Experimento. El servicio del autobús urbano es visto por los zaragozanos como uno de los aspectos que necesita mejorar en la ciudad. Es raro el mes en el que los buses no acaparan titulares, ya sea por conflictos laborales de la plantilla, por las huelgas, por los incendios de los vehículos... Cada año, las diferentes líneas que recorren la ciudad suman más de 70 millones de viajeros, que son los que después evalúan y ponen nota al transporte público. Pues bien, acaba el trimestre y es tiempo de examen.

La línea escogida para este test es la 35, que recorre la ciudad de norte a sur (desde Parque Goya hasta Aragonia). Eso sí, aquí un servidor se sube en la plaza Ariño, que el tiempo está caro para todos. Son las 10.41 horas de un viernes. La hora punta ha pasado. Al llegar a la parada, la pantalla digital marca que quedan 8 minutos para que llegue el bus. Demasiado, piensa uno. Pero, ¡ay el pobre que quiera coger el 28!. Le quedan 28 minutos.

En la plaza Ariño no hay marquesina. Una plataforma de plástico permite el acceso más cómodamente al bus. Y una rampa hace que sea accesible para todo el mundo. A lo lejos se atisba el color rojo de un bus. Es el treinta y... nueve. Nada. Toca esperar. No hay cenicero en la parada pero una papelera a unos metros para poder tirar las colillas. Eso los que fumen, claro.

A las 10.50 horas llega el 35. La pantalla decía la verdad. 8 minutos. El bus va bastante lleno, solo se cabe de pie. «Buenos días», dice uno al conductor. «Buenos días», responde con la boca pequeña. Normal. Decir buenos días cientos de veces al día debe resultar muy pesado sobre todo si no se tiene un buen día. Recorrer Don Jaime I e Independencia en bus también desespera si llevas prisa. Hay menos de un kilómetro desde la plaza Ariño hasta Paraíso, pero el bus tarda cinco minutazos. La velocidad media es de 12 kilómetros por hora.

El suplicio termina en el paseo Pamplona. El bus coge velocidad y además se ha vaciado. La mayoría de viajeros venían de los barrios del norte de la ciudad y se han bajado en el centro.

Hace algo de calor dentro del bus y eso que el aire está puesto. Pero el calor es subjetivo. Hay gente que va abrigada. En ese justo momento uno se da cuenta de que está analizando al resto de viajeros y al ser esto un experimento toca tomar nota.

La proporción de hombres y mujeres es similar. Las edades sí que difieren. Con excepciones, hay adolescentes, veinteañeros y personas que pasan de largo la cinquientena. Ni rastro de la mediana edad. Estarán trabajando, claro. O es que no usan el transporte público. O cogen el tranvía porque todos viven en Valdespartera.

El bus es un Volvo híbrido. No hace muchos ruidos. Hay otros vehículos que con cada bache suenan como una orquesta de cacharros. Este no. Y dentro la gente se comporta. Hablan, sí, pero nadie grita. En ese momento, claro. Los acentos varían, eso sí. Se escucha gente de distintas procedencias. Y solo una mujer lleva mascarilla.

«Son las 11 horas del 29 de septiembre de 2023. Avenida de Valencia 8», suena por los altavoces del vehículo. La voz es la misma que la que tendría el Hermano Mayor de Orwell. Se sube un joven con bolsas de la compra. Huele a comida. Hasta el momento no había reparado en los olores. ¿Cómo huele un bus? A rutina.

La mayoría de usuarios no tienen el móvil en la mano. Solo un par: una teclea compulsivamente y otro juega a algo. El resto miran por la ventana. Ay, que metro ni qué metro. Es mejor recorrer las ciudades por la superficie. Da para mirar el paisaje.

¿Se puede ligar en un bus? Surge la duda. Uno mira a su alrededor y la idea se desvanece. A ver si iba a ser motivo de conflicto entre Avanza y el comité al no estar el servicio de Celestina contemplado en el convenio.

En todo el trayecto nadie ha pedido la rampa de acceso para personas con movilidad reducida. No podemos saber si hubieran funcionado. Las mujeres que llevaban carritos de bebé los han bajado a pulso. Y eran mujeres las dos. Casualidades del reparto equitativo de las tareas. Fin de la línea. Son las 11.11 horas. 21 minutos de viaje. ¿Resultado? Satisfactorio. ¿Validez científica del experimento? Ninguna.