Rotondas. Dígase de las circunvalaciones en la que los políticos no pueden evitar colocar monumentos y estatuas que no siempre son entendidas por parte de la población. Esta podría ser una buena definición de lo que es una glorieta, de las que en Zaragoza hay más de una decorada con curiosas estructuras que, con el paso del tiempo, hasta pasan desapercibidas por aquellos que las miran desde los coches y las aceras. Aquí va una lista de las más representativas de la capital aragonesa. Y de sus autores, que también existen.
La primera parada es obligatoria. Se trata de la glorieta en la que se juntan Vía Hispanidad, el paseo Isabel la Católica, Vía Ibérica y el tercer cinturón. Se llama rotonda de la Ciudad de Toulouse y en ella hay colocada una escultura de acero que representa, a pesar de lo futurista de la obra, a Isabel la Católica.
La figura, de varios metros de altura, está firmada por el escultor aragonés Ángel Orenzanz en 1978 y se colocó en su lugar para celebrar el bimilenario de la fundación de la capital aragonesa. La iniciativa fue de el mismo autor, si bien su pretensión inicial era realizar 40 esculturas que hubieran costado unos 3 millones de pesetas de la época. La propuesta fue aceptada pero no llevada a cabo, de ahí que finalmente fuera costeada por la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Zaragoza.
Otro hito en el arte rotondil zaragozano fue la instalación, a finales de los 80, de la escultura Puesta de Sol en la glorieta que une Vía Hispanidad, la carretera de Madrid y la avenida de Madrid, en Los Enlaces. Con sus angulosa silueta, su autor, Fernando Navarro Catalán, dio muestra de su estilo único y simplificador que hoy, no todos saben valorar cuando pasan junto a la obra subidos a sus vehículos.
Y uno de los monumentos más singulares y al que, quizá por el paso del tiempo, ya nos hemos acostumbrado los zaragozanos, es el obelisco de la plaza Europa. Todo el mundo lo ha visto en infinidad de ocasiones pero, ¿desde cuándo lleva ahí plantado?
Fue el 22 de enero de 1990 cuando se inauguró este obelisco, que mide 35 metros de alto por 3,5 de ancho en la base.
La idea de levantar un monumento de estas características, explica la web del consistorio, «surge como consecuencia de la creación de la plaza», un gran espacio circular de ochenta metros de diámetro. En septiembre de 1987 se concluyeron las obras del puente de La Almozara y es cuando se decidió urbanizar el área situada en el acceso al puente a la que se denominó como hoy la conocemos: plaza de Europa. Es obra de Alberto Pagnussatt y los miembros de la Asociación Cultural Pablo Gargallo.
Otra llamativa escultura que vale la pena destacar en estas líneas es Homenaje al cierzo, situada en la autovía que va hasta Huesca. Es de 1994, de hormigón pintado de verde y su creador fue Julio Tapia. La obra mide 25 metros de longitud por 16 metros de altura y, como su propio nombre indica, quiere emular los vaivenes con los que el cierzo castiga y bendice, a partes iguales, a los zaragozanos. Ya lo saben para la próxima vez que lo vean huyendo de la urbe al Pirineo.
Y la última de esta lista merece su hueco por su forma pero también por su nombre. Se llama 41O40’00’’N.00O54’30’’W y representa a un sauce blanco y sus raíces. Está en la avenida de José Atarés, justo en frente del pabellón Siglo XXI, es obra de Michael Windston y tardó dos años en hacerse. Se colocó en su lugar para la Expo de 2008.
Las rotondas son a veces un incordio, pero también son una buena excusa para exponer esculturas y albergar arte público. Ni una glorieta sin su escultura.
