Esta semana ha tenido lugar el Día Internacional en Conmemoración del Holocausto, una jornada dedicada a honrar a los millones de judíos que fueron asesinados sin rubor por los nazis a principio de los años 40. Un pueblo perseguido que cayó en manos del genocida Hitler. Pero falta memoria para recordar que los judíos también forman parte de nuestro pasado como ciudad y que en Zaragoza vivieron durante siglos hasta que fueron expulsados en 1492. Pero, ¿qué queda del pasado judío de la capital aragonesa?

«Se trata de un recorrido muy interesante, aunque lo cierto es que se trata de una visita más emocional que material, puesto que apenas quedan restos físicos de lo que fue la judería», explica Miguel Ángel Motis, profesor de la Universidad San Jorge y experto en el asunto.

Antes de iniciar el recorrido por la Saraqusta del Medievo, es preciso señalar que los judíos no fueron un pueblo que estuviera «de paso» en Aragón. «Llegaron en el siglo III dC y estuvieron aquí hasta su expulsión. En ese momento había 460 familias judías en Zaragoza, que son unas 2.000 personas», cuenta.

La sinagoga mayor estaba donde hoy se encuentra la iglesia de San Carlos. ÁNGEL DE CASTRO

La antigua judería de Zaragoza estuvo situada entre lo que hoy son las calles Don Jaime I, San Jorge, San Lamberto y la plaza de la Magdalena, es decir, lo que sería la zona suroriental de la Caesaraugusta romana. Estaba protegida por la muralla de piedra hacia fuera y con un muro más pequeño que la separaba del resto de la ciudad.

«Hoy es casi irreconocible el trazado de las calles de entonces», cuenta Motis. A partir de la expulsión se comenzaron a abrir vías y los estrechos callejones y rúas sin salida se convirtieron en pasos más anchos, más propios del urbanismo cristiano. «Es complicado intuir hoy cómo era, por ello sería conveniente que el ayuntamiento señalizara de alguna manera aquellos lugares que fueron importantes en la Zaragoza judía», demanda Motis.

La sinagoga mayor de Zaragoza pudo parecerse a la de Santa María la Blanca de Toledo

Los primeros judíos se asentaron en torno al teatro romano, por lo que su museo es hoy un buen lugar para conocer algo de la historia de este pueblo. En la primera planta hay expuestas cerámicas que se encontraron cuando se recuperó el foso de Caesaraugusta, y que demuestran que este lugar fue habitado por hebreos tras haber servido al séptimo arte.

Dentro de la vieja judería (más tarde, sobre el año 1270, se construyó una nueva en lo que hoy son las calles entre el Coso y la plaza San Miguel), el centro neurálgico de la vida de los hebreos se situaba entorno a la sinagoga mayor, que estaba donde hoy se levanta la iglesia de San Carlos, frente a la casa de los Morlanes.

Libro litúrgico hebreo que se conserva en la Biblioteca Capitular de La Seo. SERVICIO ESPECIAL

«Para que la gente se haga a la idea podría haber sido similar a la de Santa María la Blanca de Toledo. Era muy bella. Era de planta basilical y tenía tres naves», explica Motis. Hoy, nada de todo aquello es tangible, «aunque emocionalmente se puede intuir».

Alrededor de la sinagoga mayor era donde estaba la zona noble para los judíos zaragozanos y donde vivían las familias con más poder.

Pero el legado judío en Zaragoza sigue presente en La Aljafería, donde todavía hoy están los calabozos en los que la Inquisición castigaba a los judeoconversos; en los restaurados baños judíos, en el Coso, si bien todavía no están abiertos al público tras varios años sin ejecutar el proyecto de musealización; y en la catedral de La Seo. En la Biblioteca Capitular que hay en este templo zaragozano se guarda un libro litúrgico hebreo, el Mahzor, que se conserva en muy buen estado tras haber sido restaurado hace pocos años.

Asimismo, lugares como el Patio de la Infanta, promovido por Gabriel Zapata, un judeoconverso, son una buena muestra de este legado.

La historia demuestra que Zaragoza fue una de las ciudades con una presencia de judíos más importante en la Corona de Aragón, sobre todo a partir de 1391, cuando comenzaron a perseguirse a los hebreos en otras ciudades del territorio, como Barcelona, Valencia y Mallorca. Hoy, en la capital aragonesa no hay ni una sinagoga pública. «Sí que existe una pequeña comunidad de judíos viven en la ciudad, pero es muy discreta», informa Motis. A pesar de ello, su legado sigue siendo parte de nuestra historia, aunque apenas quede registro material de su estancia en las calles.