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Desde las sábanas hasta su solideo: objetos de Juan Pablo II que se guardan en Zaragoza

Hace ahora 40 años que el Papa llegó a Zaragoza, donde pernoctó en el palacio arzobispal

Objetos de Juan Pablo II que se guardan en Zaragoza

Objetos de Juan Pablo II que se guardan en Zaragoza Jaime Galindo

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Objetos de Juan Pablo II que se guardan en Zaragoza Iván Trigo

Hace ahora 40 años justo que Juan Pablo II, ahora San Juan Pablo II, vino a Zaragoza. Congregó multitudes y cuando se fue, dejó tras de sí miles de recuerdos pero también algunos objetos y anécdotas que todavía existen y persisten en la capital aragonesa. Es el caso de las sábanas que usó Karol Wojtyla cuando pernoctó en el palacio arzobispal, una pieza que se bordó con el nombre del santo padre para la ocasión y que, hasta ahora, no se habían enseñado nunca.

El palacio arzobispal, en 1982, lo gestionaba una congregación religiosa de monjas que cuidó hasta el más mínimo detalle cuando les recibió Juan Pablo II. Por ello, bordaron un ajuar con el escudo y el nombre del santo padre para que durmiera en unas sábanas hechas exclusivamente para él. Hasta una toalla con su nombre de pila tuvo el Papa a su disposición. 

Tras su marcha, las monjas procuraron guardar con mimo las sábanas como recuerdo. Están en una caja y las conservadoras de Patrimonio del Museo Alma Mater las desenvuelven con celo. «Es la primera vez que se enseñan», aseguran. Más adelante, precisamente con motivo del 40 aniversario de la visita del Papa, pretenden exhibirlas de forma temporal. Más que una curiosidad, este elemento se ha convertido ya en una reliquia. 

Vajilla en la que comió Juan Pablo II en su visita a Zaragoza. Jaime Galindo.

Junto al ajuar, conservan en el palacio arzobispal la vajilla en la que comió Juan Pablo II. Son de Bohemia, blancos con los cantos azules y dorados. Usó tres platos, tres copas, dos tenedores, dos cuchillos y dos cucharas. Todo se conserva en un pequeño baúl de madera.

Pero en el palacio arzobispal, donde el Papa pasó la noche, no conservan ya la habitación en la que se quedó, puesto que tras unas obras ese espacio desapareció. Sí que tienen el trono y el reclinatorio que se sacó a la plaza del Pilar donde Juan Pablo II realizó una homilía ante miles de fieles. Ahí sentado el santo padre fue aclamado por las masas. Y de rodillas sobre el reclinatorio (en el que se bordó su lema, 'Totus tuus') oró junto a la multitud. Ambas piezas, del siglo XVIII, siguen expuestas en el salón del trono del edificio.

Trono y reclinatorio que usó Juan Pablo II en su homilía en la plaza del Pilar. Jaime Galindo.

En uno de los pasillos que dan a un patio, además, dos placas de cerámica recuerdan las dos visitas del Papa a Zaragoza, tanto la de 1982 como la de 1984. Las dos veces pernoctó en el palacio arzobispal.

En la basílica del Pilar también guardan un considerable número de recuerdos de aquellas visitas. En ambas ocasiones, Juan Pablo II firmó en el Libro de Oro del tempo, un tomo que solo se abre para recibir la tinta de manos de los visitantes más ilustres.

Firma de Juan Pablo II que estampó en el Libro de Oro del Pilar en su primera visita, hace ahora 40 años. Jaime Galindo.

Su firma, todavía nítida, está estampada en dos páginas decoradas de forma especial para acoger la signatura del santo padre. El libro, como tal, es una pieza de gran valor artístico que recibió su primer mensaje en 1951.

En el Museo Pilarista guardan la que puede que sea la reliquia más valiosa del Papa santo: su solideo, la pieza circular que corona las cabezas de los eclesiásticos y que, como su propio nombre indica, solo se retiran ante Dios ('soli Deo' en latín).

Solideo y rosario de Juan Pablo II expuestos en el Museo Pilarista. Fabian Simon

En su visita a la basílica, San Juan Pablo II se acercó al camarín de la Virgen y se reclinó ante ella para orar, quitándose entonces el solideo. Cuentan los que estuvieron cerca que, en voz baja, dijo: «qué pequeña eres y qué fuerza tienes».

Una vez se levantó, dejó el solideo a los pies del santo pilar y, tras unos momentos de confusión entre los presentes por si se había olvidado la prenda, el Papa aclaró que era un regalo para la basílica.

Toalla con el nombre de Karol Wojtyla que usó el Papa cuando durmió en el palacio arzobispal. Jaime Galindo.

Junto al solideo se expone en el Museo Pilarista un rosario de cuentas de nácar y cadena de oro que también donó San Juan Pablo II en su visita.

Y como no, en la fachada del propio templo queda constancia de la visita de Wojtyla a la capital aragonesa. En la torre que hay junto a la entrada principal, una placa de mármol recuerda que Juan Pablo II oró ante la Virgen del Pilar. Dentro de la basílica, además, dos inscripciones hacen mención a sendos discursos del santo padre en los que menciona Zaragoza. «El Papa se hace hoy peregrino a las riberas del Ebro», dijo en su primera visita, una frase que todavía resuena esculpida en piedra. 

La avenida Juan Pablo II

A raíz de la primera visita de Juan Pablo II a Zaragoza en 1982, surgió un movimiento que demandaba que el nombre del Papa diera nombre a una calle de la ciudad. La proposición se incluyó en una bolsa de peticiones a la espera de que hubiera una vía libre y sin denominación para poder homenajear al santo padre.

Finalmente, fue en 1986 cuando pudo hacerse realidad esta cuestión y se nombró como avenida Juan Pablo II a una calle en el polígono Universidad. La vía va desde Duquesa Villahermosa hasta Condes de Aragón y en ella, hoy en día, está el centro comercial Aragonia.

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