Estaban tardando, pero los dulces que han causado furor en otros rincones de España ya ha llegado a Zaragoza de la mano de un nuevo negocio: La Pollofrería. Este nuevo establecimiento, que ha abierto hoy, vende pollofres y chochofres, que no son otra cosa que gofres con forma de pene y de vagina, respectivamente. La idea original surgió en Madrid, en el barrio de Chueca, y desde entonces la popularidad de este postre no ha dejado de crecer.

“La idea surge porque queríamos traer a Zaragoza un toque de diversión y algo picante, que hacía falta. Aquí hay muchas que hacer, muchas opciones de ocio, pero todo es muy normalito y muy lo de siempre”, explica Víctor Bravo, que junto con su socio Adrián Montori es el culpable de que los pollofres vayan a tener tienda en Zaragoza. Los dos son jóvenes, tienen 26 y 27 años, y nunca antes habían emprendido un negocio. “Siempre nos ha gustado la hostelería”, declara Bravo. Así que se lanzaron.

El local de La Pollofrería estará en Gran Vía 11, justo en frente de la facultad de Económicas de la Universidad de Zaragoza y a medio camino entre el centro de la ciudad y el campus San Francisco. Bravo y Montori comenzaron a trabajar en su empresa hará “dos meses o tres” empujados por el éxito que estos sugerentes gofres estaban teniendo. Además de en Madrid, cuna original de este postre, también se han abierto locales similares (de la mano de otras empresas) en Barcelona y en Valencia. “Creemos que va a ser una revolución. En ciudades más pequeñas que Zaragoza, como Alicante, lo está petando”, cuenta Bravo. Las filas que se forman a las puertas de todos estos negocios le avalan.

El mecanismo es sencillo: venderán pollofres y chochofres que se podrán pedir solos o recubiertos de diferentes cremas y salsas (chocolate con leche, blanco, avellanas…) además de con otros toppings como galletas o lacasitos. “No solo queremos ofrecer un producto, también una experiencia y que el cliente se lo pase bien. Queremos que todos vuelvan”, anuncia Bravo, que adelanta que pretenden hacer “espectáculos y juegos” alrededor de su negocio.

El local en el que abrirá La Pollofrería tendrá 30 metros cuadrados y ponerlo a punto no les ha resultado tan fácil como imaginaban. “Todo empezó bastante lento y siempre aparecen gastos y fianzas que no esperas”, explica este emprendedor, que cuenta que una de las cosas más costosas fue encontrar los moldes de las gofreras con forma de genitales: “Cuestan 1.000 euros y vienen de Asia. Han tardado 25 días en llegar”, asegura. Además, estos aparatos gastan “muchísima electricidad”, por lo que han tenido que aumentar la potencia contratada de luz del establecimiento. “La compañía nos dijo que en dos o tres días estaría listo. Si los proveedores cumplen el 22 abriremos”, dice.

Local en Gran Vía 11 en el que se va a instalar La Pollofrería. CHUS MARCHADOR

Entre el público potencial de este negocio estarán, además de la gente sin complejos, los jóvenes (de ahí su ubicación cercana al campus) y también el colectivo LGTBI+, que son los que auparon a La Pollería, el local original de pollofres que abrió en Chueca. “Hemos empezado a compartir ya publicaciones en Instagram y la verdad es que la gente está respondiendo y compartiendo muchas cosas. Creemos que hay muchas ganas de alegría”, cuenta Bravo.

Por el momento, detrás del mostrador de La Pollofrería estarán los dos socios fundadores de la empresa, Víctor y Adrián, pero si el negocio crece no dudarán en contratar a gente. Eso sí, los empleados tendrán que ser extrovertidos “y no tener ninguna vergüenza”. Al fin y al cabo, van a vender penes y vaginas comestibles. El morbo y la guasa estarán garantizadas.

“Nosotros al principio pensábamos con mentalidad de cliente porque nos hubiera gustado que hubiera abierto algo así antes. Pero al final decidimos montarlo nosotros”, zanja Bravo, que asegura que no temen a que les surja competencia, siempre que sea legal: “Si hubiera más estaríamos encantados porque le van a dar vidilla a la ciudad”.