Zaragoza son sus descampados, decíamos en esta misma página hace una semana. Pero los polígonos industriales también son una parte inseparable de la idiosincrasia de la capital aragonesa. Favorecida por su posición en el mapa, la ciudad está atrayendo inversores relacionados con el sector de la logística. El último proyecto conocido es el de la empresa Montepino, que quiere crear dos nuevas naves gigantes en Malpica, en los terrenos que ocupa la antigua Universidad Laboral. Las obras transformarán un paisaje ahora degradado pero con el encanto especial de cualquier páramo inhóspito.

Y es que lo que llama la atención de Malpica es eso, la falta de movimiento y de gente en un polígono con un ritmo de actividad industrial y empresarial nada desdeñable. La cosa cambia por zonas, eso sí, pero por lo general, tras un primer vistazo, parece como si todo el mundo estuviera escondido y evitara encontrarse.

La banda sonora de Malpica la conforma, principalmente, el silencio, solo interrumpido por el paso de algún camión, el repicar de algún que otro martillo y el chirrido de una radial cortando metal. No hay tráfico en exceso, algo que sin duda agradecerán las calzadas del polígono, puesto que no están para muchos disgustos.

Las aceras, en los tramos que hay, están llenas de maleza y basura. | ÁNGEL DE CASTRO

En algunos tramos, los factores se invierten y en lugar de haber baches en la calzada hay algo de asfalto entre los agujeros. Y una curiosidad: en Malpica hay cedas el paso en mitad de las rotondas y no para acceder a ellas. El mundo al revés de las normas de tráfico.

Y eso que en este polígono las distancias son enormes. Moverse a pie es impensable, por eso quizás apenas se ven personas deambulando entre las naves. Todos usan el vehículo para ir de un lado a otro, lo que unido al calor y lo desértico del paisaje conforman una estampa propia de las afueras de Los Ángeles. Zaragoza siempre copiando lo mejor del resto del mundo.

De todas formas, el que esté convencido de luchar contra el cambio climático y a favor de la sostenibilidad tampoco tiene muchos argumentos en Malpica. En cuanto pones un pie sobre la acera se te quitan las ganas de pasear. Más que nada porque apenas hay aceras en según qué zonas.

Los matojos y las hierbas se han hecho con el terreno. Y las margaritas han encontrado en Malpica el lugar perfecto en el que reproducirse por miles. El paseo de un servidor tampoco es muy largo, pero en pocos metros uno encuentra dos pozos sin señalizar, abiertos y llenos de agua y basura en los que, de ir despistado paseando por este apacible lugar, no es complicado meter la pata. Ojo el que necesite de la ayuda de alguien en mitad de la nada.

El salvajeeste

Pero si por algo es icónico (si lo fuera) Malpica es por la Universidad Laboral. Un edificio de doce plantas que yace en mitad de un solar enorme y vallado en mitad del polígono.

Inaugurado en 1967, este edificio estuvo en uso como escuela de oficios y residencia estudiantil hasta 1997, año en que se cerró por problemas de seguridad (aluminosis). Hoy es un recuerdo del pasado que interrumpe un paisaje al que dota de un aspecto, si cabe, todavía más misterioso.

Desgraciadamente, este escenario sirvió en su día también para cometer un crimen. En 1988, una joven de 20 años fue asesinada y violada tras ser secuestrada en los exteriores de este centro de estudios.

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Justo en frente del solitario edificio se encuentra el Mesón del Tejar, uno de estos restaurantes de polígono lleno de trabajadores en los que se come bueno, bonito y barato. A las 11.00 de la mañana, las camareras apenas tienen tiempo para apartar la cabeza de la cafetera. Los bocadillos salen a pares de la cocina y cada uno tiene el tamaño de un antebrazo. En Malpica, los negocios se acuerdan brindando con una copa de tinto con gaseosa.

Al este de Zaragoza, Malpica no tiene nada que envidiarle al lejano oeste americano: cantinas, solares desérticos, desorden y un montón de emprendedores buscando hacer dinero en una tierra que todavía está por explotar.