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Zaragoza Moderna: el muralismo cerámico sale del olvido

Ana Durán y Sergio Sevilla gestionan una cuenta en Instagram en la que dan a conocer su trabajo de documentación e investigación sobre este patrimonio urbano

Mural de Jesús Barranco y Alfredo Díaz en el pasaje Sanclemente.

Mural de Jesús Barranco y Alfredo Díaz en el pasaje Sanclemente. / ZARAGOZA MODERNA

Iván Trigo

Iván Trigo

Las ciudades están cargadas de elementos que pasan inadvertidos en el día a día. Son estatuas, pintadas y carteles que, debido a la rutina y a la costumbre que se crea con el paso del tiempo, se vuelven invisibles ante los ojos de los que pasan por delante de ellos todos semana tras semana. Pero hay dos personas en Zaragoza, Ana Durán y Sergio Sevilla, que han decidido darle la vuelta a esta realidad y demostrar el valor patrimonial de uno de estos ingredientes urbanos que permanecían en el olvido: el muralismo cerámico.

Todo surgió en 2020, a raíz de los confinamientos perimetrales impuestos por la pandemia que impedían salir de Zaragoza primero y de la provincia después. Tanto Sevilla como Durán están formados en el arte y el patrimonio y tienen gusto por la cultura. Cuando las restricciones covid les dejaron confinados en la capital aragonesa, decidieron recorrer la ciudad en busca de joyas que estudiar. Tenían localizados algunos murales cerámicos que decidieron visitar para fotografiar y documentar, como el del antiguo hotel Meliá, en César Augusto, y en el entorno de La Romareda.

«Al principio creíamos que eran casos aislados pero empezamos a ver otra serie de murales que nos llevaron a pensar que, en su momento, se trató de un movimiento estructurado», explica Sevilla. Entonces abrieron una cuenta en Instagrambajo el nombre de Zaragoza Moderna y ahí van subiendo y recogiendo todos los murales que van documentando e investigando «en profundidad».

Mural de Enrique Val en la Óptica Bergua, en el barrio de Delicias de Zaragoza.

Mural de Enrique Val en la Óptica Bergua, en el barrio de Delicias de Zaragoza. / ZARAGOZA MODERNA

Cuando comenzaron con su labor se dieron cuenta que apenas había nada escrito sobre estos murales, que como elemento decorativo surgió en los años 60, si bien en Zaragoza «la gran eclosión surgió en los 70», cuando aparecieron talleres y artistas dedicados a este arte.

«Las artes plásticas siempre se han integrado en la arquitectura», cuenta Sevilla, pero tradicionalmente se había optado por la pintura y la arquitectura. Con la llegada del movimiento moderno la cerámica se inserta también en las construcciones «para crear espacios singulares» pero también porque es un elemento «más duradero y resistente al paso del tiempo» que la pintura. Entonces, el muralismo comenzó a extenderse por los barrios de nueva creación en Zaragoza, como La Almozara, Romareda, La Bombarda y algunas partes del Actur.

Mural de Galdeano en la Cafetería Santiago.

Mural de Galdeano en la Cafetería Santiago. / ZARAGOZA MODERNA

«Primero fue algo distintivo que se colocaba en casas y edificios señoriales, pero fue popularizándose y fueron las comunidades de vecinos las que comenzaron a encargarlas», cuenta Sevilla. Pero la moda pasó, y solo los edificios públicos siguieron contando con ceramistas para embellecerse a finales de los 90.

Entonces comenzó la decadencia, y lo que un día fue un elemento decorativo en boga se convirtió en un elemento viejuno y sin ninguna protección además para poder deshacerse de ello.

Mural de Gomballest en el edificio Hábitat Don2000.

Mural de Gomballest en el edificio Hábitat Don2000. / ZARAGOZA MODERNA

«El muralismo cerámico no está considerado como patrimonio hasta que nosotros nos hemos puesto a investigar sobre ello», dice Sevilla. Uno de los objetivos de Zaragoza Moderna es precisamente «eliminar los estratos de cotidianeidad» que nos impiden ver a estos murales como obras de arte reflejo de un tiempo pasado y no como aburridos elementos desfasados. «La gente lo ve como algo viejo y eso entra en conflicto directo con la protección y conservación de estos murales. Pero lo cierto es que también forman parte de la memoria visual de mucha gente aunque no sean conscientes de su valor», explica.

Gracias al trabajo de Durán y Sevilla, nombres como los de Enrique Val, Ángel Grávalos, Andrés Galdeano, Eduardo Alfonso Cuní y Miguel Durán-Loriga han salido del ostracismo al que habían sido relegados por las nuevas tendencias que imperan hoy. Sus firmas están estampadas en decenas de murales colocados en parkings, entradas de edificios, fachadas... A partir de ahora, fíjense. La rutina no debe impedir el patrimonio reciente de nuestras ciudades. 

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