ESPECIAL 225 AÑOS DEL TEATRO PRINCIPAL

Amparo Martínez: «La historia de la construcción del Teatro Principal es una gesta colectiva de los zaragozanos»

Amparo Martínez Herranz es profesora titular de Historia del Cine en el departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza y realizó la Tesis Doctoral sobre los teatros en Zaragoza. Próximamente presentará una reedición revisada y ampliada del libro sobre el Teatro Principal editado en 1999 en colaboración con el Ayuntamiento de Zaragoza con motivo del segundo centenario de su inauguración

La historiadora Amparo Martínez es autora de un libro sobre los teatros de Zaragoza, entre ellos, el Teatro Principal.

La historiadora Amparo Martínez es autora de un libro sobre los teatros de Zaragoza, entre ellos, el Teatro Principal. / Jaime Galindo

Pregunta: Tras el incendio del teatro del hospital, se prohibió taxativamente construir una nueva Casa de Comedias y Zaragoza se quedó sin espectáculos varios años.

Respuesta: El incendio de la Casa de Comedias del hospital coincidió con el reinado de Carlos III, un hombre muy sobrio que incluso llegó a prohibir los autos sacramentales. Así que durante cerca de trece años en Zaragoza se prohibieron las representaciones dramáticas y líricas, y fueron más de 20 años los que careció de un teatro en condiciones. Pero a pesar de las prohibiciones, a los tres años ya se estaba haciendo teatro en las casas de los nobles, había espectáculos en la calle, malabares, proyecciones de linterna mágica, titiriteros... Los zaragozanos estaban ávidos de espectáculos. Cuando muere Carlos III, en Zaragoza se abre la Casa de Comedias en Casa de Oña, en el Palacio de Donlope, actual sede de la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza, y tiene tanto éxito que enseguida se queda pequeña.

P: ¿Es entonces cuando el ayuntamiento habilita La Lonja como casa de comedias?

R: Sí, pero su apertura no estuvo exenta de problemas. Durante algún tiempo, el altar del Ángel Custodio, entonces patrón de Zaragoza, estuvo en La Lonja, un hecho que aprovecharon los detractores del teatro para cuestionar la habilitación de este espacio como lugar de espectáculos. Pero Zaragoza sigue sin disponer de un espacio digno para la celebración de espectáculos; hay que tener en cuenta que La Lonja tenía un aforo de solo 400 espectadores, frente a los 1.600 que podía albergar el teatro del Hospital. Con la llegada de Carlos IV, se suceden las iniciativas para construir un nuevo teatro.

P: Los primeros proyectos para el nuevo teatro son los de Agustín Gracián y Agustín Sanz.

R: En 1790, el ayuntamiento propone a Agustín Sanz, entonces arquitecto municipal, el proyecto para la nueva Casa de Comedias, pero ya tenía 65 años y les dice que tiene mucho trabajo y que lo haga Agustín Gracián, maestro de obras. Gracián asume el proyecto y lo presenta al consistorio, al que le parece muy bien porque además le sale más barato. Pero cuando el proyecto llega a la Academia de Bellas Artes de San Fernando lo echan atrás con gran deprecio porque no lo ha realizado un arquitecto perteneciente a la Academia y porque el proyecto es demasiado sencillo. Hay que tener en cuenta que en esa época se está produciendo el cambio del sistema gremial al de las Academias, que es un aprendizaje reglado desde el Estado. La Academia devuelve el proyecto y exigen que sea un arquitecto académico el que haga los planos, es decir, Agustín Sanz. 

P: Y con 70 años ya, Agustín Sanz entrega el proyecto.

R: Entonces el ayuntamiento reclama a Agustín Sanz que haga los planos, aunque esté muy ocupado. En 1795, con 70 años, entrega el proyecto definitivo en el que se contempla un teatro exento, que es lo que se estaba haciendo en el resto de Europa. Para ello, además de comprar los graneros de la ciudad, el lugar elegido para levantar el nuevo edificio, Sanz contempla la compra de las casas de alrededor para que desde el principio sea un edificio exento. En el proyecto da un presupuesto detallado e incluye hasta el color que debía tener la boca escena. El teatro de Agustín Sanz no iba a ser provisional, iba a ser un gran teatro a la italiana, exento, definitivo, un gran teatro con vocación monumental. 

Portada del nuevo libro de Amparo Martínez sobre el Teatro Principal de Zaragoza.

Portada del nuevo libro de Amparo Martínez sobre el Teatro Principal de Zaragoza. / Servicio Especial

P: La academia por fin aprueba el proyecto, pero el consistorio no dispone de presupuesto para construirlo.

R: La academia aprueba el proyecto en mayo de 1795, a los dos meses de entregarlo, pero el ayuntamiento no tiene dinero en esos momentos para comprar los solares de alrededor ni para costear los gastos de un edificio de nueva planta. Piensan que con el dinero que recauden en La Lonja y con los impuestos del pescado en el mercado podrán hacerlo. Pero llega 1796 y todo continua igual; Zaragoza sigue sin tener un teatro de calidad.

Por aquel entonces, y esta es una documentación que he localizado recientemente, llega a Zaragoza el general Juan Antonio Courten y González, muy aficionado al teatro, y dice que como el ayuntamiento no va a tener capacidad económica para levantar el teatro, va a ser Capitanía General de Aragón, lo que ahora se correspondería con el Gobierno Civil, la que se va a hacer cargo del proyecto. Incluso apunta que va a crear un sistema de financiación como el que creo Ramón Pignatelli para costear la plaza de toros de Zaragoza. Además, propone que el nuevo emplazamiento no sea el planteado hasta ese momento, el solar de los graneros de la ciudad, que es propiedad del ayuntamiento (donde se encuentra el Teatro Principal). Será en el Coso, en el solar cerca del convento de Santa Catalina con la trasera de la calle San Miguel, porque está más cerca de la acequia de la Romareda y es mejor para el sistema de prevención de incendios. Queda en sus manos, y se marcha a Madrid a hacer papeles, pero, a su vuelta a Zaragoza, el general muere en La Almunia de Doña Godina. Al capitán general que le sustituye el tema del teatro le es indiferente y el proyecto de Agustín Sanz queda paralizado por cuestiones administrativas.

P: Así que el ayuntamiento se queda sin proyecto y sin jurisdicción.

R: Efectivamente, el Ayuntamiento de Zaragoza, que ve que le han quitado la jurisdicción para construir un teatro y que tiene que reformar el de La Lonja, que se encuentra en condiciones pésimas y puede haber otra desgracia como la del teatro del hospital, mueve ficha de la manera más inesperada, procediendo a utilizar una treta administrativa. Así, anuncian que van a construir un teatro provisional en el solar de los graneros de la ciudad y que, como es provisional, la academia no se puede negar. Deja en manos de Capitanía General la construcción de uno estable con el proyecto de Agustín Sanz, pero el ayuntamiento decide seguir adelante. Así es como encargan los planos al tramoyista de La Lonja, Vicente Martínez.

Por supuesto, la academia protestó, pero al tratarse de una construcción provisional no tenían competencias, no podían opinar. Lo cierto es que, desde el principio, el consistorio lo concibe puertas a fuera como provisional, pero con la idea de ir ampliándolo y que sea el definitivo. Por eso reaprovechan, por ejemplo, el diseño de la boca de escena del proyecto de Sanz. No hay que olvidar que los tres, Agustín Gracián, Vicente Martínez y Agustín Sanz, se conocían y trabajaban juntos en Zaragoza por lo que no es de extrañar que Sanz diera consentimiento para que aprovecharan sus ideas. En definitiva, Vicente Martínez firma el proyecto del Teatro Principal, pero quién lo lleva a cabo es Agustín Gracián, el maestro de obras, tomando ideas del grandioso proyecto de Agustín Sanz. El teatro se inaugura sin tener fachada siquiera, pero lo que importaba era la infraestructura de la sala, que en la actualidad sigue en el mismo lugar y tiene la misma traza que se dio en 1799.  

«Vicente Martínez firma el proyecto del Teatro Principal, pero quién lo lleva a cabo es Agustín Gracián»

Amparo Martínez Herranz

— Historiadora

P: A lo largo del siglo XIX se realizaron obras de reforma y remodelación que fueron dándole empaque al edificio con las actuaciones de los arquitectos José de Yarza Lafuente, José de Yarza y Miñana, Miguel Geliner Germá, Segundo Díaz… 

R: En 1858 se decidió acometer una profunda remodelación por iniciativa de Juan Antonio Suñol, por entonces al frente de la explotación del Principal, que propuso al ayuntamiento una serie de intervenciones destinadas a ampliar la capacidad del teatro y mejorar su aspecto general. Los gastos serían repartidos entre el consistorio y el empresario. Los encargados de elaborar el proyecto de reforma fueron los arquitectos municipales Miguel Geliner Germá y José de Yarza Miñana, actuando como contratista de las obras el propio Juan Antonio Suñol. Se reorganizó la estructura de las localidades de la sala y se mejoraron las dotaciones de la caja escénica. Simultáneamente, se intervino en el aspecto general del coliseo, cambiando por completo la decoración de la fachada principal y de la sala para los espectadores.

Por estas mismas fechas se inició la sustitución del alumbrado de velas y aceite, por una instalación de luz de gas que pudo ponerse en marcha en torno a 1866, después de una azarosa historia de fraudes y engaños. Las de mediados del siglo XIX fueron reformas importantes que se complementarían con la realizada 17 años después, en 1875. En esta ocasión el proyecto fue elaborado por Segundo Díaz. Siguiendo sus indicaciones se hicieron algunos arreglos en las tijeras de la cubierta, sin llegar a desmontar el cielorraso de la sala. También se renovaron los techos y suelos de los locales accesorios al teatro con salida al Coso.

Amparo Martínez Herranz es profesora de la Universidad de Zaragoza.

Amparo Martínez Herranz es profesora de la Universidad de Zaragoza. / Jaime Galindo

P: Pero fue la reforma de Ricardo Magdalena entre 1891 y 1896, la que supuso la mayor transformación, dotando al teatro de su carácter monumental.

R: A finales del siglo XIX, tras la reforma dirigida y proyectada por Ricardo Magdalena, el Principal ofrecía un aspecto completamente diferente. Se ampliaron los servicios generales del teatro, se establecieron diferentes salones de descanso, retretes, guardarropía, algunas tiendas y también se hicieron pequeñas reparaciones, como las efectuadas en la fachada del Coso. Pero los cambios más notables se localizaron en la nueva sala para los espectadores, respetando en líneas generales la estructura de la anterior, y en las dos fachadas de la parte posterior del inmueble. Tanto la sala como los pasillos cambiaron sus viejas estructuras de madera por otras de hierro, que aportaron más solidez y seguridad al conjunto del edificio. Fueron fundidas y ensambladas por la empresa Averly, con la que Magdalena trabajó a lo largo de su carrera. En el entorno de las calles Don Jaime y Zabala se levantaron dos nuevas fachadas unidas por un chaflán y planteadas como un telón, ya que su composición general no se correspondía con la realidad del interior del edificio. Ambas avanzaron en relación con la línea de la vieja fachada, lo que permitió la ampliación del teatro en este punto y la construcción de nuevas estancias accesorias y camerinos. A pesar de ser una intervención incompleta, esta reforma consiguió revigorizar al Teatro Principal. Si a los arquitectos José de Yarza y Miguel Geliner les correspondió la consolidación del edificio, a Ricardo Magdalena se debe, tal y como ha afirmado muy acertadamente Ascensión Hernández Martínez, «la monumentalización de este espacio dedicado al ocio».

P: A comienzos del siglo XX, concretamente en 1937, los arquitectos José Beltrán y Regino Borobio acometen un ambicioso plan de remodelación, aumentan la superficie del teatro y crean el lujoso vestíbulo, entre otras actuaciones.

R: Al exterior, las fachadas de las calles Don Jaime y Zabala, apenas cambiaron. Solo se hicieron trabajos de pintura y restauración para ponerlas a tono con el resto del edificio. Pero en el coso y en la calle Blasco se construyeron dos fachadas completamente nuevas. El material predominante en su ejecución fue el ladrillo caravista y la piedra de La Puebla en los zócalos y molduras. En líneas generales, la entrada al teatro presenta hoy en día la misma apariencia que tenía en 1940, después de la inauguración de la reforma de Beltrán y Borobio. Desde las puertas del Coso se llega a un sencillo vestíbulo de planta rectangular en el que se ubicaron las taquillas, carteleras para los anuncios y vitrinas para las fotografías de los programas ofertados en el teatro. Desde aquí se llega al vestíbulo principal. En realidad, se trata de lo que en lenguaje teatral denominaríamos el foyer, un amplio espacio de distribución y acceso a las localidades que al mismo tiempo cumple la función de salón de descanso y lugar de encuentro. Su labor destacó por el afianzamiento global de la construcción, la moderna organización de los accesos a las localidades, que se unificaron en torno a dos amplias cajas de escaleras, y la creación de un gran vestíbulo de aspecto lujoso que dignificó el teatro y sirvió de marco para la exhibición de la nueva sociedad zaragozana surgida tras la guerra.

P: Ya en 1987, el arquitecto José Manuel Pérez Latorre acomete la última gran reforma tras la que ya se puede considerar que el Teatro Principal está totalmente terminado.

R: Podría decirse que el Princiapl comenzó a construirse en 1799 y que se concluyó casi doscientos años después, en 1987, con la reforma de José Manuel Pérez Latorre. Esta rehabilitación preservó las piezas consolidadas históricamente dentro del teatro, como las fachadas, el hall o la sala de espectadores, e incorporó nuevos espacios secundarios y servicios, logrando un admirable ensamblaje entre todos los elementos. A las partes incorporadas al coliseo en la reforma de 1987 se les dio un tratamiento estético en el que se combinan, tal y como ha señalado Manuel García Guatas, materiales y colores inspirados en la Secesión vienesa y el Art Decó, que, fusionados, logran una fórmula respetuosa y moderna.

En el Principal, la convivencia entre lo antiguo y lo nuevo oscila entre la corrección y la provocación. Corrección que se pone de manifiesto en la fachada de la plaza José Sinués, donde los claroscuros de los planos alternos de Magdalena se coordinan sin estridencias con la exaltación de la belleza desnuda de las estructuras teatrales, ala vista en el juego de volúmenes de la cubierta. Mientras, la provocación se descubre en el vestíbulo con la pintura de Broto o en el acceso de los actores con el mural de Jorge Gay. Son provocaciones de índole visual e intelectual que enriquecen patrimonialmente el teatro. Podríamos decir que el Principal es el resultado de la superposición de pequeñas reparaciones cotidianas, que fueron constantes a lo largo de su historia, y de grandes reformas como las de Geliner y Yarza, Magdalena, Beltrán y Borobio y Pérez Latorre. Gracias a la suma de todas ellas, aquel discreto teatro provisional de comedias inaugurado el 25 de agosto de 1799, se ha convertido en el edificio que hoy conocemos.

P: ¿Qué distingue al Teatro Principal del resto de teatros de España o Europa?

R: En cuanto a la construcción, sigue el modelo de teatro a la italiana que ya tenía la Casa de Comedias del Hospital Nuestra Señora de Gracia, cuando se reformó justo antes de arder. Era ya techado, porque la acústica de la ópera requiera una cubierta para generar una caja armónica y que el sonido reverbere. En ese sentido no hay nada distintivo. Sin embargo, en la actualidad, sí hay algo que diferencia al Teatro Principal del resto, y es que es uno de los más antiguos construidos en España y que siguen en pie conservando su traza original. Ni en Madrid ni en Barcelona hay un teatro a la italiana tan antiguo. Los teatros que se construyeron a finales del siglo XVIII fueron desapareciendo por diversos motivos, por lo que se puede afirmar que el Principal es uno de los teatros a la italiana más antiguos del mundo.

«César Lapuente es el empresario que hace que tengamos el Teatro Principal que tenemos hoy en día»

Amparo Martínez Herranz

— Historiadora

P: A lo largo de la historia del teatro, la gestión ha sido determinante.

R: Al principio se sigue el sistema que viene del siglo XVI, en el que se saca a concurso el arriendo y la gerencia, y así se mantiene hasta la guerra civil. Hasta mediados del siglo XIX, la gerencia la llevaban los actores que tenían compañía propia y que utilizaban el teatro como su sede, además de contratar otros espectáculos. Pero eso cambia y se empieza a profesionalizar la gestión, que ya no la llevan los actores porque entran en escena los empresarios. En esta primera etapa de la gestión por parte de actores destaca la figura de Garcilaso, que llevaba entonces La Lonja, y que promovió la construcción del Teatro Principal, pasando su compañía a gestionar este espacio.

P: ¿Qué empresario destacaría por su trascendencia en la gestión del Principal?

R: Sin duda, para mí, es César Lapuente. En cualquier caso, es el empresario que hace que tengamos el Teatro Principal que tenemos ahora. El teatro llegó a 1885 muy deteriorado, en un estado lamentable, con una sala muy envejecida, entre otras cosas porque los pilares eran aún de madera. El ayuntamiento era muy consciente de que necesitaba una gran reforma, y Ricardo Magdalena, entonces arquitecto municipal, propone un gran proyecto que suponía tirar el teatro entero y construir uno nuevo al estilo de los grandes teatros europeos de finales del siglo XIX. Pero el consistorio no tiene dinero y no se lleva a cabo. En 1890, aparece la figura de César Lapuente, empresario que propone llevar el teatro si le descuentan parte del arriendo. A cambio, él pone dinero de su bolsillo para realizar las reformas necesarias. En definitiva, la gran reforma de Ricardo Magdalena, el arquitecto que monumentalizó el Principal se hace porque hay un empresario, un gestor del teatro, que pone dinero de su bolsillo para reformarlo junto con el ayuntamiento que, por sí solo, no hubiera podido. Ya en estos últimos años, destacaría a Ángel Anadón, con el que se pasaría de la gestión directa o vinculada al propio consistorio a la creación del Patronato Municipal de las Artes Escénicas y de la Imagen.

P: Por último, ¿alguna anécdota curiosa de la construcción del teatro a lo largo de estos 225 años?

R: Bueno, siempre me ha llamado la atención la capacidad que se tuvo para hacer una reforma del teatro en plena guerra civil. Aunque en este contexto se dieron algunas historias tristes. El entonces arquitecto municipal Miguel Ángel Navarro tenía ya un proyecto de reforma, pero la guerra le pilló en San Sebastián y no pudo volver a Zaragoza hasta el mes de septiembre. Cuando regresó, los entonces gestores municipales lo acusaron de incomparecencia en su puesto de trabajo, lo destituyeron y llegó a ser encarcelado. Con el tiempo logró lavar su nombre y que lo restituyeran como arquitecto municipal. Pero entre tanto, el proyecto que se hizo fue el de Beltrán y Borobio y el suyo fue olvidado.

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