"Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios romanos en los reducidos campamentos de Babaorum, Aquarium, Laudanum y Petibonum…". Como si de un cómic de Astérix y Obélix se tratase. No estamos en la Galia, ni tampoco en la época de los romanos. Pero el espíritu luchador de estos icónicos personajes bien se podría asemejar a los pequeños comerciantes que todavía sobreviven en la calle Alfonso I de Zaragoza.

No hay nada más aragonés que sus trajes tradicionales y sus respectivos complementos para comenzar este viaje en el tiempo. La Parisién, fundada en 1911, es uno de los establecimientos más antiguos de estos 450 metros que separan el Coso y la Plaza del Pilar. Su propietario, Santiago Espa, ve normal que las franquicias se hayan apoderado de la mayor parte de los locales: "Esto pasa aquí y en todo el mundo. ¿Quién puede cambiarlo? Quizá dentro de diez años se revierta la situación". Espa recuerda la calle Alfonso como "el gran almacén de Zaragoza" y apela a la "adaptación" para no quedarse "anclados en el modelo de hace 40 años". Su negocio, de traje regional, complementos y moda, le trae "muchísimos recuerdos" y lanza un mensaje de optimismo: «Ahora no estamos pasando por un buen momento, pero volveremos a resurgir, como hemos hecho siempre".

Santiago Espa, con un mantón de La Parisién ANDREEA VORNICU

La tienda de regalos Grilló lleva desde 1974 ofreciendo a los clientes regalos "originales" y "divertidos". Su propietario, Mario Grilló, explica el cambio que ha experimentado esta céntrica calle zaragozana: "Ha ido girando desde un comercio tradicional hacia uno internacional porque ahora es una zona turística". Respecto a esa consideración de entorno turístico, Grilló añade que "no se trata ya solo de los turistas, sino también de los propios zaragozanos" y, además, intenta explicar este cambio de paradigma: "Es lógico que vengan franquicias y alquilen grandes locales por 10.000 euros. Un particular no se lo puede permitir". También, califica como "idealizada" la visión que la gente tiene sobre la calle Alfonso I: "Es una visión nostálgica que nos engaña y nos hace confundir esos recuerdos". Del mismo modo, Mario considera que ese trato cercano es una de las claves para que este tipo de negocio se siga manteniendo: "Al final, la gente te devuelve el cariño que le das". Mario es ingeniero agrónomo, pero destino y casualidad de la vida, ha acabado regentando el negocio que impulsaron sus padres hace casi 50 años. Su madre, María Pilar Zamora, también dejó su trabajo, en este caso en el Ayuntamiento de Zaragoza, para dedicarse al comercio. Zamora todavía se deja ver por el establecimiento y recuerda a grandes figuras que han pasado por allí como Miguel Bosé, Lolita Flores, Alaska o la zaragozana Teresa Perales, aunque para ella "la persona más encantadora" ha sido Cristina Almeida. 

La churrería Fama, parada obligatoria. ANDREEA VORNICU

Isabel Vicente, de la tienda de recuerdos Isabelina, no solo ha regentado este establecimiento, sino que nació y creció en el número 40 de la misma calle: "He jugado en estas calles desde que era pequeña y recuerdo a mi abuelo aparcar en la misma puerta de casa. Era otra época". Vicente supone la tercera generación de un comercio que abrió sus puertas por primera vez en 1940 y que hace cuatro años se trasladó al número 32. Isabel también explica el cambio que ha experimentado "su barrio" durante los últimos años: "Antes, los establecimientos te trasladaban a otra época, las tiendas eran antiguas. Ahora, hay que gente que llega y pregunta: ¿Dónde está el Casco Antiguo?".

Optimismo ante todo

No en la misma calle Alfonso, pero sí en una adyacente, todavía sobrevive un pequeño recoleto donde poder degustar el tradicional chocolate con churros de la ya famosa Churrería Fama.

Eduardo Bazán constituye la tercera generación de la churrería que regenta junto con la familia Trasobares. "Empecé desde niño echando una mano a mis padres, como en todos los negocios familiares", comenta sobre sus primeros pasos en lo que él considera "una forma de vida por estar vinculado al barrio y la gente". Bazán mira al pasado con nostalgia y ve la llegada de las franquicias como "una pérdida de identidad y esencia de la ciudad". A pesar de los cambios experimentados durante los últimos tiempos, tiene muy claro cómo seguir adelante: "Hay que intentar hacer tu trabajo con honestidad, creer en lo que haces y, sobre todo, que sea de corazón".

Santiago, Mario, Isabel y Eduardo bien podrían encarnar en sus personas a los protagonistas de la famosa tira cómica de Astérix y Obélix. Desde luego que ese esfuerzo por mantener la ilusión del primer día les permite seguir subiendo la persiana todas las mañanas. ¿Hasta cuándo? Ninguno de ellos lo sabe, pero lo que sí pueden asegurar es que son felices en el mismo espacio donde ha transcurrida buena parte de su vida. Una vida.