los jóvenes teníamos dos opciones: Matar o nos mataban, así que tuvimos que huir», dice Lían, que acaba de comenzar a estudiar Derecho. «Ya estudiaba en mi país pero ahora tengo que empezar otra vez porque es muy diferente», explica.

Yousef y Lían, en su restaurante, Syriana, que acaban de abrir en la calle Miguel Servet de Zaragoza. CHUS MARCHADOR

En Syriana la carta es suculenta y apetitosa: sirven platos típicos de oriente medio como el humus, los falafel y los pinchos de carne, pero también hay combinaciones menos conocidas en España como el warak enab, que son hojas de parra rellenas de arroz y verduras, o el labna, una crema de queso siria con sésamo negro y aceite.

Por el momento, el éxito del restaurante es incontestable. Ya tienen todo reservado para comer y cenar para toda esta semana que viene. Y cuando abren por la mañana ya tienen a un grupo de parroquianos del barrio esperando a tomar asiento. En breves, además, van a empezar a repartir a domicilio. Lo harán, eso sí, con una compañía de riders éticos, Zámpate Zaragoza. Nada de empresas «que no traten bien a sus trabajadores».

Un proyecto solidario

Pero Syriana no es solo un restaurante, también es un proyecto de cooperación internacional. El 5% de lo que ganen vendiendo comida lo piensan dedicar a colaborar con distintos proyectos de ayuda a los refugiados. «De momento será el 5%, pero acabamos de empezar. Si nos va bien daremos más. Con tener para mis gastos y para pagar el alquiler yo tengo suficiente. Yo estuve en un campo de refugiados en Grecia durante un año. Sé lo que es. Y me siendo con la obligación de ayudar», explica Lían.

Además, en el restaurante están contratando también a jóvenes migrantes que se han quedado sin ingresos o que tienen dificultades para acceder a los planes gubernamentales de ayuda a los refugiados. «Queremos echarles una mano», dice el joven.

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Cuando ellos dos llegaron a Zaragoza también tuvieron quien les ayudó. Se trata del grupo de Ayuda a Refugiados en Zaragoza, cuyos voluntarios les acompañaron en sus primeros años para «aprender cómo se vivía aquí». Gracias a ello surgió en el 2017 Arabgon, un colectivo de refugiados con el que comenzaron a desarrollar diferentes actividades. «Íbamos a los mercadillos y vendíamos comida», recuerda Lían. Entonces comenzaron sus pinitos con la hostelería. Y hasta hoy. «Llevábamos cuatro o cinco años luchando por tener un negocio propio. Yo sabía que lo conseguiríamos. Nos gusta trabajar y soy muy cabezón, eso lo he aprendido aquí», ríe el joven, que no duda en definirse en «un aragonés de sentimiento». «También estoy aprendiendo fabla (aragonés)», asegura.

Con el local ya en marcha, están expectantes con lo que pasará a partir del 9 de mayo, cuando decaiga el estado de alarma. Ahora solo tienen un aforo de 13 personas y lo llenan rápido. El covid, eso sí, aunque les esté poniendo alguna que otra traba, también les ha facilitado montar el restaurante porque los alquileres, cuenta Lían, están ahora más baratos. «Si no no nos hubiera llegado», dice. Tienen por delante un camino lleno de posibilidades pero no se olvidan de los suyos. Sus familias. «Siguen en Siria. Esperemos que acabe la guerra ya y que podamos ir a verles y volver a nuestra vida», concluye el joven.