Desalojo del centro de San Pablo

En las entrañas del Luis Buñuel: el caos de la planta prohibida

Los restos encontrados en el primer piso evidencian que se utilizaba para dormir, pese a estar prohibido el acceso a esta estancia del edificio

Una de las salas de la primera planta del centro Luis Buñuel de Zaragoza.

Una de las salas de la primera planta del centro Luis Buñuel de Zaragoza. / Jaime Galindo.

Carlota Gomar

Carlota Gomar

Parece que un torbellino ha recorrido los pasillos del antiguo instituto Luis Buñuel de Zaragoza, donde hasta este martes se organizaban actividades por las tardes. Nada queda de esa imagen de centro organizado, ordenado, limpio y cuidado porque ahora reina el caos y el desorden, con mesas, sillas, libros, cajas y todo tipo de enseres viejos abandonados en cualquier lado. Parece que el centro lleva años abandonado, y no unas horas. 

El pasado 13 de enero, EL PERIÓDICO visitó las instalaciones para conocer el proyecto de autogestión de la Asociación Centro Social Comunitario Luis Buñuel. Ese día reinaba la paz en medio de un orden en el que los distintos colectivos convivían organizados. «Aquí todos nos implicamos y nos encargamos de mantener el centro limpio y ordenado», explicaban desde la asociación, disuelta desde la entrega de las llaves del edificio, el pasado 20 de enero. 

Y así era. Las salas estaban despejadas, ordenadas y limpias. En los pasillos solo llamaban la atención los carteles reivindicativos o informativos, y no había suciedad acumulada en las esquinas, ni restos de comida o garrafas apiladas bajo las escaleras principales, como sí sucede ahora. La imagen tras el desalojo era bien distinta. Desconcertante. 

Al margen de los colchones colocados en el suelo para soportar las guardias nocturnas de los colectivos, cuando uno accede al antiguo instituto se topa con libros apilados en las puertas de acceso al patio a modo de barricadas, mesas y sillas por los pasillos, estanterías movidas y dejadas a su suerte en mitad de las estancias y restos del día a día. Además de tablones de maderas cubriendo los grandes ventanales. 

Podría decirse que este desorden es fruto de un desalojo a marchas forzadas, ya que las entidades, conscientes de que más pronto que tarde tendrían que abandonar el edificio, se han ido llevando sus pertenencias como han podido. La cosa cambia cuando se accede a la primera planta, la que en su día no mostraron porque, en teoría, no se utilizaba y era inaccesible.

El acceso a la primera planta

Cuando el ayuntamiento cedió las instalaciones en 2018 lo hizo con la condición de que solo se utilizara la planta calle, la única que estaba preparada y cumplía con todas las medidas de seguridad. Todos los accesos al resto del inmueble se tapiaron, pero en la inspección realizada ayer por el servicio de Arquitectura se han encontrado varios boquetes en las paredes que permiten acceder a los pisos. 

En la primera planta, donde la Policía Local ha encontrado varias cámaras de videovigilancia ilegales, el acopio de objetos de todo tipo llama la atención. «Es una bomba de relojería», decía la jefa de brigadas de Arquitectura del ayuntamiento. En los cuartos hay restos de ropa vieja, de sofás rotos y mugrientos, de cajas, plásticos, botes de disolvente y pintura, juguetes, colchones, mantas y cualquier cosa que uno pueda imaginarse. «Esta acumulación de enseres es muy peligrosa porque puede generar situaciones de riesgo alto. Un cortocircuito o una colilla mal apagada (que había) puede provocar un gran incendio», explicaba la responsable de Arquitectura. 

Interior del Luis Buñuel tras su desalojo

Jaime Galindo

Aunque desde la asociación siempre han negado que se haya utilizado para alojar a personas sin hogar, da la sensación de que algunas de las antiguas clases, además de haber sido utilizadas como talleres, también han sido habitadas por personas. Las plantas verdes y cuidadas, entre otras cosas, les delatan. 

Durante los próximos días las brigadas municipales se dedicarán a vaciar las instalaciones.