Había hambre de celebrar un Día de Aragón con normalidad tras dos años de pandemia. Y así fue, aunque todavía con alguna mascarilla, ese rescoldo visible del covid, escondiendo el rostro de más de uno. El invitado –no deseado– de una jornada un tanto desapacible fue la lluvia. Por la mañana en forma de amenaza; por la tarde como realidad.
El 23 de abril no comenzó bien para los más pequeños. Muy pronto, a las 7 de la mañana, Interpeñas decidió suspender las actividades programadas en el parque Torre Ramona y la comparsa de cabezudos que debía salir por las calles del barrio de Las Fuentes, "con 8 peñas a favor", debido a "la incertidumbre meteorológica", tal y como informaron a través de Instagram.
Entre las familias y algún peñista reinó la desilusión y la incomprensión. "No se dan cuenta de que no ha dado tiempo a que la gente se entere y están acudiendo aquí", lamentaba un integrante de la peña El Rebullo a las puertas del antiguo matadero municipal, lugar donde debía comenzar los cabezudos. Entre los padres y madres, desconcierto. "No daban lluvia hasta la tarde", comentaban varios grupos que no se habían enterado de la cancelación todavía.
Salvando los concurridos puestos de libros del paseo de Independencia, los museos han sido uno de los espacios que más notaron el día festivo. "Hoy duplicaremos o triplicaremos los visitantes", reconocían desde el museo Pablo Serrano, que antes del mediodía ya había recibido a 150 personas y esperaba a partir de entonces una afluencia más concurrida. ¿El motivo? El día de fiesta, sí, pero también el hecho de que el acceso sea este sábado gratuito a estos lugares culturales. Algo que no afecta a este enclave en particular, con acceso libre todos los días del año, aunque "la gente no lo sabe", reconocían desde la instalación.
Pero la joya de la corona en el Día de la comunidad fue el Pignatelli. Allí, las largas colas para acceder a la sede del Gobierno autonómico han sido tales que, por momentos, han dado la vuelta a la esquina de la calle del doctor Gómez Calvo a lo largo de varios metros, aunque la celeridad del control ha evitado que la espera se dilatara.
Dentro, las actividades de cada patio estaban pensadas para contentar a todo tipo de públicos. La primera toma de contacto era el folclore aragonés. "Vivo este día con mucho orgullo", expresaba Encarna, ataviada con una indumentaria tradicional de diario. Ella y su grupo, la Asociación Mariano Lucas, no protagonizaron ninguno de los dances previstos para la jornada pero, "después de dos años, ya tocaba quitarle el polvo a los trajes". Y fue todo un éxito, a juzgar por sus palabras: "A los extranjeros les llama mucho la atención y nos han pedido muchas fotos", aseguraba.
La gastronomía también ha tenido su hueco en uno de los patios laterales donde los productos aragoneses en forma de mermeladas, cervezas artesanas, quesos y carnes han estado omnipresentes. También, para satisfacción de los asistentes, la catas de los productos como ternera del Pirineo, porrón de vino de por medio.
Los gritos más ensordecedores y el barullo ha procedido del patio 8. Allí, la propuesta teatral infantil, a cargo del grupo Caleidoscopio, sumergió a los más pequeños en la búsqueda de un tesoro pirata que no dejó a ningún niño indiferente para cerrar la mañana.