Zaragoza va a ser la sede de un experimento pionero en Europa en el que un autobús autónomo que no requerirá de conductor circulará por las calles de la ciudad y con usuarios a bordo. Poco se conoce todavía de este proyecto ni de cómo se desarrollará, pero lo cierto es que ya existe la tecnología que lo va a hacer posible. Pero, ¿cómo funciona?

En Málaga, Avanza e Irizar, dos de las empresas que están detrás del proyecto en Zaragoza, ya probaron un autobús que, en alguno de los tramos de su recorrido, no requería de la asistencia del conductor para circular. El chófer, eso sí, se queda en su asiento, pero suelta el volante y los pedales para dejar que sea el vehículo el que lo haga todo.

En el caso de este autobús, se usan tres tipos de tecnología para permitir al vehículo tomar sus propias decisiones. En primer lugar, el vehículo dispone de radares capaces de detectar los objetos, coches y peatones que se ponen delante y la distancia a la que están. Esto permite al bus saber cuándo tiene que frenar y la velocidad a la que circular para evitar colisiones.

También tiene unos sistemas que mediante tecnología láser hacen una especie de radiografía o dibujo del entorno que rodea al bus, dónde hay obstáculos y cómo son las calles por las que se mueve.

El bus llevaba también varias cámaras capaces de identificar y definir las señales, los semáforos, los carriles y al resto de usuarios de la vía. Con toda la información recibida a través de lo que serían los sentidos del vehículo (como nuestros ojos y nuestros oídos), los ordenadores de los que dispone (que serían nuestro cerebro) pueden manejar el bus de manera más eficiente y más segura que los humanos.

El primer aspecto: la legislación

Pero en esto de la conducción autónoma hay muchos matices y muchos cabos sueltos por atar, en primer lugar, en el plano legislativo. En Europa no es posible que un vehículo circule sin la intervención humana, si bien se permite algún tipo de asistencia basada en la tecnología.

Para decidir qué se permite y qué existe una escala que determina el grado de autonomía en la conducción de los vehículos. En el nivel 0 estarían aquellos coches o buses que dependen al 100% de su conductor para girar, acelerar y frenar, si bien pueden disponer de algunos sistemas de alerta de seguridad activa.

En el nivel 1 es en el que se encuentran la mayoría de vehículos que se venden hoy en día. Su marcha depende también del conductor, pero los coches y buses dentro de esta categoría tienen ciertos asistentes a la conducción que pueden llegar a activarse sin la acción humana. Son por ejemplo, los sistemas de frenado de emergencia en caso de que el vehículo detecte un obstáculo o un peatón delante (el coche frena sin que haya que pisar el pedal); las alertas que advierten al conductor cuando se está saliendo del carril; o el control de velocidad que permite soltar los pedales y mantener una marcha constante.

En el nivel 2 comienzan a aparecer los primeros asistentes que hacen a los vehículos autónomos y no dependientes al 100% de su conductor. Son los vehículos capaces de aparcar solos, o los que pueden mantener una distancia prefijada con el vehículo de delante, frenando o acelerando si es necesario en función de la velocidad a la que vaya el coche de enfrente. Además, existen sistemas también que corrigen la dirección del volante en caso de que el coche detecte que el conductor se está saliendo del carril y que leen el trazado de la carretera.

El internet de las cosas

El nivel 3 es el siguiente paso y a partir de este verano los vehículos con estos sistemas ya podrán circular por Europa. Estos coches pueden, por si solos, cambiar de carril sin necesidad de que el conductor intervenga y son capaces de detectar todo lo que tienen a su alrededor y su forma.

En el nivel 4 están los vehículos en los que el conductor puede desentenderse por completo, si bien el humano puede decidir cuándo tomar el control del vehículo. Aquí estaría el bus que va a llegar a Zaragoza, aunque en pruebas, por lo que requerirá más asistencia de lo que será necesario en un futuro.

En el último nivel estarán los coches que, incluso, podrán carecer de volante. El pasajero decidirá el destino y el vehículo le llevará sin que el humano tenga siquiera que poner un ojo en la carretera. Para permitir este grado de autonomía, no solo se requerirá que los vehículos dispongan de sensores propios, sino de que todos los coches de la vía estén conectados entre sí, así como con las propias ciudades. Esto ocurrirá cuando el internet de las cosas sea una realidad, lo que supondrá que hasta las farolas estén conectadas pro wifi a una red de datos interconectada. Mientras tanto, zaragozanos, no suelten el volante.