El ruido de las terrazas, el otro vecino incómodo del verano en Zaragoza
Desde la asociación Stop Ruido Zaragoza denuncian las molestias que generan las terrazas en la vía pública por la falta de control del ruido

Un cartel, en la plaza Mariano de Cavia, pidiendo poner fin al ruido por las noches. / EL PERIÓDICO
I.R.
El ruido es un mal recurrente y cada vez mayor en la realidad cotidiana de las ciudades españolas y Zaragoza no es una excepción. Tampoco en verano, con la ola de calor apretando, donde la ciudad se vacía en todos los frentes, el de los potenciales emisores como el de los que que lo padecen, pero el problema no cesa, solo se transforma.
Así lo reconoce Miguel Morte, miembro de la asociación Stop Ruido, que reconoce que en el periodo estival hay inevitablemente menor ruido que durante el resto del año, pero ahora los focos se centran en los decibelios que emanan desde las terrazas ubicadas en las zonas más críticas de la urbe y que afectan a las primeras horas para conciliar el sueño.
"Nos encontramos con ese ruido desde las 23 horas, o incluso antes, que se extienden hasta la 1 de la madrugada. Claro, te encuentras pillado porque son horas donde abres las ventanas para refrescar la casa y causan una molestia evidente", denuncia. "Claro, ¿qué vas a hacer? ¿No vas a abrir la casa? Te encuentras en una ratonera", asevera Morte.
Los vecinos de calle Mayor, Espoz y Mina, San Jorge, Cuatro de Agosto o Calanda, solo por mencionar algunas ubicaciones, dice se enfrentan a un nivel de ruido que puede ser "muy alto" en ocasiones, "alto" en otras, pero que se mantiene constante en el tiempo y que supera los niveles de decibelios permitidos. Contrasta, argumenta Morte, con el ocasionado por el ocio nocturno, que es "más puntual", pero por contra puede ser más fuerte, con el agravante además de que "te revienta el sueño".
"¿Quién nos entiende a nosotros?"
Este representante de Stop Ruidos Zaragoza es consciente de la complejidad del problema y afirma ser sensible a los problemas de la hostelería, especialmente después de la pandemia, pero "¿quién nos entiende a nosotros?", pregunta.
No estamos ante un diagnóstico exclusivo de Zaragoza y cada vez son más las ciudades que se dan de bruces con estas cuestiones que, bien que mal, algunas intentan parchear. "La dificultad principal es que las distorsiones derivadas del ruido avanzas más rápido".
A su juicio, todo parte de la voluntad de la administración competente, en este caso del ayuntamiento. "Hay leyes, pero no las cumplen. Los vecinos podemos ir detrás para velar porque se respeten; es el mundo al revés", reprocha Morte, asegurando que en los últimos 10 años se ha extendido a más áreas de la ciudad. "No hay ningún tipo de control", sintetiza Morte.
La otra pata irremediablemente necesaria, entiende, es el de los propios establecimientos. "Si hay algún comportamiento indebido dentro, los responsables rápidamente se preocupan, pero si ocurre fuera, no hacen nada. Es inaudito. Deben implicarse para ayudar que los clientes no generen molestias".
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