Todos los barrios de Zaragoza, y de todas las ciudades del mundo, tienen problemas. Unos se quejan de la suciedad, otros de cuestiones de convivencia y de la delincuencia en sus calles, y algunos de la falta de equipamientos. Pero El Gancho y todo el entorno de Zamoray-Pignatelli en la capital aragonesa padece todas estas lacras a la vez. El consistorio ha puesto en marcha un plan especial para tratar de frenar la degradación de esta zona del casco histórico, pero sus vecinos opinan que hay actuaciones que podrían llevarse a cabo de forma inmediata y sin mucha más planificación que la que requiere la gestión del día a día y que harían mejor la vida de todos.

«Estamos aquí y ahora, en el casco histórico de Zaragoza, la ciudad de Goya, a escasos metros de la basílica del Pilar y del Mercado Central, dos de los principales emblemas de la ciudad», comienza relatando un vecino del barrio, Juan Carlos Vázquez, miembro de la Plataforma de Afectados de El Gancho y Zamoray-Pignatelli. «¿Y qué es lo que ven ustedes? Yo se lo digo: calles llenas de basura a cualquier hora del día, depositada en cualquier sitio y de cualquier manera, chatarra, colchones, muebles desguazados, cristales rotos, cajas de cartón, boñigas de perro, orines...», asegura cabreado.

Esta plataforma vecinal no habla por hablar. Para sus miembros, la suciedad no es un problema puntual. Y además tienen localizados los puntos negros y las zonas en las que se acumulan los desperdicios y la basura. Estos son, entre otros, la esquina entre la calle de las Armas con Mosén Pedro Dosset; la calle San Pablo esquina con el callejón Pedro Echeandía; la calle Mariano Cerezo con Boggiero; la calle Boggiero esquina con la calle Santa Inés; la calle Boggiero a la altura de la salida del restaurante Casa Montañés; esta misma vía a la altura de los números 92-94; la calle Aguadores esquina con la calle Morera; y la calle de las Armas junto con la calle Sacramento. También existen otros focos habituales de suciedad en la intersección de la calle Pignatelli con Zamoray y en varios puntos de Miguel de Ara.

Restos de basura en Miguel de Ara. El Periódico de Aragón

Toda esta información se ha remitido por parte de la plataforma al área de Servicios Públicos a través de la junta municipal del Casco Histórico. Los vecinos solicitan, además de la retirada de la basura, que se coloquen carteles «en varios idiomas indicando en esos puntos la prohibición de depositar basuras y enseres y la obligación de respetar los horarios de depósito de las mismas». «El barrio de San Pablo puede ser catalogado, sin lugar a dudas, como uno de los más sucios de la capital aragonesa», lamenta Vázquez.

Pero además de señalar los problemas, los vecinos también apuestan por plantear soluciones. Sabedores de que esta situación no solo se debe a la falta de acción por parte del ayuntamiento, sino también al incivismo de «los amigos de la suciedad», la Plataforma de Afectados de El Gancho y Zamoray-Pignatelli pide considerar dos cuestiones: «por un lado, la participación e implicación ciudadana; y por otro, la reglamentación de políticas eficaces y eficientes por parte de las autoridades locales».

Así, explica Vázquez, «los vecinos afectados deben denunciar estas irregularidades y asesorar a las autoridades competentes en la materia de todo aquello que no funciona». También piden cambiar el sistema de cubos de basura de las comunidades particulares por la colocación de contenedores en la calle o soterrados en puntos concretos del barrio, con una norma clara y sencilla de su uso, de forma que si no se cumple se aplique la sanción correspondiente. «Pero la solución al problema está en manos de las autoridades locales, que son las que pueden establecer la norma y quienes tienen los medios para ejecutarla y hacerla cumplir. Rascarse la cabeza en actitud pensante o mirar para otro lado no resuelve el problema», exige este vecino.

Muebles abandonados en la calle Las Armas. El Periódico de Aragón

«El ayuntamiento debería hacer campañas de información y concienciación a este respecto. Dijo Paulo Freire que la educación no cambia el mundo, lo que hay que hacer es educar a las personas, son ellas las que cambiarán el mundo», relata este miembro de la Plataforma de Afectados de El Gancho, harto de que su barrio, «lejos de convertirse en una tarjeta de visita de la ciudad», sea «la escombrera municipal, un punto limpio en pleno centro».