Pasan de las 16.30 horas en una de las consultas del centro de salud Actur Oeste, en Zaragoza. En ella está el enfermero Juan, con la vacuna anticovid de Janssen preparada, y sentado está José Antonio, de 68 años, bien remangado para recibir la dosis. Ambos se apellidan Lorente. Son padre e hijo. La imagen la capta este diario y también la madre y esposa de los dos, orgullosa, con móvil en mano. Su historia no será la primera ni la última, pero tras un año y tres meses de pandemia es un momento especial y emotivo que pone el broche a una etapa complicada.

«Fue pura casualidad y estoy muy contento de haber sido yo. Es un momento especial. Él siempre decía que prefería solo un pinchazo y cuando se abrieron las agendas para su edad, le cogí cita a través de la aplicación como todo el mundo. Lo hice sin saber que sería yo el enfermero, eso no se puede calcular», cuenta Lorente hijo.

Este sanitario zaragozano, que desde que terminó la carrera siempre ha ejercido en Atención Primaria, vivía con sus padres cuando estalló la pandemia. «Aquello fue difícil. En el centro de salud tenía muchos contactos directos, atendíamos a pacientes que luego daban positivo y lo hacíamos sin mascarilla. Sentí miedo por mis padres, que no salían de casa pero yo era un riesgo», explica. «Lo primero que hacía al volver a casa era ir al baño, meter el pijama en la ducha y lavarlo con lejía. Era todo surrealista, pero necesario», recuerda Juan.

Cuando pasó la primera ola (el confinamiento le impidió hacer una mudanza) se marchó a vivir con su pareja. Tras aquella «dureza» de los primeros meses, ahora ha podido inmunizar a su padre y el top de su historia familiar podría ser hacer lo propio con su madre. «Le he cogido cita para la de Pfizer ahora que su edad está en agenda, pero no sé si el día que venga estaré yo. Sería bonito, la verdad», dice.

Carga asistencial

Juan reconoce que «no esperaba» que la vacuna contra el covid llegara tan pronto. «Lo que todo el mundo pensábamos era que se necesitaban más años para desarrollarla, pero también es cierto que en un momento así se han hecho inversiones y puesto todas las infraestructuras posibles para crear una dosis totalmente válida», explica. El proceso de vacunación, a su juicio, avanza a buen ritmo. «Si me preguntas hace un mes, te diría que a ese 70% de cobertura tras el verano no llegamos, pero tras abril y mayo, y con las previsiones que hay, no lo veo descabellado», señala Juan.

En el Actur Oeste han llegado a poner unas 480 vacunas al día y el sanitario insiste en una cuestión: «La gente debe tener un poco de paciencia», dice. Las quejas se les acumulan porque la aplicación no funciona, en los teléfonos no hay respuesta y hay quien quiere adelantarse a su cita. «Algunos pacientes te piden en alguna otra consulta que se la pongas ya, porque sino va a tener que venir al día siguiente. La logística que hay detrás no la comprende. Cada vacuna tiene, por así decirlo, nombre y apellidos», explica.

En este sentido, Lorente hijo reconoce que «lo que más» le ha afectado en esta pandemia es la crispación por parte de la ciudadanía. «No es algo general, pero pasamos de los aplausos a muchas quejas. Entiendo los problemas, pero hay quien lo ha pagado con nosotros con broncas sin sentido. Esto no solo es un pinchazo, hay que preparar la dosis, cuya carga dura tres horas, y al mismo tiempo hemos seguido con nuestra actividad diaria», cuenta.

El enfermero ya ha administrado la dosis contra el covid más especial y ve el final de la pandemia cerca, pero advierte: «Esto no ha terminado. Quizás nos hemos relajado, pero siguen llegando pacientes contagiados. Que avance la vacunación no supone que el virus haya desaparecido», recalca.