La Asociación Española de Parques y Jardines Públicos (AEPJP) y el Ayuntamiento de Zaragoza han organizado el 48 Congreso Nacional de Parques y Jardines Púbicos, PARJAP 2022, que tiene lugar desde el pasado miércoles hasta este viernes en el Auditorio de la capital aragonesa bajo el lema “Bosques Urbanos: la trama verde para la ciudad sostenible”. Simone Borrelli, responsable de Bosques Urbanos y Periurbanos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ha sido uno de los ponentes durante estas jornadas.

¿Qué importancia y qué significado tiene este congreso que acoge Zaragoza durante tres días?

Este es el congreso de la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos y es una conferencia en la que se encuentran los técnicos municipales y los líderes políticos de diferentes ciudades para debatir sobre la gestión de la infraestructura verde. Es importante que exista este intercambio para de conocimientos y de tácticas para verdaderamente buscar la forma de concienciar a la gente sobre la importancia que tiene el verde urbano para la salud y bienestar de los ciudadanos.

Aquí en Zaragoza se está impulsando el Bosque de los Zaragozanos, un plan que prevé la plantación de más de 700.000 árboles. ¿Lo conoce? ¿Qué le parece? ¿Es un modelo adecuado?

Ayer estuve en la presentación. No lo conozco directamente pero escuché de qué se trata. El impulso de la naturaleza en las ciudades tiene mucha importancia para la salud de la gente porque influye positivamente reduciendo la contaminación del aire y evitando que haya islas de calor, pero también en el bienestar psicológico de la gente. En la época del covid las zonas verdes públicas fueron mucho más frecuentadas por los ciudadanos porque fue una manera de estar en contacto con la naturaleza y cambiar la atención. Para la salud, es prioritario tener acceso a un espacio saludable.

Usted defiende que la creación y la gestión de los parques y bosques urbanos tiene que ser participativa.

Exactamente. Es imprescindible porque al final es la gente la que va a utilizar el espacio. Los ciudadanos tienen que tener voz en lo que es el diseño del espacio pero también en la gestión y el monitoreo. Eso ayuda a que los bosques urbanos respondan a las necesidades reales de la gente. Creo que sube la calidad de los espacios y, sobre todo los espacios se convierten en lugares. La gente se apropia de ellos y los cuida. Eso es muy importante para poder mantener bien los parques a lo largo de los años porque al final los gobiernos cambian, pero son los ciudadanos los que más se tienen que comprometer.

En cuanto a la gestión de los bosques urbanos, más allá de la participación, ¿qué cuestiones son importantes y hay que valorar?

En primer lugar la resiliencia. Hay que buscar que los parques que creemos puedan resistir a los impactos externos como el cambio climático. Hay que tener en cuenta las especies que se utilizan, el tamaño, la edad… Cuanto más diversos son los parques más resilientes son. También tiene que hacerse una gestión más natural de los parques, no tanto de peluquería (ríe). Eso es caro y también tiene un impacto ambiental. Los espacios más naturalizados tienen una estética diferente pero eso también disminuye el impacto de la intervención. La diferencia entre cortar la hierba cada dos días o cada mes es mucha desde el punto de vista de la sostenibilidad. Hay que buscar diseños mixtos de los parques en los que haya una parte más cuidada y otra más natural para intentar reducir el impacto.

Pero la gente está acostumbrada a parques domados y donde todo está en su lugar, sin dar pie a la improvisación nata de la naturaleza.

La gente tiene que saber que un parque es un sistema vivo. No puede estar siempre verde y siempre igual, con la hierba de un centímetro. Los bosques urbanos tienen su propia dinámica y hay que educar a la gente en que hay temporadas, hay cambio de colores… Hay que respetar esos ciclos naturales.

Aquí en Zaragoza se está apostando por la plantación masiva de árboles para captar gases de efecto invernadero. Pero ha habido críticas porque se están ocupando espacios que eran ecosistemas propios de nuestra zona, como la estepa. ¿Qué opina al respecto? ¿Desaparecerán las críticas cuando veamos frondosos bosques dentro de 50 años?

No conozco muy bien la situación aquí en Zaragoza entonces no puedo opinar. Es verdad que cuando uno hace intervenciones a gran escala siempre hay ese riesgo de cambiar el ecosistema, aunque tampoco sé cómo era este ecosistema antes de la presencia humana y si aquí había bosques antes. Pero sí, a veces hay buenas intenciones pero existe el riesgo de modificar el ecosistema de una forma que no esperamos. A veces, más que la cantidad de árboles que se plantan lo importante es la calidad. Que sean árboles que vengan de buenos viveros, que puedan resistir… Porque si no lo haces bien al final has gastado dinero para no conseguir todo lo que esperas.

Con la situación actual en la que nos encontramos, con el cambio climático acechando y el suministro de alimentos mundial amenazado por la guerra en Ucrania, ¿cómo pueden ayudarnos los bosques urbanos?

Los bosques urbanos no son la solución para todo, pero es verdad que muchos países en desarrollo los bosques urbanos y periurbanos proporcionan muchos servicios que pueden, por lo menos, reducir el impacto de las crisis mundiales. Pueden proporcionar, por ejemplo, leña para cocinar, y también alimentos como insectos, frutos, hongos… Y existe ahora también el concepto de bosque comestible, y eso lo estoy viendo en muchos países de Europa, América y África. Esta producción alimentaria puede ayudar, no creo que los bosques urbanos puedan acabar con las hambrunas pero sí que pueden contribuir a reducir el impacto.