La pandemia de coronavirus parece que por fin da tregua, pero no así la crisis social derivada de la misma. Los datos macroeconómicos mejoran y el paro baja pero sigue habiendo un sector de la población, más numeroso que antes del covid, que apenas tiene para cubrir sus necesidades básicas. Un ejemplo: en la asociación de vecinos Cívitas de Las Fuentes, en Zaragoza, han repartido ya este año 125.000 kilos de comida, cuando en todo 2020 fueron 150.000. «Al paso que vamos superaremos esa cifra», asegura el presidente de esta entidad, Laureano Garín.

«Estamos en fase de estancamiento. Seguimos atendiendo a unas 1.800 familias en Las Fuentes, mucho más que antes de la pandemia, cuando eran como mucho unas 200 familias», explica Garín, que lo achaca también al crecimiento demográfico del barrio y a la llegada de familias sin recursos. Ahora, con el curso ya arrancado, van a repartir también material escolar a varios colegios. «A medida que aumenten nuestros fondos aumentaremos los servicios y las prestaciones. El año pasado ya dimos becas comedor para los chavales del barrio», cuenta.

La Obra Social del Carmen es otra de las entidades zaragozanas que, día tras día, combaten la exclusión social y la pobreza. En estos momentos, en su comedor del paseo María Agustín, dan unas 210 comidas cada día, cuando antes de la pandemia esa cifra rondaba las 170. Eso sí, en los peores momentos de los últimos meses llegaron a repartir hasta 270.

Más allá de su labor con el comedor, la obra social el Carmen tiene todos sus recursos habitacionales llenos en estos momentos. «Tenemos a 120 personas bajo techo», admite Antonio de la Vega, coordinador de la entidad. Y en semanas podrán ser más, porque una vez pase el Pilar tienen previsto abrir una casa abierta para mujeres sin hogar, un sitio donde las que duermen en la calle podrán alojarse sin compromiso alguno y siempre que quieran.

La subida de la luz encarece el coste de ayudar

Además de cubrir las necesidades básicas de sus usuarios, una de las obsesiones de De la Vega es «la reinserción social». «No queremos quedarnos en el plato de comida. Queremos conseguirles trabajo», dice, y para ello está en contacto con muchos empresarios de la ciudad por si alguno necesita gente. «Este año ya hemos conseguido trabajo a 40 personas, aunque hemos tenido que rechazar ofertas para trabajar en los polígonos porque la gente no tiene medios de transporte para llegar», lamenta.

Ahora, la subida de la luz es otro reto y no solo para la gente, también para la obra. «Tenemos que mantener más de 30 instalaciones entre viviendas, residencias y otros centros. El covid también ha hecho que suban sus gastos. «Todos los días doy un gracias muy grande a todas las personas y las empresas que nos ayudan y nos han apoyado de corazón», afirma De la Vega.

Los datos de Cáritas también dan cuenta del estancamiento. Actualmente rondan las 885 intervenciones semanales de media, si bien «al inicio del año se superaban las 1.000». «La recuperación económica y el empleo no llega a todos y aunque hay quienes han accedido al empleo este suele ser temporal y en condiciones precarias. De hecho, siguen llegando personas y familias nuevas que acuden por primera vez a Cáritas», explican desde la entidad.

Además de cuantitativamente, cualitativamente las situaciones de algunas familias se están agravando con el paso de los meses y «la gravedad y cronicidad» son una constante. También lo notan en la Red de Apoyo de Delicias, una plataforma social nacida de las propias necesidades del barrio para ayudar a los vecinos más vulnerables.

Los dueños de la Frutería Lorenzo, en Delicias, son donantes habituales de la Red de Apoyo vecinal. SERVICIO ESPECIAL

«Al principio de la pandemia tuvimos que ayudar para dar alimentos a la gente. Después vinieron los cortes de luz y ahora estamos peleando con los desahucios», dice Josefa Mas, que antes de voluntaria fue beneficiaria. Su testimonio da cuenta de cómo la crisis no es que no haya cesado sino que, para algunos, se ha recrudecido después de meses y meses de parón. 

Sus fondos vienen de aportaciones voluntarias de vecinos y comerciantes, «como los de la Frutería Lorenzo, que nos da todas las semanas un descuento de 20 euros aunque les venga mal». En la actualidad son unos 60 voluntarios y cada caso que atienden «es especial». «Ahora vamos a hacer bolsas y camisetas que hemos pagado entre nosotros para venderlas y conseguir más fondos. Vamos a peor. Las propias trabajadoras sociales del ayuntamiento nos llaman para que demos alimentos a las familias hasta que ellas tramitan las ayudas urgentes», asegura. El covid nos da un respiro. El hambre no.