Ahora que la geología y todo lo que tiene que ver con las entrañas de la Tierra está de moda, desgraciadamente para los vecinos de la isla de La Palma, parece que la sociedad se ha sensibilizado sobre este tipo de catástrofes naturales. En Aragón, por suerte, no se han dado en las últimas décadas grandes desgracias, aunque no se puede decir que no haya habido acontecimientos reseñables: en 1953 la tierra tembló bajo el suelo de Used, en el Campo de Daroca. Ha sido el último gran terremoto destructivo en la comunidad.

Para conocer lo que entonces sucedió y si pervive en la memoria de los que lo vivieron, el catedrático del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Zaragoza José Luis Simón ha realizado una investigación basándose en los recuerdos de los mayores de la zona y en los registros geológicos. El resultado es un libro, escrito junto con Guillermo Simón y Alba Peiro, que se presenta este sábado en Used «con gran expectación».

El terremoto, que no solo afectó a este municipio sino a todo su entorno y a varios pueblos más de la zona, supuso la destrucción parcial de algunas casas y la caída de varias chimeneas, tabiques y aleros. También se cayó el campanario que coronaba la fachada de la iglesia de Used. No obstante, la mayoría de construcciones que sufrieron daños importantes estaban abandonadas y deterioradas por la falta de mantenimiento. «A nadie se le cayó la casa encima», explica Simón, aunque sí que hubo una víctima mortal: una joven que, días después del seísmo y fruto de la ansiedad, tuvo un paro cardiaco.

«El terremoto fue de una magnitud de 4,8, como los más grandes que se están dando ahora en La Palma, aunque seguramente en el caso de Used el temblor fue más superficial. Y la intensidad, medida en la escala de Mercalli –que se rige según los daños causados– fue de siete, lo que es fuerte aunque no el máximo», cuenta Simón.

"No es fácil calcular la probabilidad de que vuelva a haber un terremoto grande, pero el nivel de peligro no es despreciable, no es cero"

José Luis Simón - Catedrático de la Universidad de Zaragoza

El libro, titulado El terremoto de Used de 1953: ciencia y memoria, es «un trabajo misceláneo» que no solo estudia las características de la falla causante del seísmo sino que indaga «en la medida en la que los recuerdos de aquel suceso afectan a la percepción actual sobre el riesgo sísmico». Es decir, en si los habitantes de Used, sobre todo los más mayores, temen la llegada de otro terremoto más que el resto de los aragoneses.

¿El resultado del estudio? «No hay más miedo, pero casi es lo que nos esperábamos. Las personas a las que les hemos preguntado recuerdan perfectamente lo sucedido aunque tienden a no hablar mucho de ello. Pero esa memoria no se traduce en que tengan miedo hoy en día. La sensación de peligro se va diluyendo con el paso del tiempo», explica este experto. Así lo atestigua también el alcalde de Used, Fernando Sánchez, quien no vivió el terremoto pero sí que se acuerda de las historias de sus mayores.

«Te contaban que había relojes que se habían caído al suelo u ollas en la cocina. Mi tío, que era sacristán, por ejemplo, siempre contaba que 15 minutos antes del terremoto las mulas de la cuadra se pusieron a dar coces como locas y tuvieron que sacarlas», cuenta el regidor.

Derrumbes 8 El campanario que se ve en la imagen se cayó en el seísmo. | ASOC. CULTURAL USED IVÁN TRIGO

En aquel entonces, el desconocimiento también ayudó a generar una mayor sensación de terror. «Al día siguiente del seísmo, a la misma hora, todo el mundo salió a las calles y a las plazas por si volvía a ocurrir», cuenta el alcalde. Y sobre eso, sobre la posibilidad de que pase algo así otra vez y sobre el origen de aquel seísmo es sobre lo que versa la parte científica del libro.

«En la zona hay varias fallas que están identificadas que son las que hemos investigado gracias a un proyecto financiado por la DGA y los fondos Feder. No es fácil calcular la probabilidad de que vuelva a haber un terremoto grande, pero el nivel de peligro no es despreciable, no es cero», asegura Simón.

El catedrático apunta que en toda la zona central y oriental de la cordillera Ibérica, desde Calatayud, pasando por Teruel y hasta el Rincón de Ademuz, hay varias fallas localizadas y activas. Precisamente, las dos que pasan por debajo de la capital turolense son las que provocaron los retrasos en las obras del nuevo hospital. «Hasta ahora el riesgo sísmico se medía según los antecedentes históricos pero hay que tener en cuenta también los geológicos», cuenta Simón. Es decir, puede que en los últimos siglos no haya textos ni documentos sobre temblores fuertes, pero estudiando las fallas se puede comprobar que tiempo atrás sí que ocurrió.

«En Teruel, en los próximos 500 años, calculamos que el terremoto más grande esperable, que no posible, sería de una magnitud de hasta 5,5 y con una intensidad de entre 7 y 9, lo que puede resultar ya bastante destructivo. Históricamente no tenemos registros de que haya ocurrido, pero las fallas que hay son capaces de producirlo», afirma el experto. Used ya fue testigo de ello. «Sabemos que no estamos libres de que pase otra vez. Hace bien poco se registró un terremoto en el límite de Guadalajara, que nos pilla solo a 50 o 60 kilómetros», dice el alcalde.

Además del libro, este sábado se ha presentado también un documental basado en las mismas investigaciones y testimonios que ha sido realizado por Jorge Brizuela. «Esperamos que venga mucha gente. Hay mucha expectación. El momento actual, desgraciadamente para los palmeros, hace que la sociedad esté más sensible con este tipo de temas», zanja el investigador Simón.