El Periódico de Aragón

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'ZARAGOZEANDO'

Fluvi seguiría estando triste: así están los edificios abandonados de la Expo

El Pabellón Puente se reabrirá en marzo pero siguen abandonados el de España y el de Aragón

Las tres patas que sostienen el Pabellón de Aragón. EL PERIÓDICO

La recuperación del legado de la Expo en Zaragoza es una deuda que mantiene la ciudad consigo misma. Cada paso que se da en ese sentido es un hito dentro de un historial de abandono e inacción que ha propiciado que muchos de los edificios que se convirtieron en 2008 en los iconos de la ciudad estén hoy descuidados y sin uso. Esta semana ha reabierto el Pabellón Puente, una de las obras maestras de la arquitecta iraquí Zaha Hadid de la que ya se puede disfrutar de nuevo. No será, eso sí, hasta el 3 de marzo cuando la pasarela se podrá cruzar y podrá visitarse la exposición del Mobility City.

Hasta 15 años han pasado hasta que se ha podido dotar de contenido a este pabellón sobre el Ebro, pero queda mucho todavía por hacer en el meandro de Ranillas. Si Fluvi regresara a la vida le daría un parraque. Y no solo por el estado de los pabellones. Un ejemplo es la pasarela del Voluntariado, que a pesar de su espectacularidad no luce en las mejores condiciones. Las juntas están comidas por el óxido, los tornillos y tuercas también, los cristales están sucios y rotos (y eso que se repararon en 2016) y las pintadas afean una estructura, proyectada por Javier Manterola, que homenajea a todas las personas que, de forma altruista, colaboraron en la celebración de la Exposición Internacional.

En el presupuesto del año pasado, el equipo de PP y Cs reservó 300.000 euros para actuar en los puentes de la ciudad y uno de ellos era la pasarela del Voluntariado. Sin embargo, la partida se recortó en 100.000 euros y los 200.000 euros sobrantes no se llegaron a gastar. Mientras, el proceso de corrosión sobre la estructura va avanzado de forma considerable, por lo que los técnicos municipales ven necesario que se lleve a cabo una intervención de mayor envergadura «para frenar los efectos de la humedad».

Entrando en el recinto Expo, la sensación para el paseante no mejora. Barandillas rotas, maderas sueltas, bancos en mal estado, obras de arte abandonadas y áreas de juegos infantiles que parecen ubicadas en una zona de exclusión: los columpios están corroídos y los firmes llenos de boquetes. Aquí no hay quien juegue.

A pesar de la espectacularidad del entorno, es como si todos los elementos inertes estuvieran pidiendo auxilio. El suelo está lleno de grietas, la pintura que lo decora está deslucida y las pérgolas que sirvieron para dar sombra están rotas. Las farolas están peladas y una especie de feo papel amarillento dentro de las luminarias acaba de rematar el asunto. Lo que un día fue la imagen con la que Zaragoza se proyectó al mundo hoy es un lugar del que no se puede estar demasiado orgulloso.

Parque en la Expo con el suelo lleno de boquetes. EL PERIÓDICO

Vacío sigue todavía el Pabellón de España, obra de Patxi Mangado con la colaboración del Centro Nacional de Energías Renovables. Una valla metálica sigue separando la infraestructura del mundo exterior, mientras sus esbeltas columnas hechas con un material similar a las tejas se descascarillan.

El edificio dispone de unos 8.000 metros cuadrados de superficie útil y en su momento, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero ya anunció que allí se abriría el Instituto Nacional del Cambio Climático. Pero la promesa murió y hasta 2016 no se planteó actuar en el pabellón, propiedad entonces del Gobierno de España, para frenar la degradación.

La pasarela del Voluntariado tiene las juntas oxidadas. EL PERIÓDICO

Uno de los símbolos de la Expo que pronto saldrán de la lista del olvido son los conocidos como cacahuetes, los pabellones centrales que acogían las exposiciones de los países. Allí el Gobierno de Aragón ha proyectado la construcción de más de 500 viviendas para jóvenes, aunque la iniciativa va a costar un ojo de la cara: 76 millones de euros, más de 150.000 euros por cada piso, cuyo tamaño oscilará entre los 40 y los 60 metros cuadrados. Habrá que ver si la demanda corresponde a la oferta para vivir en una zona en la que ahora están los juzgados, oficinas, cafeterías y la sede de la unidad de la Policía Nacional Adscrita a Aragón. Los habitantes de estos edificios podrán disfrutar del lujo de ser detenidos y juzgados a dos minutos de su hogar. Un reclamo sin igual.

Ahí siguen sin uso también la Torre del Agua, abierta a las visitas guiadas de vez en cuando gracias al empeño de la asociación Legado Expo, y el Pabellón de Aragón, obra de los arquitectos Olano y Mendo y propiedad del departamento de Educación del Gobierno de Aragón. Las tres patas que sujetan la estructura, llenas de pintadas, son como las tres patas (Ayuntamiento de Zaragoza, Gobierno de Aragón y Gobierno de España) de un banco que es la Expo que sigue esperando para que alguien acuda a su rescate y recuperación. Entonces Fluvi, allá donde esté, sonreirá de nuevo. 

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