Cada vez son más las mujeres en exclusión social. Las que no tienen una red en la que apoyarse y se ven obligadas a vivir en la calle. Está sucediendo, es la realidad, y en Zaragoza hay unas 30 en esta situación. Son solo las que conocen las entidades que trabajan para conseguir que vuelvan a tener un hogar, pero hay más.

La crisis económica se ha llevado por delante muchos de los trabajos asociados tradicionalmente a la mujer, como los cuidados o la limpieza. Empleos que suelen hacerse en b y que perdieron durante los meses de confinamiento. Desde Cruz Roja, la Obra Social El Carmen y el albergue municipal de Zaragoza alertan de que cada vez son más las que se enfrentan a la pobreza extrema.

Una peligrosa y preocupante tendencia al alza que obliga al sistema a repensar el modelo de intervención, caduco y enfocado a los hombres. Hay más plazas para ellos en todos los recursos: en el albergue, en el servicio de duchas, en los comedores sociales...

Hasta ahora tenía sentido porque eran más los hombres sin hogar, y siguen siéndolo, pero la presencia femenina se ha incrementando en los dos últimos años, sobre todo de mujeres de más de 65 años, aunque hay casos de jóvenes en la treintena. Mujeres que se han dedicado a la casa, que no han cotizado y que no tienen ahorros para seguir adelante.

Lucía Conde, una de las trabajadora sociales de Cruz Roja que participa en las rutas que realiza la entidad para atender y ayudar a las personas sin hogar, admite que es el momento de adecuar los recursos públicos y privados a las necesidades actuales y, sobre todo, a las peculiaridades.

Son «doblemente vulnerables» y, en mucho casos, con problemas psicológicos y adicciones. «Si hay más mujeres viviendo en la calle lo lógico es que se aumenten las plazas de alojamiento», resumen. Tendría que suceder en el albergue municipal, donde hay 13 camas para ellas frente a las 72 para hombres. O en El Refugio.

Cruz Roja realiza itinerarios en las zonas en las que se encuentran personas sin hogar. Isaac Ganuza

La mayoría de ellas ha sufrido maltratos, abusos y violencia de género, por lo que ofrecerles como alternativa unas instalaciones abarrotadas de hombres no siempre es una opción. «Hay que humanizar los espacios y protegerlas», insiste Conde.

Opina lo mismo Flor León, trabajadora social en el albergue del Ayuntamiento de Zaragoza. «Muchas rechazan venir porque no quieren convivir con hombres. La mayoría han sido maltratadas y lo evitan porque no se sienten seguras o cómodas», explica.

Otro fallo del sistema, apostilla León, es que aquellas sin hogar que sufren violencia machista pero tienen adicciones ya no pueden recurrir a las ayudas y servicios de la Casa de la Mujer.

Más vulnerables

Conde insiste en que sufren una mayor vulnerabilidad que los hombres. Primero porque son más difíciles de detectar porque intentan hacerse invisibles. Es un mecanismo de defensa para evitar situaciones de riesgo o peligro. Y segundo porque tiene un perfil más deteriorado.

"Soportan el peso de haber fracasado, de haber fallado a sus hijos. La mujer es la que se hace cargo del hogar y sienten que lo han perdido"

«Antes de acabar en la calle agotan todas las vías y redes de apoyo por esa vulnerabilidad y miedo al que se enfrentan, por eso cuando les ofreces ayuda es más difícil que confíen en ti. El trabajo con ellas es muy lento», explica Conde. Además, acarrean vivencias familiares que mellan su autoestima. «Soportan el peso de haber fracasado, de haber fallado a sus hijos. La mujer es la que se hace cargo del hogar y sienten que lo han perdido», aclara Conde.

Esta situación, la de aceptar que los Servicios Sociales son los que se harán cargo de sus hijos, acaban idealizándola, es otro mecanismo de defensa. «Tratan de convencerse de que han dado en adopción a sus hijos porque era lo mejor para ellos. De que son buenas madres por haber hecho este sacrificio», apunta León.

Inseguridad y miedo

La inseguridad y el miedo que sienten viviendo en la calle las empuja a buscar la protección del hombre. «Acaban juntándose con un hombre porque así se sienten más seguras, pero esa compañía ni les aporta ni les beneficia porque las utilizan para pedir y acaban abusando de ellas», explica León, que asegura que en realidad les genera un sentimiento de soledad todavía mayor. Una de las sensaciones más duras a la que se enfrentan.

Un sinfín de situaciones que dificultan el trabajo de inserción que realizan desde Cruz Roja, Cáritas, El Carmen o el consistorio, que el año pasado inauguró la Casa Abierta para mujeres, destinada a casos cronificados. La de hombres lleva años en marcha.

Acompañamiento e inserción

«Los procesos de intervención son más lentos porque arrastran muchas secuelas y están muy machadas. Tienen miedo y desconfían de todo. La mayoría tiene problemas mentales y adicciones. Además, no suelen tener estudios lo que dificulta mucho más la reinserción en el mundo laboral», añade León.

Elena Lucea, trabajadora social de la Obra Social El Carmen y responsable de un piso de acogida en el que residen varias mujeres con sus hijos, añade que «los protocolos de los recursos sociales están diseñados para dar una respuesta urgente, pero hay muchas necesidades detrás, y el proceso de acompañamiento y reinserción suele ser muy lento». Problemas que se complican todavía más en el caso de las migrantes que, además, tienen que enfrentarse a la burocracia. A la barrera del idioma y las diferencias culturales.

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«Hay que repensar el modelo de intervención, centralizar los recursos y especializarlos porque al final las personas en exclusión acaban dando vueltas en los recursos. Cuando agotan uno, acuden a otro, y vuelta a empezar», comenta la trabajadora del albergue.

Más exclusión y brecha salarial

Personas sin hogar

Según el último balance de Cruz Roja, calcula que actualmente hay alrededor de 500 personas sin hogar en Zaragoza, de las que alrededor de 120 duermen en la calle mientras que el resto, 380, se dejan ayudar y optan por hacer uso de alguno de los recursos sociales que ponen a su disposición distintas asociaciones y el Ayuntamiento de Zaragoza.

Tanto el consistorio como las entidades tienen programas de formación y empleo específicos para para mujeres.

Mujeres en paro

En Aragón, las mujeres ganan de media 6.044 euros brutos menos al año que ellos. Es decir, sus ingresos son un 29,69% inferiores, según el último estudio de CCOO. Y no solo eso, no optan a los mismos puestos de trabajo. Antes de la pandemia había 34.400 mujeres paradas y en el tercer trimestre del año ya eran 40.700 las que estaban sin trabajos, que se elevaron a 46.700 a finales de 2020. Muchas de ellas, dedicadas al cuidado de los mayores y los dependientes o a la limpieza de los hogares se quedaron sin trabajo durante al confinamiento. Según la última encuesta de población activa, la cifra se había reducido a 30.600. Son cerca de 4.000 mujeres desempleadas menos que andes de la crisis sanitaria.

Rompiendo tópicos

Según la Coordinadora de Personas Sin Hogar, el 13% de las mujeres sin hogar en la capital aragonesa son universitarias. El 30% han finalizado Secundaria. El 30% no han probado ni una gota de alcohol.