En el cementerio de La Cartuja de Zaragoza descansa en una sepultura el cuerpo de una niña austriaca fallecida en 1921. Tenía 13 años y se llamaba Edith Emma Francisca Haas Donat y, en estos tiempos en los que la guerra vuelve a Europa, resulta estremecedor rescatar su historia.

Hoy, Aragón y todas las regiones de Europa se preparan para la llegada de los refugiados ucranianos, muchos de ellos niños. Pero la comunidad ya tiene experiencia en la materia. En 1920 surgió en Zaragoza el Patronato para niños austriacos, cuyo impulsor fue Emilio Gastón, abuelo de otro Emilio Gastón, quien fuera el primer Justicia de Aragón tras el franquismo. La entidad estuvo en funcionamiento hasta el 21 de diciembre de 1923 y su objetivo era uno: traer hasta España y acoger temporalmente a menores centroeuropeos, concretamente de Austria, un país que por aquel entonces estaba devastado por los estragos causados por la primera guerra mundial. Entre todos los que llegaron estaba Emma Haas, que falleció de enfermedad una vez fue acogida. Desde entonces descansa en La Cartuja.

La historia de estos niños austriacos la cuenta Cristina López Dieste en una tesis presentada como Trabajo Fin de Máster (El Patronato para niños austriacos en Zaragoza 1920-1923: Organización pionera en la acogida de menores víctimas de conflicto). Esta es una de las pocas investigaciones existentes sobre la acogida de niños austriacos en Aragón en aquella época y sus estudios se basan en el fondo documental de la familia Gastón, que fue donado al Gobierno de Aragón y que puede consultarse en el Archivo Provincial de Zaragoza.

La historia de este patronato no se entendería sin conocer la de su impulsor. Gastón fue un convencido esperantista que, tras la llamada de auxilio emitida por la Sociedad de Esperanto para Stiria (Austria) dirigida a Frateco, la asociación esperantista de Zaragoza, decidió actuar.

En una misiva, los austriacos pedían que fueran «acogidos niños de Graz (capital de la región de Stiria), ciudad que está sufriendo las pésimas condiciones de vida de la posguerra austriaca», cuenta López Dieste en su tesis.

Casos de xenofobia contra los menores

La respuesta fue rápida. Si la carta de auxilio se firmó el 15 de enero de 1920, el 16 de abril ya se había fundado el Patronato, que tuvo su sede en Zaragoza pero que tuvo cinco subsedes: cuatro en Cataluña (Tarrasa, Barcelona, Vic y Gerona) y otra en Cheste (Valencia). El 10 de octubre de aquel mismo año llegaron los primeros menores al puerto de Barcelona.

La fundación del Patronato está estrechamente ligada con los movimientos esperantistas españoles y europeos. Su ideología internacionalista, que buscaba la paz entre los países y la hermandad de los pueblos, fue mucho más allá de la creación de un idioma, el esperanto, que el propio Gastón hablaba.

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El trabajo de esta entidad se demostró complicado desde un primer momento. En Aragón, ayuntamientos como el de Zaragoza, Biel, Borja, Ejea, Eriste, Fallón, Gallur y Jaca, entre otros, donaron dinero para la causa. En total se consiguieron 7.654 pesetas, detalla López Dieste, una cuantía que sirvió para sufragar los gastos del traslado y manutención de los menores.

Durante los tres años de funcionamiento del Patronato consiguieron traer a España a 329 menores austriacos, de los cuales 36 estuvieron en Aragón. Tenían entre 10 y 15 años y la mayoría se alojaron en Zaragoza, aunque también hubo menores austriacos en Ainzón, Sádaba, Teruel y Benabarre.

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Aquí en Aragón, hubo jóvenes que estuvieron en familias de acogida, mientras que otros residieron en instituciones como el Hospicio de Zaragoza, del que un grupo se escapó. Las crónicas de la época se hicieron eco del suceso, que describieron con ciertos tintes xenófobos, como recoge López Dieste: «Aún más notable resulta desde qué perspectiva está escrita la noticia, en la que los menores austriacos no son tomados como víctimas desplazadas de la Gran Guerra, eran meros alborotadores y desagradecidos». ¿Les suena?

La mayoría de estos niños y niñas regresaron a su país tras su estancia en España, aunque hay constancia de que alguna de las familias de acogida intentó adoptar, por lo que alguno de los menores pudo quedarse en Aragón. Hoy, 100 años después, la historia se repite en Europa. La tumba de Emma Haas en La Cartuja, diseñada con cariño por el propio Gastón, es símbolo de humanidad en tiempos de barbarie. Que nos sirva de ejemplo.