Hubo un tiempo, a mitad del siglo pasado, en el que las ciudades estaban plagadas de cines. Y Zaragoza no solo no fue una excepción, sino que fue un referente. Décadas atrás, lo que ahora son bingos, restaurantes de comida rápida, supermercados o tiendas de ropa, eran patios de butacas que se llenaban para el divertimento de los vecinos de la ciudad.

La llegada masiva de la televisión y, más tarde, de los reproductores de vídeo caseros, acabaron con muchas salas que poco a poco, y traumáticamente para muchos, han ido desapareciéndose o transformándose en locales muy diferentes que los que se diseñaron en un principio. El ejemplo más reciente es el Cine Elíseos, que ahora es un McDonald’s. Aquí un repaso por lo que fueron los grandes cines de la capital aragonesa.

Fue a principios del siglo pasado cuando se construyeron en Zaragoza las primeras salas de cine. El primero de la ciudad fue El Palacio de la ilusión (1905) del que ya no queda nada, y le sucedieron otros como el Cine Alhambra (1911), del que por lo menos hay fotografías de su espectacular decoración neomudejar, que le concedía una imagen más propia de un palacio musulmán que de lo que hoy entendemos por una sala de cine.

El cine Alhambra, de estilo neomudejar, fue una de las primeras salas de lujo construidas en Zaragoza. Data de los años 30. Archivo Rafael Castillejo

Esta sala, diseñada por los hermanos Navarro, estaba en el paseo Independencia, donde hoy está el centro comercial El Caracol, fue de las primeras en marcar tendencia. Hoy no queda rastro de ella. Después se construirían muchas otras, aunque resulta necesario primero algo de contexto.

Fue a partir de 1907 cuando se produjo un cambio de paradigma en la industria de la exhibición cinematográfica. Hasta aquel año, los productores vendían sus películas, no las alquilaban, por lo que los que se encargaban de proyectarlas no cambiaban su producto (siempre ponían lo mismo), sino su público. De forma ambulante iban girando para atraer a los habitantes de diferentes ciudades y pueblos. «Pero cambió el modelo y el cine empezó a tomar relevancia. Y Zaragoza fue una ciudad puntera en la exhibición cinematográfica hasta los años 90», explica Amparo Martínez Herranz, profesora de la Universidad de Zaragoza y experta en la materia.

Del Cine Goya, construido en los años 30 en la calle San Miguel, todavía queda la fachada. GRAN ARCHIVO ZARAGOZA ANTIGUA

Tras la apertura de las primeras salas fue en los años 30 cuando comenzaron a construirse más cines y más impresionantes. De entonces es el Cine Goya (1932), en la calle San Miguel, «del que ya solo queda la fachada, porque es lo único que estaba protegido». «También de los años 30 es el teatro-cine Argensola, que tenía un diseño elaboradísimo», explica esta profesora, autora del libro Los cines en Zaragoza 1939-1975.

Con la llegada de la guerra civil española (1936-1939) se paralizó la construcción de salas de cine. Y algunas incluso sirvieron de cuartel, como el Frontón Cinema, en la calle Cinco de Marzo. Esta curiosa sala, antes de serlo, fue un frontón de pelota vasca y más tarde, en los 70, una pista de patinaje sobre hielo. Estaba en el espacio que ocupa hoy el supermercado de La Plaza del Día.

El único cerrado que no se destruyó

«A principio de los años 40 se construyen cines con pocos medios y materiales precarios. De la época es el Cine Victoria, que hoy es el Bingo Victoria (en Conde Aranda) y que se construyó con un refugio antiaéreo», explica Martínez Herranz.

Pero en los años 40 se construyó también una «excepcional» muestra de la arquitectura cinematográfica, el Cine Elíseos. Hoy, reconvertido en un McDonald´s, es símbolo del cambio de los tiempos. «El Cine Elíseos es la única sala antigua de la que no queda solo el exterior, sino también el interior, a pesar de la intervención de McDonald´s. Se inauguró en 1944 y se construyó sobre un velódromo en el que también se proyectaba cine», cuenta la profesora.

A partir de entonces las salas grandes y majestuosas comenzaron a surgir por doquier, aunque poco pueda contemplarse hoy. Del Cine Gran Vía (1943-1980), en la Gran Vía, hoy solo queda su marquesina exterior y el interior lo ocupa un Burguer King. «La época de esplendor fue la década entre 1949 y 1959. Entonces es cuando el cine se convierte en el espectáculo más importante de la vida cotidiana y surgen también proyectos de reforma muy bonitos, como el del cine Dorado o Doré, que se decora en 1949 con pintura abstracta. De este, que estaba junto a los actuales Cines Palafox, no queda rastro de lo que fue. Ahora es un salón de juego.

En los años 50 llegan los que puede que más lectores recuerden: el Cine Coso (1951), donde hoy está el hotel Alfonso; el Palafox (1954), que es el único de entonces que sigue abierto –el cine original era lo que hoy es la sala 4, que luce casi igual salvo por unos revestimientos de madera que se retiraron como medida de protección antiincendios–; el teatro-cine Fleta (1955), hoy abandonado a su suerte a pesar de estar protegido; el Rex (1954), también conocido como Palafox Las Salas, y al que se accedía por la calle Cinco de Marzo por unas escaleras que hoy son una salida de emergencia del Palafox actual; y el Coliseo Equitativa (1959), que estaba en el paseo Independencia, en el local que ahora ocupa un Mango y en el que todavía se vislumbra lo que un día fue esta sala vanguardista.

El Fronton Cinema primero fue frontón de pelota vasca, luego cine en los años 30, cuartel de los carlistas, y en los 70 se convirtió en pista de patinaje. GRAN ARCHIVO ZARAGOZA ANTIGUA

Y mientras el lujo y el esplendor arquitectónico se concentraba en el centro de la ciudad, explica Martínez Herranz, en los barrios surgieron también multitud de cines de los que apenas queda ya nada tampoco. Ejemplos son el cine Delicias, en la avenida Madrid; el Rialto y el Dux, en San José; el Roxy, en Miguel Servet; el Oliver; el Venecia, en Lasierra Purroy; el de Torrero, en paseo Cuéllar 24 (hoy sirve de plató de televisión); y el Salamanca, en la calle Tarragona, entre otros tantos.

«Entonces no había tele, por lo que los cines eran la mejor opción –cuenta la experta–. Pero en los 60 el ritmo de construcción de nuevas salas empezó a bajar, aunque se hicieron algunos como el Cine Mola (al lado del Elíseos, donde hoy está el 100 Montaditos); el Cine París (en paseo Damas) y el Cine Pax (en la sede del Arzobispado, en plena plaza del Pilar)».

El Cine Pax estaba en el Arzobispado, en plena plaza de La Seo. GERARDO SANCHO

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A partir de los 70 comenzó ya la decadencia puesto que casi todas las casas tenían televisión. Entonces surgieron multicines como los Aragón, Los Buñuel y salas como la Quijote y la Cervantes (esta todavía se conserva abierta). «Pero ya en los 90 con la llegada del vídeo doméstico comenzó a caer la industria y los cines ya vinieron asociados a centros comerciales», narra Martínez Herranz.

La lista de cines sería mucho más larga y hay algunos que no se han mencionado, como los cines Avenida, en Independencia, o los Arlequín, en el palacio de la Fuenclara, que también fueron un foco de atracción de público. Ahora que cada uno juzgue y elija bando. Gane la nostalgia o la comprensión hacia el cambio, hay una cosa es así: lo que un día fueron butacas, hoy son nuggets de pollo.