El 28 de julio de 2020 la Policía desalojó a la veintena de okupas que estaban viviendo en este céntrico edificio de Zaragoza. Casi un año después, algunos de los que fueron sacados de allí siguen viviendo en tiendas de campaña en la plaza del Pilar. Y mientras, el hotel sufre un proceso de reforma y se prepara ya para reabrir sus puertas en el mes de octubre. 

«Solo quería sacar a toda esa gente de la calle»

Santi, promotor de la okupación 

354 días. Ese es el tiempo que el campamento Justicia, como se hace llamar, lleva instalado en los porches de los antiguos Juzgados de la plaza del Pilar. Santi, el promotor de la okupación del Hotel San Valero que acabó con el desalojo de la veintena de personas que allí vivían, marca cada jornada que pasa en una pared. Antes lo hacía con tiza pero se les acabó. Ahora lo hacen con pasta de dientes. Hay 354 palitos.

A este campamento se mudaron como forma de protesta tras ser desalojados. En un primer momento eran más de diez personas durmiendo al raso pero se han ido yendo algunos y ahora quedan seis. Santi ya no duerme allí, pero pasa el día entero con sus compañeros. Él se echó una novia hace tres meses y es ella quien le da cobijo y comida y un baño para asearse. Antes, tenían que alimentarse en comedores sociales o cocinaban en un pequeño hornillo que les robaron hace poco.

«No. No pensaba que íbamos a estar aquí tanto tiempo. Con la prisa que se dieron en echarnos y teniendo el alcalde que tenemos (Jorge Azcón), creía que al mes nos iban a echar. Pero si seguimos aquí es porque no nos queda otro remedio», asume.

«Hay una cosa que quiero que pongas ­–dice­­–. Ni la coordinadora de entidades para personas sin hogar, ni el Colectivo Dignidad, ni el Carmen, ni el Albergue, ni Cáritas ni nadie, ni por supuesto el ayuntamiento o la DGA, han hecho nada por nosotros. Y llevamos un año así. Esto es inhumano». Cuando Azcón dijo en agosto pasado que les ofrecía el albergue para cobijarse, Santi dice que el alcalde estaba mintiendo. Asegura que solo han sido personas concretas, no organizaciones, las que les han ayudado. «Hay una monja que nos trae comida. Y con los barrenderos nos llevamos muy bien. Nos dan las gracias por tenerlo todo limpio».

Así es la vida de los okupas desalojados del hotel San Valero

Así es la vida de los okupas desalojados del hotel San Valero Jaime Galindo

Una gran pancarta en el que se puede leer Ni gente sin casas ni casas sin gente resguarda el campamento. Bajo los porches solo hay un par de tiendas de campaña, varias sillas, una mesa, una estantería rematada con un altar, y un cubo de basura. Y libros. Muchos. «Los vendemos a la voluntad. Sacamos 10 o 15 euros», explica.

En todo este tiempo no se ha podido olvidar del día del desalojo. «Fueron muy crueles. Entiendo que la Policía hizo su trabajo, pero recuerdo perfectamente al del juzgado diciendo: ‘estos salen de aquí hoy por mis cojones’», recuerda. Y se emociona. Además de aquel momento, la semana de Filomena ha sido otro de los momentos «jodidos» este año. «Stop Desahucios nos ofreció un hotel. Estuvo muy bien, pero fueron solo esos días».

En septiembre Santi tendrá que declarar ante un juez por promover la okupación del Hotel San Valero. «No fue de mala fe. Solo quería sacar a esa gente de la calle. Y es mentira que les cobrara dinero. La gente tiene que saber que un día puedes estar arriba y al siguiente en la puta calle. Nadie está exento», alerta. 

El hotel San Valero de la calle Manifestación. JAIME GALINDO

«Este edificio tiene un potencial enorme»

Daniel Lardiés, Empresa gestor del hotel

El día en el que la Policía desalojó el Hotel San Valero, Daniel Lardiés paseaba con una familiar por la calle Manifestación. Iban a ver un edificio, enfrente del que estaba okupado, por un asunto de negocios. Y se encontraron con la bronca en la calle. «Tuvimos que refugiarnos en un portal. Recuerdo al hombre que se echó la gasolina por encima y vi que había bombonas de butano... Fue un susto», recuerda. Entonces no sabía que sería él junto a su hermano el encargado de gestionar el hotel una vez reabra sus puertas, algo que se prevé que ocurra en octubre, para el puente del Pilar.

Lardiés no es el dueño del inmueble, lo compró un socio suyo por 1,5 millones de euros a la Sareb (el banco malo) tras una puja, pero su empresa es la que se ha encargado de rehabilitarlo y serán los que exploten el negocio. El hotel se llamará igual que antes, San Valero, y contará con 29 habitaciones. «El activo tiene un potencial enorme. Está a 250 metros de la plaza del Pilar», dice.

Sobre el desalojo, Lardiés admite que el de la vivienda es un tema sensible, «pero ni fue culpa nuestra la okupación ni tampoco la desokupación», puesto que no eran los propietarios del inmueble cuando aquello ocurrió. La suya es una empresa familiar, cuenta, y en estos momentos gestionan ya 30 apartamentos turísticos en Zaragoza y en proyecto tienen incorporar 20 más. Además, regentan un pequeño hostal en la calle Boggiero, The Botanic Hostel, que abrieron en enero de 2020 tras rehabilitar el edificio.

«Llevamos una idea parecida. Ese bloque también estaba en ruinas y este lo vamos a abrir con una estética con mucha personalidad. Será muy cosmopolita y bonito. Los apartamentos están al alza pero para los turistas un hotel siempre será un hotel», opina.

Cuando entraron al inmueble por primera vez, eso sí, estaba destrozado. Tardaron más de dos semanas en sacar todo lo que había dentro.

La idea es abrir para el Pilar y ahora se encuentran gestionando el papeleo y los permisos con la administración. «Si se alinean los astros llegaremos a octubre», cree. La pandemia, en principio, no les preocupa pues el suyo es un proyecto a largo plazo. «No somos cortoplacistas. Tarde o temprano tendremos que recuperar la normalidad. Si el covid nos lo permite y los Pilares pueden ser como antes de maravilla. Si no esperaremos», cuenta.

Lardiés puso en marcha su empresa hace cinco años. Empezaron con tres apartamentos y, de repente, empezaron a ver cómo se reservaban todas las fechas que habilitaban en su calendario. A partir de ahí fueron creciendo. «Los pisos turísticos han sido muy resilientes durante la pandemia», cuenta. El perfil de las personas que alojan no es el típico turista de bermuda y camisa de flores. «Zaragoza es una ciudad de paso. Vienen muchos trabajadores. Pero tenemos mucho potencial y estaría bien que se impulsara».