LA VOZ DE LA CALLE

Un vecino de El Gancho: "Que se cierren todos los edificios okupados"

Los vecinos aseguran que el principal problema del barrio es la okupación y la delincuencia que genera

Los números 8 y 10 de la calle Zamoray de Zaragoza ya fueron desalojados y tapiados en 2020 por riesgo de derribo.

Los números 8 y 10 de la calle Zamoray de Zaragoza ya fueron desalojados y tapiados en 2020 por riesgo de derribo. / ANDREEA VORNICU

Zaragoza

La resaca que deja el incendio en el número 43 de Ramón Pignatelli se deja escuchar a pie de calle con los típicos chascarillos vecinales en los que sus residentes maldicen «la okupación». Hace años que el zaragozano barrio de El Gancho se enfrenta a este problema que, además, deriva en «delincuencia» ya que «roban a diario» móviles, carteras, bicicletas y «cualquier objeto susceptible de ser robado».

«Sobre todo por la noche», matiza Javier Magén, presidente de la Asociación de Vecinos Plataforma de Afectados El Gancho-Pignatelli, mientras señala con su dedo índice el cruce de Conde Aranda con Ramón y Cajal. Allí fue asaltada la madrugada del pasado domingo una joven de 21 años «que salía de la sala Oasis». Le robaron su móvil y su tarjeta bancaria si bien es cierto que pudo recuperar sus efectos poco después ya que una patrulla de la Policía Local fue testigo del hurto.

Los vecinos defienden que la solución pasa por tapiar los inmuebles okupados, como así se ha hecho ya en el número 67, 76 y 77 de Pignatelli. A ellos se sumó ayer este número 43 después del incendio que se originó el lunes por la noche en el primer piso y que provocó daños en los forjados de la segunda planta. Según cuenta Óscar, un vecino de El Gancho, este inmueble albergaba «un narcopiso» –donde también se repartía «droga a domicilio»– y «un puticlub 24 horas».

«Son pisos de 90m2 con terraza interior. Es una de las fachadas más bonitas del barrio», apunta. Justo en ese momento otro vecino pasaba por la puerta del número 43 y soltaba un resignado «otra vez los okupas» mientras sujetaba una barra de pan.

"Soy enfermero y hace cuatro años tuve que pedir el turno de noche para dormir por el día"

Óscar lamenta que la degradación del barrio con la llegada de okupas ha dejado esta calle sin comercio local. «Ahora no hay nada. Tienes un puticlub, un sexshop y un garito de intercambio de jeringuillas. En San Pablo sí que queda una charcutería y una herboristería. Antes estaba todo lleno de bares, con el casinico, las golondrinas o el Millán, que lo llevaba Pedro, un boxeador famoso de Zaragoza», recuerda Óscar, a lo que añade: «Soy enfermero y hace cuatro años tuve que pedir el turno de noche para dormir por el día. Mientras no se saque a los okupas, la inversión privada no va a entrar aquí. Que se cierren todos los edificios okupados».

El 67 permanece tapiado desde que se originó un incendió el pasado mes de septiembre.

El número 67 de la calle Pignatelli permanece tapiado desde que se originó un incendió el pasado mes de septiembre. / ANDREEA VORNICU

Con él coincide Javier Magén, el presidente de la Asociación de Vecinos. De hecho, esto último para él es su «principal preocupación» pues algunos de los vecinos desalojados okupan otros edificios cercanos como el número 2 de la calle Zamoray. Cerca de allí, el número 8-10 ya fue desalojado y tapiado hace un par de años. «No sé que quieren guardar ahí dentro pero está apuntalado de arriba a abajo. Hasta que un día pase algo, claro. La mayoría de estos edIficios están catalogados como Bien de Interés Ambiental. Ambiente de barrio porque los edificios guardan la misma estructura y la misma altura»», explica.

Javier adquirió su vivienda en el año 2005, «cuando el barrio empezaba a revitalizarse», pero a partir de 2008 «llegó la debacle y se abandonó la construcción». Desde entonces, El Gancho «se ha degradado a marchas forzadas» por «un compendio de todo»: okupas, tráfico de drogas, prostitutas y robos. Tanto que Javier compró su piso hace 18 años por 150.000 euros y ahora apenas lo tiene tasado en 40.000. «Los precios han caído en picado», clama.

A este par de vecinos les acompaña Pilar, una jubilada que abandonó hace unos años el barrio para trasladarse a La Almozara. «En solidaridad con mis vecinos, vendré tantas veces como sea necesario. Incluso me he hecho socia de la asociación. Mis hijos nacieron aquí. Con lo que ha sido esta calle...». suspira Pilar. Sus pasos los ha seguido recientemente otra vecina del barrio que se «ha marchado a avenida Madrid con sus dos niños pequeños».

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