ESPECIAL 225 AÑOS DEL TEATRO PRINCIPAL
El teatro de la vida y sus templos
Esos sitios en los que cuando uno se sienta en la butaca y mira a su alrededor entiende que la vida y su concepción es asombrosa y maravillosa

Imagen de archivo del Teatro Principal de Zaragoza / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Para hacer teatro apenas se necesita nada, probablemente, solo el querer hacerlo, casi ni público. No hablo del teatro profesional, obviamente, hablo del hecho de actuar sin más pretensiones. Y a nuestro alrededor, sin querer señalar a nadie, tenemos ejemplos todos los días y en todos los ámbitos que a uno se le puedan imaginar. Hay teatro en las fruterías, en las casas, en las sedes parlamentarias, en los encuentros casuales en la calle, en el trabajo y también, claro que sí, en la rutina cotidiana que nos autoimponemos. De hecho, con un origen incierto, sí parece algo aceptado que el teatro ya comenzó en los ritos prehistóricos. Ya entonces eran conscientes de su importancia. Casi nada.
Lo que no hay en todos los lugares es un templo dedicado a las artes escénicas, un lugar donde se respire ese aire limpio en el que se aspira un teatro que llega a todos los poros. Esos sitios en los que cuando uno se sienta en la butaca y mira a su alrededor entiende que la vida y su concepción es asombrosa... y maravillosa. Y uno de esos lugares, obviamente, es el Teatro Principal de Zaragoza, que cumple 225 años. Con sus achaques, pero muy bien llevados, por cierto.
Recuerdo mi primera visita al espacio, esas memorias que marcan la existencia de cada uno en su devenir. Probablemente no fuera muy distinta a la que tuvieron muchas personas, al menos, en mi generación. Fue en mi etapa escolar y, aunque reconozco que no tengo noción clara de la función que fuimos a ver, sí me acuerdo de lo que me impresionó entrar ahí, me sentía muy pequeño y muy grande a la vez. Y, sobre todo, sentí que estaba introduciéndome en un rito que no iba a querer olvidar en muchos años. Como así ha sido.
Efectivamente, el teatro ha existido desde siempre y seguirá estando presente en la vida de todo el mundo, pero que Zaragoza cuente con un templo del mismo como el Teatro Principal es algo que nos tiene que enorgullecer porque solo un lugar así, con esa historia detrás, esa infraestructura y ese aroma a palabra que desprende, coloca al teatro en una dimensión diferente.
Y buena prueba de ello es este suplemento suplemento que recorre la Historia (con mayúsculas) de un edificio que es el fiel reflejo de las artes escénicas en nuestro país y que cuenta con el mejor aval con el que puede contar un espacio de este tipo, el del público. Unos espectadores que en ninguna etapa han abandonado las butacas de un templo que, como los de las civilizaciones de la antigüedad, está destinado a perdurar, al menos, tanto siglos como los vividos hasta ahora.
Porque aunque, como decía al principio, hay teatro en casi todas las facetas de la vida y lo seguirá habiendo mientras haya seres humanos, la existencia de lugares como el Teatro Principal le dan sentido a todo el trabajo que hay detrás de una compañía de artes escénicas. Nada de su trabajo tendría sentido sin un lugar donde exhibirse y poder derribar la cuarta pared así que… Pasen y vean. Se sube el telón.
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