Primer día, después de más de 400, en el que los aragoneses podían ir por la calle sin mascarilla siempre qué hubiera distancias. ¿El resultado? Las tiendas encargadas de vender tapabocas pueden estar tranquilas por el momento ya que mucha gente, casi la mayoría (a ojo de buen cubero), seguía paseando con la cara medio cubierta. No todos: más los mayores que los jóvenes, pero parece que después de tantos meses le hemos cogido algo de cariño a esta barrera facial contra el covid.

«Sí, sí, sí. Yo la sigo llevando. Pero no por miedo si te digo la verdad. Es como que me da cosa, como si estuviera haciendo algo mal», reía este sábado por la tarde Mariano Sabio, de 75 años, mientras descansaba sentado en un banco del paseo Independencia de Zaragoza. «Esta mañana cuando he sacado al perro al parque sí que no me la he puesto. Porque era pronto y en el parque por la mañana casi no ves a nadie. Pero aquí no me sale quitármela. No sé por qué», añadía.

David, acompañado de su pareja, no se posicionaba con ninguno de los dos bandos. La llevaba en la papada y se la iba subiendo y bajando. «Me sale inconscientemente. Como estamos de tiendas pues no la voy a llevar en el bolsillo porque la tendría que estar sacando todo el rato. Pero la llevo así en el cuello y cuando me doy cuenta me la bajo. Se agradece la verdad, pero a veces no te das cuenta ni que la llevas», explicaba.

Lucía González, sin embargo, una joven de 22 años, sí que iba a cara descubierta. «Tenía bastantes ganas ya, la verdad. Ahora que empieza a hacer calor era muy molesto llevarla todo el rato. Pero vamos, la mayoría de la gente parece que la sigue llevando y yo creía que iba a pasar lo contrario, que esto iba a ser un despendole», opinaba la chica.

Más allá de la postura de cada uno, caminando por la calle uno también aprendía este sábado las diferentes formas de guardar las mascarillas d e los que no la llevaban. Muchos en la muñeca o el codo. Otros en la mano agarrada. Los más chic colgada del cuello con un cordel. Y algunos, los menos, la tenían totalmente escondida. Paradójicamente, en las terrazas se veía mucha más gente sin tapabocas, y eso que uno solo puede bajársela para consumir. Mientras, en la calle y por el momento, prima la prudencia.