Zaragoza ha logrado reducir el número de asentamientos chabolistas en los últimos tres años, coincidiendo con la pandemia, pero no de las personas que las habitan. Actualmente hay 36 enclaves, un nueve menos que en 2020, cuando el covid confinó al mundo entero y dejó en una complicada situación a los sintecho, sin un hogar donde resguardarse y donde no ser sancionados por incumplir el decreto del Gobierno de Sánchez que prohibía estar en la calle. También a las personas sin casa.
Reducir el número de personas sin hogar no es sencillo y la crisis económica, la inflación y la pérdida de poder adquisitivo de las familias va a provocar un peligroso incremento del número de pobres. Según el último censo de Cruz Roja, en Zaragoza hay unas 500 personas sin hogar, de las que 120 duermen en la calle mientras que el resto, 380, se dejan ayudar y optan por hacer uso de alguno de los recursos sociales que ponen a su disposición distintas asociaciones y el ayuntamiento, como el albergue municipal, El Refugio o el comedor del Carmen.
Por otro lado, hay 36 enclaves de chabolas localizadas en la ciudad, 30 de ellos ocupados y seis vacíos. A través del programa de Atención Social en Situación de Infravivienda municipal, el ayuntamiento lleva el control y seguimiento del número de personas que los habitan, prestando especial atención a los menores de edad, a los que hay que ofrecer una alternativa habitacional digna.
Este equipo, formado por mediadores, realiza un seguimiento continuado de los enclaves y propone las intervenciones necesarias, que puede ir desde un seguimiento sin intervención, la propuesta de ayudas para el acceso a los recursos sociales, la limpieza del entorno o el desmantelamiento de algunas chabolas.
Actualmente hay 84 personas viviendo en estos asentamientos, cuatro más que el año pasado, pero uno menos que en 2020, cuando se produjo un importante descenso en el número. Tanto es así que en 2019 había 167 personas viviendo en los asentamientos.
Esto no significa que haya menos pobres, en absoluto. Lo que ha sucedido es que se han puesto a disposición de su disposición más recursos y alternativas habitacionales a través del programa municipal de Lucha contra la Exclusión, con planes concretos para erradicar el chabolismo.
Aún así queda mucho camino. La mayoría de las personas que viven en estos enclaves son hombres (68), mientras que 21 son mujeres y tres menores de edad, los casos que más preocupan.
Un pico estival
Según explica el concejal de Acción Social, Ángel Lorén, en los meses de verano se ha detectado un pequeño repunte en el número de sintecho que se relaciona con las fiestas celebradas en los municipios, de las que huyen las personas sin hogar y buscan ciudades próximas en las que asentarse de forma temporal. Sucede por ejemplo con los usuarios del albergue de Pamplona, cerrado durante las fiestas de San Fermín, obligando a las personas que utilizan este recurso a buscar una alternativa.
El turismo también influye, y hay personas sin hogar o mochileros que se mueven de una ciudad a otra según la época del año, ya que ven en los turistas una oportunidad, una alternativa para ganar algo de dinero ejerciendo, por ejemplo, de guías por la ciudad. Una práctica muy extendida en Europa y EEUU.
En la capital los asentamientos están dispersos y son pequeños. Suelen estar habitados por una o dos personas, aunque hay salvedades. Los servicios sociales tienen localizado un enclave de caravanas en el que viven diez personas (y los tres menores). También controlan una vivienda unifamiliar en muy malas condiciones que está habitada por 14 personas.
